Un calor tolerable inundaba el ambiente. Lentamente fui reincorporandome, todo al principio era borroso, a lo lejos escuchaba sonidos de lamentos que me hicieron estremecer, rocas que parecían ser teñidas con un leve color rojo se alzaban por todas partes. Al estar completamente de pie casi me caigo por lo que me sujeto de una de las paredes-piedra rojiza. Me toco la frente y me quejo:
-Auch
Estaba mareada y el aire era tan pesado que hasta me costaba trabajo respirar.
Comienzo a caminar, simplemente porque tengo el presentimiento de que debía hacerlo. Me interno a otra cueva recordando la entrada de la cueva en que me encontraba y como me había desmayado, me giro y no veo nada más que kilómetros y kilómetros de distancia sin una entrada ni una salida. Me estremeci. ¿En dónde estaba?
Tratando de mantener mi lado racional dormido seguí a mis instintos, los cuales me conducían a esa pequeña cueva casi imperceptible al ojo.
Al entrar la oscuridad me envolvió y a medida que daba más pasos hacia su interior el calor de afuera me abandonaba dando paso al frío. Comencé a palpar torpemente las paredes para no tropezarme o perderme -que ha decir verdad se me daba muy bien- de a poco el lugar se volvió tan helado que de mi boca salían expulsadas pequeñas columnas de vapor, temblaba levemente, pero nada que no pudiera manejar.
Las rocas que iba pisando se fueron transformando en tierra, y la luz de a poco apareció en mi campo de visión, pero era muy tenue.
A pesar de la mala iluminación del lugar reconocí un cuerpo tendido en el piso. Me acerqué sin vacilar. Era un joven -aparentemente más grande que yo- tenía el pelo rubio -o eso logro distinguir-, una cicatriz que adorna su rostro dándole una apariencia un tanto.... ¿Cómo decirlo...? ¿Macabra? Pero a pesar de aquello -Hay que admitirlo- era apuesto. Di otro paso y comenzó a removerse, como si estuviera despertando. Me acerqué más, la curiosidad me ganaba, y abrió sus ojos.
Ahogué un grito. Sus ojos no eran humanos, eran dorados, pero no del tipo dorado que te deja embobada, sino mas bien el que te deja petrificado del susto. Se sentó y yo me aparte procurando hacerlo lo más despacio posible, me miró y sonrió de forma macabra. Sentía el ambiente pesado a mi alrededor, traté de levantarme, pero era como si me hubiera convertido en un caracol u en una tortuga, mis movimientos eran lentos. El chico se levantó como si nada -aún sonriendo- Se limpió sus pantalones sucios y comenzó a caminar en mi dirección, al llegar al lado mío se agachó a mi altura y me observó detenidamente, como si estuviera estudiandome.
-Pronto será el momento en que nos volveremos a ver. - Pronunció con una voz gruesa, como si fuera de lija.
De a poco sus ojos fueron adoptando un color azul desplazando al dorado. El chico pestañeó un par de veces y yo me pude mover con facilidad. Le pegué un cabezaso y luego una patada en el estómago.
-Auch. - Se quejó y luego me miró acariciando su cabeza.- ¿Qué te pasa? - Miró a su alrededor. - ¿Dónde estoy? - Me observó entornando los ojos. - ¿Quién eres tú?
-Lady Gaga. - Contesté sarcástica y el me fulminó, pero poco me importó. - ¿Quién eres?
-Yo te pregunté primero.- Me espetó.
-Danielle.
-Luke.
Me sonaba ese nombre.
-Okey... Danielle... Sí así es como te llamas. - Lo miré mal.- ¿Dónde estamos?
-No lo sé. -Respondí - desperté en este lugar. - Lo observé. - Al igual que tú.
Él se llevó una mano a la cabeza, no porque le doliera por el golpe o porque estuviera frustrado por algo, sino mas bien por un dolor causado por el recuerdo.
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Confesiones de una mestiza [Percy Jackson]
Novela Juvenil'El dolor que siento ahora no lo puedo explicar. Lo amo, y por eso he decidido dejarlo ir. Los amo, y por eso he decidido que me odien, así les dolerá menos mi partida.' 'Te amo Perseus Jackson'