Capítulo 32. Universidad.

13.9K 693 51
                                    

Apreté el botón de reproducir haciendo que la lista de canciones que tenía en el celular comenzara a sonar. Mientras movía mi cuerpo al ritmo de la música -o eso intentaba-, agarré el cepillo de dientes poniéndole pasta dental. Me miré al espejo mientras me cepillaba los dientes y bailaba, toqué mi pelo gris.

Hacía unos días que tocaba seguidamente mi pelo ya que pasar de violeta a gris era un cambio muy drástico, pero me había gustado más de lo esperado y aún no lo podía creer.

Cuando terminé de hacer lo que estaba haciendo, y ya vestida, salí del baño no sin antes agarrar mi celular, lo dejé en la mesa con la música aún en reproducción. Luego agarré mi laptop apagada sobre la mesa y la guardé inmediatamente en mi mochila, con mucho cuidado. Agarré la correa de mi mochila que descansaba en el suelo junto al sofá y la colgué por mis hombros.

Era raro que tuviera tanta energía aquella mañana ya que comúnmente parecía un zombie o me despertaba de mal humor, pero era aún más raro al saber que era un lunes temprano y los lunes solía levantarme sin energía y sin humor.

Pero la razón de mi hiperactividad aquella mañana era demasiado obvia como para negarlo. Era porque había podido volver a ver a Aaron luego de tanto tiempo y eso hizo que me mantuviera contenta los siguientes días. Sabía que podría haberme puesto triste por haberlo visto, pero no, ya no tenía por qué entristecer. Lo había extrañado muchísimo, sí, pero no iba a ponerme triste, ni odiarlo por lo sucedido, así que me ponía feliz, porque las vibras positivas que transmitía todavía seguían con él y me las pegaba con tanta facilidad.

Lamentablemente tuve que pausar la canción que sonaba al ver la hora que era y guardé mi celular en el bolsillo de mi pantalón ya que no podía ponerme auriculares porque la universidad quedaba demasiado cerca de mi departamento y, tristemente, no podría seguir disfrutando de la música como lo estaba haciendo ese día.

Con las llaves en mi mano, caminé hacia la puerta y la cerré detrás de mí al abandonar el departamento. Miré en dirección a las escaleras y luego hacia el ascensor decidiéndome por qué camino tomar, me encogí de hombros y opté por tomar el ascensor. No era hora de bajar las escaleras por más energía que tuviera.

Me acerqué al ascensor que, para mi suerte, se encontraba en frente de mi puerta. Toqué el botón y, como ansiosa, volví a tocarlo al ver que se detuvo en un piso que no era el mío. Esperé unos segundos hasta que se abrió, no había nadie. Entré apretando al momento el botón de "Planta Baja", lo sentí comenzar a bajar y esperé unos cuantos segundos hasta que la puerta se abrió, salí de este lo más tranquilamente saludando al señor de la recepción al pasar para luego salir del edificio.

Me hice una coleta alta al salir, caminé una cuadra para llegar a la universidad, pero me detuve al pasar casi de largo por un kiosco, di media vuelta hacia este y le pedí un paquete de galletas al señor que atendía. Busqué algo de dinero en los bolsillos de mi pantalón, y como era de esperarse, saqué el dinero justo para entregárselo y seguir mi camino.

Durante el corto camino, traté de abrir el paquete de galletas sin mirar por donde iba, admitía que tropecé unas dos veces, pero tenía hambre con tan sólo ver aquellas galletas.

Cuando ya logré ver la universidad a lo lejos, aumenté el ritmo de mis pasos hasta plantarme en la entrada a esperar a Peter y Jack. Me puse a un lado de la entrada apoyándome en la pared y abriendo el paquete de galletas, saqué una galleta para luego llevarla hacia mi boca pero cuando levanté la vista pude ver a Jack viniendo en mi dirección, se encontraba con la vista clavada en el celular que se encontraba en su mano y algo encorvado.

Aquel chico era el colmo con su celular. Era imposible que lo dejara de lado, no podía estar ni un maldito segundo sin verlo, tenía que quitárselo de las manos para que pudiera verme y más en ese momento que ya no tenía el pelo violeta, porque por lo menos le llamaba la atención. Últimamente hablaba con alguien muy seguido pero no quería decir quién era. Pero no era de mucha importancia, o por lo menos para mí.

Pasaste el límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora