Dany

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Hay muchas cosas que podrían conocer de mí, una de ellas es mi nombre. O sea, por algo la historia se llama como yo... dah.

Seguro que el resto del título les llamó la atención diciendo algo parecido a: << ¡Wow, la muerte del Sol! ¡Eso es asombroso! Seguro que esta novela juvenil estará llena de acción, aventura, risas y emoción. >> Lamento desilusionarlos pero solo se tratará de los errores más grandes de mi vida, que la verdad son muchísimos.

No se confundan, pueden seguir leyendo si es que son lo suficientemente temerarios para meterse en líos como los míos, si han llegado hasta aquí es porque es parte de su destino que así fuera. Sé una o dos cosas de ellos. Pero, por el momento, esto puede ser lo segundo más importante acerca de mí: <<ODIO AL NOVIO DE MAMÁ>>.

El tipo nos lleva a mi restaurante favorito, pide mi platillo preferido, a pesar de costarle la mitad de su dinero paga toda la cuenta y todavía hoza en pedirme permiso para casarse con ella. ¿A quién se le ocurre eso?

No le dije nada entonces ni en el trayecto de regreso a mi casa, hubo silencio en el auto donde íbamos los tres hasta que nos detuvimos afuera. Tampoco me despedí cuando cerré de un azote la cabina y caminé sin detenerme hacia la puerta. Uso mi copia de la llave para asomarme dentro y paso por el pasillo para llegar al sofá, dejándome caer sobre éste, para acostarme mientras miro al infinito al estar hablando conmigo mismo.

-Esto no está pasando. No es así. ¡Oh, por supuesto que no!

Repetía aquella frase en voz alta como si conjugara un hechizo que pudiera cambiar mi situación, pero la silueta de una mujer entaconada distrae mi atención: cabello castaño, liso y suelto hasta los hombros, vestido no tan entallado o escotado color azul marino con la falda por debajo de las rodillas, el poco maquillaje que usa le ayuda a verse más joven de lo que realmente es. No podría verse más hermosa... a no ser que quitara esa mirada asesina del rostro.

-¿¡Qué fue eso?! -gritó fúrica- Esa no se forma de tratar a una persona, Daniel. Rodrigo no ha hecho nada para que lo ofendieras así, vas directo a disculparte con él ahora mismo.

-Ni creas que voy a pedir perdón. -dije sin dejar de mirar al techo- Mamá... dime que no piensas seriamente casarte con éste ni por un segundo.

- ¡Más respeto, jovencito! Tenemos años saliendo y no le veo nada de malo el sentar cabeza con él. La verdad es que lo amo casi tanto como a ti.

-Si eso fuera cierto, ya lo habrías cortado hace mucho.

Seguí viendo al techo. Me negaba a voltear a verla, no por enojo sino para no ceder ante sus convincentes ojos de madre. Esa era su mejor arma y si la veía terminaría por darle la razón. Nadie le puede ganar a su mamá en una pelea, pero no me impide hacer el intento.

-¿Qué no te gusta de él? Por favor, ¡dímelo! La única razón por la que no me he vuelto a casar es por porque no te complace verme con otro hombre. Eres demasiado celoso, por el amor de Dios.

-Mejor dime qué le ves tú.

No la veía pero imaginé cómo levantaba la ceja, indignada por mi respuesta.

-Si quieres que sea así, bien. Debiste haber notado que es un hombre decente, amable, divertido, respetuoso, trabajador, con el que puedo conversar agradablemente, que no está casado ni es gay. Pero sobre todo, que es el primero que no solo se interesa por una relación amorosa sino que también busca formar una familia contigo.

-No sé de qué hablas. -seguía negando- Que haya preparado una cena donde quisiera consentirme no es otra cosa que un intento de comprarme, mamá.

Dany Hdz. y la Muerte del 5° SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora