Desearía hablar parcel en este momento

27 1 2
                                    

Abundó el pánico en el momento en el que se dieron cuenta que la pantera no vino sola.

Todos los depredadores y animales encerrados en el zoológico del Gran Orador habían sido esparcidas por toda la plaza principal de Tenochtitlán, sino que en toda la ciudad. Y no estaban nada contentas.

Todo lo que tuviera colmillos estaba saltando encima de alguna persona para devorarla. Los más grandes como toros e hipopótamos (que por cierto, no sé de donde salieron) pisaban a los que no pudieron huir entre la multitud. Incluso las aves buscaban picarle los ojos a quien no les diera migajas de pan para... ¡Oh, diablos! Ojala no se enteren cómo me llamaron.

-¡Dany, despierta! ¡Tenemos que irnos!

Cuau me estuvo arrastrando por todos lados para escapar del peligro, pero me quedaba viendo a todos los demás convirtiéndose en víctimas de esas cosas. Era la primera vez que veía a alguien morir después del nahual... no es algo que asimile con facilidad.

Las mujeres gritaban desesperadas y los niños lloraban aterrados por las muertes de los hombres que, estoy seguro, eran sus padres. Algunos intentan escapar y esconderse dentro de los templos, pero eran muy pequeños para que todos cupieran dentro. Otros siguieron corriendo para llegar a sus casas, pero los animales se los impedían. El lugar más seguro, y al que la mayoría se peleaba por entrar a refugiarse, era el Palacio.

Apenas alcanzamos a llegar a la puerta cuando un soldado por vestido de plumas muy coloridas nos llevó a mi amigo y a mí hacia la pared. No empezó a hablar tan rápido que entre tanto escándalo no pude entenderle. Pero el mensaje quedó muy claro cuando me aventó entregó una macuahuitl y a Cuau un arco con flechas de obsidiana. Luego de eso nos empujó de regresó a la plaza.

No me molestaba el ayudar a las personas, pero no tenía idea de cómo sacarlas de este problema. Nunca he tenido siquiera un perro en casa, no tengo idea de cómo acercarme a los animales y mi "aventura" con el quetzal fue la mejor prueba de ello.

¿Se supone que debo de cortarle las piernas a todos los jaguares que encontrara sin ser tragado por ellos primero? ¿Qué no ven que llevo un día aprendiendo karate mexica y 20 minutos de usarlo en un sucio partido de futbol?

De verdad, esta gente está loca.

-¿E... en qué... nos metimos ahora? ¿Qu... qué hacemos?- dije a la única persona que conocía en medio del desastre.

-Esto jamás había pasado. Tenemos... debemos... -Cuau tampoco se veía tranquilo.

Los dos estábamos en shock y asustados. Ninguno tenía clara la situación ni cómo ayudar a defender a los mexicas de las animales. Me entró la idea de soltar las armas y meternos al Palacio sin que nos vieran, al cabo ya me fugué una vez. Sería tan fácil ponerme a salvo, sin preocuparme de la vida de los demás.

Al cabo fueron los que me apartaron de mi madre, son quienes interrumpieron mis vacaciones perfectas, fueron sus dioses los que los que me metieron en todo esto. ¿Por qué debería preocuparme por salvarles la vida?

Un grito muy agudo se escuchó muy cerca de nosotros. Voltee por instituto y vi una niña arrinconada contra la pared del Palacio, como si quisiera atravesarla para huir de un lagarto que la veía con cara de filete. Ella lloraba, gritaba desesperada y brincaba aunque no lograra agarrarse de ningún lado. Estaba sola. Sus padres deben de estar perdidos o muertos. Si nadie hace nada, terminara siendo devorada.

No supe ni cuándo ni cómo me moví con la espada levantada sobre mi cabeza y la arrojé en la quijada del lagarto. No alcancé a cortarle nada pero si le dolió lo suficiente para retroceder. Me agaché con la niña y la cargué sobre mi pecho, no sabía si hablarle en español o con señas así que ni le dije nada y corrí de regreso a la puerta.

Dany Hdz. y la Muerte del 5° SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora