Feliz cumpleaños, Pan Blanco Bimbo

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Los próximos días no estuvieron tan mal.

No sólo me asignaron un nuevo cuarto con una hamaca donde dormir, un baño donde hacer mis necesidades y un chac-mol de mejor hoguera. También gané el derecho a un taparrabo mejor del que hice con el mantel del comedor, servicio a la habitación y un libro en español. ¡Al fin algo que pueda entender!

Ya me sentía experto en mitología mexica, pero me ganó la curiosidad y empecé a leer.

Mencionaban algunas reglas de conducta e higiene obligatorias para todos los ciudadanos, incluso los castigos que se aplicaban si no lo seguían al pie de letra. Incluía un catálogo de bestias a las que tendría que enfrentarme si se me ocurría salir a la superficie. Cada página era peor que la anterior.

También había un calendario de actividades que haría terminando el bautizo: iría a vivir a casa de alguna familia que aceptara adoptarme y me llevarían a la escuela a meterme más en ambiente. No tengo idea de qué voy a aprender allí, a lo mejor a sacar corazones y secuestrar chavos de prepa para obligarlos a convertirse en indígenas. Ojala den créditos por amputar piernas de hombres-jaguar.

Tocaron la puerta y voltee a ver quién era.

Una mujer morena, con algunos años y varios meses de embarazo encima, se encargó de mí cada que necesitaba algo de comer. Me intenté comunicar con ella con palabras, pero no parecía entender mucho de lo que le decía. Lo dejamos lenguaje de gestos y hasta ahora nos funcionaba.

-Gran Orador... querer verte... cuatro días terminar... trato cumplido.- intentó decir con su limitado español.

-Vaya. Que padre. Gracias. -dejé el libro y ella se acercó a apagar el chac-mol con un balde de agua que apenas podía cargar- No, por favor. Déjeme ayudarla.

Creo que entendió, pues me pasó el balde y soltó un suspiro.

Al apagar el fuego, me moví con bastante libertad. Había comido bien, dormido a gusto y no sentía ninguna molestia. La sirvienta recogía los platos de mi último almuerzo y se me quedaba viendo.

-¿Tengo algo malo?

-Malo no... Sano.

-¿Sano?

Dejó su tarea y tomó mi brazo.

-Sano.

Cierto. Las quemaduras, el rasguño... ya no estaban. Mi brazo estaba como si nada.

-¿Y mi ojo? -no me entendió a la primera y señalé mi cara- Ojo. ¿Sano? ¿Está morado todavía?

-Sano. Brazo. Ojo. Comida especial.

Hice memoria y resulta que me sirvieron el mismo platillo de picadillo en cada almuerzo. Estaba delicioso y no paraba de comerlo.

-¿El picadillo? Estaba muy rico, ¿de qué era?

-Sí. Picadillo tlacuatl rico. Cola muy especial.

No sé náhuatl, pero un truquillo para entenderle es cambiar la terminación "-tl" por la letra "e" a todo lo que oigas y más o menos suena al español que puedes entender.

-Mmm, rico. Picadillo de "tlacuate"... Espera, ¿tlacuache? ¿Esa cosa estaba hecha de cola de tlacuache? ¿La ratota esa?

-Sí. Comida especial. Sana rápido.

Contuve el vómito porque me dio miedo ofender a la futura madre. Me cuidó durante días y seria mal gesto hacerlo frente a ella. Me limité a sonreír y ella parecía estar conforme.

Dany Hdz. y la Muerte del 5° SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora