Soy una rata

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"Viejo, que historia tan aburrida. Te la pasas desmayándote." ¡Cierren la boca, esta es mi historia! Cuando sea su turno de detener el fin del mundo será su turno de hacer lo que les dé la gana. Mientras siéntense, verifiquen su conexión internet y pónganse cómodos mientras los sigo abu...

Un momento, ¿qué no morí en la explosión de hace rato?

Haber. Lo último que recuerdo es que había traído el infierno al Palacio del Gran Orador y mi cuerpo colapsó. No parezco estar tan muerto, así que mejor busco una mejor posición que ha de estar de cara contra el suelo.

Al principio me costó levantar la cara pero logré apoyarme de mis brazos para darme un aventón hacia la pared. Respiré profundo y tosí un par de veces hasta que saqué todo el humo por mis pulmones. Parpadee un poco antes de encontrar que las paredes estaban manchadas de negro y con grietas, el chac-mol quedó hecho pedazos y la puerta que me impedía salir de aquí había sido reducida en cenizas.

Eso significaba dos cosas: el Gran Orador iba a preguntar por mi agencia de seguros para reconstruir la parte de su Palacio que acabo de destruir y es mejor que largue antes de que se entere de que no tengo un quinto.

Salí al pasillo y tambalee hasta que recuperar el equilibrio. Vagué por allí por un largo rato. Las puertas eran tan bajas que tuve que agacharme para pasar entre ellas, como si el arquitecto hubiera querido que hicieras reverencia cada que pasas por algún lado. Me asomé dentro de un salón decorado con telas finas, más estatuas de piedra con formas raras y tapetes de piel de animales salvajes. Caí dentro sin pensarlo dos veces.

¿La razón para irrumpir en propiedad ajena? Había una mesa llena de comida deliciosa: pollo asado, guacamole, pescado a las brazas, tortillas de maíz, fruta fresca, vasijas gigantes con agua y algo que parecía ser limonada.

Obvio me arranqué a devorar todo lo que se me pusiera enfrente o que estuviera bañado en salsa BBQ.

Olvidando todo lo que aprendí acerca de los modales sobre la mesa, me serví como 15 tacos solamente de lo que le gusta a un mexicano con paladar refinado: con todo. Gracias a los dioses no había perro en el menú y me atraganté hasta saciar mi hambre. Bebí de una de las jarras pero la escupí al darme cuenta que me ardía la garganta.

-¡Puaj... ¿quéesesto?!

Di un segundo vistazo a lo que fuera que tuviera dentro y vino a mi mente que los mexicas tenían una bebida llamada pulque. Esa cosa era 10 veces más embriagante que el tequila y ya tenía como un litro de esa madre en mi estomago.

-Eso no fue... hip... buena idea...

Escuché pasos acercándose, afortunadamente el mantel llegaba hasta el suelo y me escondí debajo de la mesa. Cuando las pisadas parecían llegar al salón, empezaron a oírse gritos y quejas en náhuatl que me convencieron de permanecer allí un rato.

-¡Ayya porruah! ¿In canin cah notlacuali? ¡Pixqui!

Más pasos y un beso al aire sonaron cerca.

-Tlacatzinyli, notlacatzintli, ayyo nuey tlacatzintli...

-¿Tlein ca nezcayotiliztli ic motlacuali? ¡Acah yeh tlacualtia!

-Uey Tlatoani, tinochtin tlatemoa aquine maquixtia chichimeca...

-¡Tenamiqui Micatzin, monequi tlatoli yehatl!

Obvio no entendí nada pero esperé a que se fuera y salí de mi escondite. Seguro están buscándome por haber escapado y no creo que sea para darme un abrazo. Si acabo de darme un festín con el almuerzo del Moctezuma III, entonces firmé mi sentencia de muerte.

Dany Hdz. y la Muerte del 5° SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora