Aunque no lo crean, extrañé el tlacuache en el desayuno.
El muchacho (que todavía no me decía su nombre ni me hablaba en un lenguaje que entendiera) me levantó temprano y me llevó hasta la escuela en la madrugada. Ni siquiera teníamos con qué desayunar, así que me sorprendió que fuera al único que despertara después de compartir la sabana de pieles pequeñas con 7 personas. Tan pronto llegamos a la calmecac, mi cuidador se alejó y me dejó sólo en la entrada.
No había llegado nadie todavía.
Me sentía como el típico niño en la Primaria al que sus papás olvidaron recoger en la salida. Pero peor. Ahora soy el típico adolescente mexicano al que los mexica no quieren ni en su casa. Sonó mejor en mi cabeza.
Todavía tenía bastante sueño encima, me limité a bostezar y echar un vistazo a la ciudad.
Tenochtitlán se veía muy bonita con la luz falsa del amanecer reflejada en el techo de obsidiana. A pesar de la poca luz, alcancé a ver algunos canales de agua por los que se movían canoas con mercancía arriba de ellas. Uno que otro hombre corriendo con uniforme verde iba de un lugar a otro, seguro eran Mensajeros Veloces, como los de la era prehispánica, que iban a traerle noticias al Gran Orador o a llevarle un desayuno que no se lo comiera algún metiche como yo.
Mi entretenimiento se acabó cuando un algo muy pesado me golpeó la cabeza.
Cuando voltee a ver qué había sido, encontré una pelota de hule negro rebotando a mis espaldas. Escuché algunas risas y llegaron corriendo unos niños para recoger su juguete. Se me quedaron viendo igual que ayer, seguían siendo muy jóvenes como para haber visto a alguien de la superficie.
No querían acercarse, seguro temen que un ser tan raro como yo se los coma o algo parecido. Me paré y levanté la pelota, está más pesada de lo que aparenta. Se los mostré a los niños pero retrocedieron todavía más asustados que antes.
Si no hago algo para alegrarlos, se pondrán a llorar y me culparán de robar su balón. Lo que, obvio, no quiero que pase.
Oigan... es una pelota. ¿Qué diablos hago pensándola demasiado?
Suelto la pelota y la reboto con mi pie un par de veces. Uno que otro niño bajó la guardia y hasta se acercaron para ver cómo dominaba el balón.
-¿Les gusta? ¿Qué tal esto?
Patee la pelota un poco más alto e hice la "vuelta al mundo" mientras aplaudían de emoción. No sé micho del juego de pelota prehispánica pero seguro que no veían la Liga MX muy seguido.
Para acabar con el show, di un cabezazo y los niños siguieron el balón hasta irse de la calmecac. Me agradó hacer reír sin que se burlen de mí para variar.
Esa satisfacción no duró lo suficiente pues, en cuanto los niños se alejaron, escuché una voz nada contenta desde las escaleras de la escuela y encontré al chico-cabeza-de-hongo gritando en náhuatl mientras agitaba una bolsa de piel en sus manos..
-Motene ihtoa ma cualcui tlaxcali ca tehua mahuiltia. Tlaihtoa itech calmecac.*
-Ay, no empieces. No entiendo nada de lo que dices.
-Amo tlanequi notlayohui nic tehua. Yeh iItech calmecac.*
-La escuela está cerrada. ¿Ves? CE-RRA-DA.
-¡Itech!
-Que no.
El muchacho se enfadó, me empujó hacia la escuela y le regresé el golpe. Me tomó por los brazos y no me soltaba. Debió ir a la misma clase de combate que yo, intentará derrumbarme y de ahí me arrastrará hasta el salón para recibir otra paliza. ¡NI LO SUEÑES!
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Dany Hdz. y la Muerte del 5° Sol
Roman pour AdolescentsDany está a solo un semestre de terminar la Preparatoria y sería un enorme éxito que logrará enorgullecer a su madre, mujer que lo crió sola, terminarla sin tantos problemas como suele tener él... PERO UNA HISTORIA ASÍ SERIA MUY ABURRIDA. Cuand...