Los expedientes humanos

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No mucho después me encontré en la imponente biblioteca de los ministerios

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No mucho después me encontré en la imponente biblioteca de los ministerios.

Era una estructura de cientos de pisos, cuya techumbre era una claraboya de cristal que brindaba luz cenital a todo el espacio. El resto eran columnas de hierro forjado con lámparas de fuego frío, y mesas de madera con sillones de cuero. Miles de estanterías se apilaban en los extremos de cada piso, llegando hasta el techo, y disponiéndose en un número de pasillos que era difícil de contar y entre los que podías perderte tan fácil como en el entramado urbano de Mok.

Estaba en la planta baja, completamente solo. Me quedé revisando uno a uno los informes que se me habían facilitado.

En primer lugar, el dossier que contenía toda la información práctica al respecto de las clases, asignaturas, los móviles, y mi condición como supuesto humano. Tenía información interesante sobre los ilusionistas en la historia de la humanidad. Sobre el concepto humano de la magia. Y sobre muchas cosas que podrían serme útiles si en algún momento aprendía a mentir.

Probé varias de las actividades básicas de los móviles hasta que logré dominarlas con cierta fluidez. Aunque seguía sin verles mucho sentido, teniendo webberns a mi disposición. Mi madre se habría reído tanto de verme pegado a semejante chisme que me entró una nostalgia inmensa. Casi tanto como aquella estancia. Una nostalgia que solo pude refugiar en la lectura de los informes de mis compañeros. Era como un agujero negro que lo tragaba todo a su paso. Una trampa de la mente, de la que me resultaba demasiado difícil escapar.

Suspiré y abrí el primero de los informes. Encontrándome con la foto de un chico joven. Aunque supuse que todos lo serían, ya que teníamos la misma edad. Entre 16 y 17 años. Su nombre era Nobu Kodako, aunque le llamaban Noko. Su semblante serio respondía a cierta rigidez mental. Y era japonés, de la ciudad de Tokio. Un experto en ciencias. En todo lo relativo a la ingeniería, el desarrollo de tecnología, y la química. Con trece años desarrolló una prueba química que detectaba varios tipos diferentes de cánceres en estadíos tempranos, en apenas dos minutos, y que era menos costoso que cualquier prueba que se pudiera realizar antes. Se señalaba que podía resultar un tanto pedante, y que tenía demasiado claras sus prioridades. Su concepto de diversión no encajaba muy bien con el que los humanos solían tener a esa edad. El informe lo señalaba como una personalidad de alto riesgo, con la que fácilmente podría chocar. No era raro. La gente muy pragmática suele buscarle explicación a todo, y quizás terminaría por ser el primero en descubrir mi secreto. Con toda certeza iba a buscarle una explicación científica a cada cosa que yo hiciera. Y no la iba a encontrar. Porque la magia va más allá de la física.

Cuando los humanos se obcecan en la ciencia no hay quien los saque de ahí. Por otra parte, es lógico, para ellos o para vosotros, que no conocéis ni podéis recurrir a la magia, la ciencia asegura una mejor forma de vivir. Y al final todos buscamos respuestas. Por eso se sigue inventando, y se siguen desarrollando conjuros.

Seguramente sería el primero en descubrirme. No lo podía poner en duda. Debía ser alguien muy inteligente, no sería fácil engañarle. Además, para haber hecho algo así con apenas 13 años, debía de importarle mucho ese tema. No hacía falta ser muy listo para imaginar que el cáncer le habría tocado personalmente.

SLADERS (I). UN CAMINO BAJO LAS ESTRELLAS [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora