Los días Aciagos de Luca Antelami

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La primera hora de clase se convirtió en el aviso de que Luca iba a tener un mal día, cosa que, claro está, nadie creía posible

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La primera hora de clase se convirtió en el aviso de que Luca iba a tener un mal día, cosa que, claro está, nadie creía posible.

¿De verdad?, ¿El chico al que todo le sale bien en la vida?, ¿Puede tener un mal día alguna vez como el resto del mundo?

Pues sí, amigos. Respuesta afirmativa.

Lo primero que pasó al llegar al instituto fue un encuentro nada agradable con el ente conocido como la sargento Sarín ―La profesora de la asignatura de gimnasia, una de las grandes sorpresas que depararon para mí las enseñanzas humanas, aunque una broma en toda regla para la actividad física de un slader―. La llamaban así porque hacía correr a sus alumnos hasta asfixiarlos en el olor del sudor de sus cuerpos, y por lo que había podido descubrir existía un gas homónimo que los humanos temen por su uso en conflictos bélicos. Nunca me cansaré de aprender chorradas de vosotros ¿Gases en una guerra?, olvidaba que lo de matar cuerpo a cuerpo no es lo vuestro.

Ésta le dijo a Luca, hecha una furia, que aquel día debería cumplir el castigo que le había impuesto por una incidencia que había protagonizado en su clase dos semanas atrás.

Durante una ausencia de la profesora Luca había aprovechado el aparato de música que ésta se proponía emplear para practicar bailes, y enchufado un USB con música que le gustaba. Para cuando la mujer regresó, encontró a toda la clase bailando una canción llamada "Panamericano" en lugar de calentando como nos había pedido. Sicilia tuvo la decencia de dar la cara, y se hizo el único responsable de la broma, eximiendo al resto de la clase de ser castigada también.

Aunque seguro que en ese momento maldijo su honradez.

―Parece que al final tu comportamiento te pasa la factura, ¿No? ―Se burló Miriam mientras subíamos por las escaleras hasta el pasillo que llevaba a nuestra clase, en el tercer piso. A nuestra izquierda quedaba un gran patio porticado al cual se abrían todas las galerías que constituían los pasillos de aquel instituto. La luz entraba por las arquerías y lo convertía en un entorno agradable. No hacía mucho Luca nos había explicado que se trataba de una arquitectura ecléctica, que mezclaba rasgos de arquitecturas de siglos anteriores con materiales del s. XX como el ladrillo o el hierro forjado. A nadie pareció llamarle mucho la atención, pero a mí me venían bien aquellas explicaciones. Todo lo que pudiera averiguar sobre los humanos era una suerte.

¡Acqua in boca! ―contestó éste de mal humor.

Miriam rompió a reír. Ella entendía sus juramentos porque tenía un buen nivel de italiano, y posiblemente de más idiomas.

―No, no me da la gana de callarme. Y además tienes que aprender que cuando la haces la pagas.

― ...o no.

Saludé a Anet, que bajaba corriendo por las escaleras con sus compañeros de piso. No lo hacían con frecuencia, pero seguro que aquel día habían decidido largarse de clase. Mis compañeros ni se dieron cuenta.

SLADERS (I). UN CAMINO BAJO LAS ESTRELLAS [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora