Me desperté en mitad de la noche y no fui capaz de volver a dormir.
Un frío helador seguía palpitando en mis entrañas, aunque sabía que era solo cuestión de tiempo que el fuego de mi interior lo derrotara y volviera a subir mi temperatura. Todavía me dolía el pecho. Aunque, para mi suerte, ya podía moverme y por fin estaba en casa. En La Casa de los Genios.
Mis padres y mis hermanos se habían marchado el día anterior, de vuelta a la ciudad de las grandes Torres en el expreso de la Media Noche. Directos hacia a ese lugar que amaba tanto y que, sin duda, había conocido tiempos mejores. A esas tierras y esos bosques que aguardaban un futuro más justo para sus gentes. A esa naturaleza que se rebelaría como una fuerza más ante una injusticia. El espíritu de lo salvaje. Que todavía descansaba, aguardando el momento preciso para defender a su pueblo.
No puedo explicar por qué. Pero tuve la certeza de que la próxima vez que viera aquellos bosques nada sería lo mismo. Y me desperté en medio de la noche, en la que ya llevaba meses siendo mi cama. Envuelto en el silencio y presa del pánico.
Solo necesitaba salir de aquellas cuatro paredes, así que me levanté cuidándome mucho de no hacer ruido. Después de unos pasos más torpes que de costumbre, abrí la puerta con delicadeza tras comprobar que Noko y Luca todavía dormían plácidamente. Y recorrí el pasillo, con los pies descalzos deslizándose sigilosamente sobre la madera, haciendo lo posible para que no crujiera.
Bajé las escaleras hasta el salón y me dirigí a la cocina despacio. Me acerqué a la nevera y me serví un vaso de agua. Después me di la vuelta, y mis ojos se perdieron tras la gran cristalera del salón, a escasos metros de mí.
La bóveda nocturna me eclipsó, y la observé con detenimiento. El firmamento era todavía más hermoso ahora que sabía que mis días, probablemente, estaban contados. Y, casi como atraído por una fuerza misteriosa, así como por la imperante necesidad de estar solo, mis pasos se dirigieron hacia el salón. Se adentraron en el recibidor. Y me encontré abriendo la puerta que daba al jardín delantero, evitando producir sonido alguno. Hasta salir a la oscuridad, en donde me senté en el último de los escalones del porche, sintiendo la hierba bajo mis pies. Apoyé el vaso de agua a mi lado después de darle varios tragos. Y me perdí en algún lugar entre las estrellas.
Era una noche muy cálida, porque allí la estación seca se acercaba. Pero en mi mente no había nada que se le pareciera.
Solo me moría de miedo. Y mis ojos, perdidos entre las estrellas, me abandonaron a la certeza de que la vida era corta. Las observaron, desde la incertidumbre de un corazón que si hubiera sabido lo que todavía estaba por llegar habría elegido morir en ese preciso momento. Pero algo impidió que me hundiera entre los horrores que escondía mi futuro, y que el miedo terminase por eclipsar la belleza de esa noche.
― ¿No puedes dormir? ―preguntó una voz a mi espalda.
Era la primera vez que veía a Adamahy Kenneth desde que la escuché gritar en aquel bosque.
Sonrió y bajó los escalones hasta sentarse a mi lado en el porche. Un instante después me regaló un beso fugaz que me dejó con ganas de olvidarlo todo, y entregarme a la necesidad de sucumbir a ese poderoso imán que me acercaba y a la vez me alejaba de la persona que más amaba.
Negué.
Ella sonrió con tristeza.
― ¿Y tú? ―pregunté.
―Seguía leyendo, pero te escuché andar por el pasillo. Y he sentido la necesidad de compartir este momento contigo ―admitió.
Sucumbí al impulso de abrazarla.
Me detuve en el olor de su pelo, y en el calor de su piel. Ellos me dieron la paz que necesitaba en aquel momento. Una paz que no era real, pero era lo más cercano a que todo volviera a estar bien.
― ¿Cómo estás? ―preguntó con timidez.
―Bien ―mentí. La respuesta, en realidad, era bien jodido.
Me observó con detenimiento.
―Sabes que puedes contar conmigo, ¿Verdad?
Estaba preocupada. Al fin y al cabo, era la persona lista de todas las que conocía. Y siempre sabía cuándo algo marchaba mal.
Asentí.
―No te preocupes ―atajé, deteniéndome a mirarla, como si parte de mi quisiera guardar en mi memoria cada milímetro de su ser. Cada fugaz ráfaga de la fragancia de su piel que llegaba a mi pituitaria. Cada mechón de su pelo libre en el viento. Ella era el ser más maravilloso que conocía. Y la persona a la que las leyes no escritas del universo me habían unido de forma inexplicable―. Sé que todo estará bien.
No puedo explicar por qué, pero ella sabía que nada iba bien.
Lo sentí en la determinación que me devolvió su mirada, fuerte, repleta de aplomo. Infundiéndome el coraje que, a mí, una vez más, me faltaba.
―Yo también lo sé ―dijo, pese a todo. Y sonrió.
***
(Corto pero intenso. Coincide con cómo ha sido el 2017 para mí)
Quería desearos un Feliz Año a todos, con todo mi cariño. Porque cada día conquistáis un poco mi corazón con vuestro apoyo. Gracias por todo.
Os deseo que tengáis el coraje necesario para perseguir todos vuestros sueños, y que el viento sople siempre en vuestro favor para llevaros allí donde encontréis la felicidad.
Permitirme recordar que hay tres cosas que no debéis olvidar:
1. El mundo es un lugar miserable, y entre tanta hostilidad nunca debemos desperdiciar la oportunidad de hacer feliz a alguien.
2. Todos podéis ser ganadores, aunque la vida os haya golpeado mil veces, y todo indique que volveréis a perder.
3. Nunca olvidéis tener Pura Vida.
Un fuerte, fuerte abrazo.
Nos leemos en el 2018
(con nuevo capítulo a la vista)
Lunahuatl
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SLADERS (I). UN CAMINO BAJO LAS ESTRELLAS [COMPLETA]
Paranormal"Eliha tiene dieciséis años, aunque ni siquiera sabe si cumplirá los diecisiete. Le gusta matar, o al menos eso se dice, para poder seguir matando. No quiere creer en las viejas historias que subyugan a la realidad en la que vive. Pero sabe que la...