Carteles disuasorios

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Para cuando llegamos a casa Alan nos informó de que la semana siguiente, aunque no estaríamos, el comercio local organizaba una feria de surf en Kurnell, y que era uno de los mejores momentos para su tienda a lo largo del año

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Para cuando llegamos a casa Alan nos informó de que la semana siguiente, aunque no estaríamos, el comercio local organizaba una feria de surf en Kurnell, y que era uno de los mejores momentos para su tienda a lo largo del año. Todos mostramos bastante interés y lamentamos no poder colaborar en el evento. En realidad, a mí me importaba más bien poco porque por fin iba a estar en casa. Pero los chicos se ofrecieron a ayudarle a colocar carteles por el pueblo para publicitar el evento. Nos enteramos de que Miriam ya se había ofrecido previamente a elaborar los carteles, que habían sido idea suya, y con los que Luca se metió mucho porque él lo habría hecho mejor. Después de una monumental discusión entre ambos y de haber cenado entre gritos, nos dividimos en dos grupos, Miriam y Noko por un lado y Sicilia, Amy y yo por otro, para empezar con nuestra cruzada publicitaria.

― ¿De verdad a los humanos os asustan los tiburones? ―pregunté mientras pegábamos carteles por una de las callejuelas aledañas, más adentrada en el pueblo. Todo iba al hilo de que en el cartel un tiburón era incapaz de ver a un surfista porque este usaba no sé qué producto repelente que Alan había perfeccionado con ayuda de Noko hacía un par de meses. Los carteles alternaban uno de información general sobre las actividades a realizar durante la semana con ese, más específico, para mostrar un ejemplo de los productos que se venderían en la feria.

―Los humanos tememos a demasiadas cosas ―admitió Amy.

Soprattutto a los locos armados, Dakks. No les importará una merda que la policía mate a cuatro de esos porque son "negros y peligrosos", ma ojo como dispares al tiburón lo que pueden hacerte los animalistas...

Amy suspiró, apenada. Aunque yo no terminé de entender de qué hablaban.

―Dios bendiga América ―concluyó Adamahy Kenneth con lo que me pareció cierto sarcasmo mal disimulado.

Un rato después habíamos logrado cubrir la mitad del paseo marítimo y adentrarnos más en la parte del pueblo que apenas pisábamos. Seguíamos colocando carteles para cuando las farolas se encendieron. No se sentía ya casi nadie por la calle.

―Deberías dejarnos ir de patrulla contigo de vez en cuando ―concluyó Adamahy Kenneth con decisión tras pegar su último cartel en una farola.

La observé sin dar crédito a lo que acababa de escuchar.

―Soy buena con el arco y muy creativa disparando ―añadió―. Seguro que sería útil. Y, además, estamos en deuda contigo. Deberíamos poder hacer algo más que esperar a que vuelvas entero por las noches.

Luca aplaudió desde la acera de enfrente y vitoreó el comentario de Amy, que me observaba con convicción sosteniendo el último de mis carteles mientras yo pegaba su otra mitad en otra farola.

Di la callada por respuesta, pero Luca no tardó en acercarse.

Io no me siento en deuda, ma no puedo resistir la tentazione di husmear en la parafernalia fantástica ―admitió todavía riéndose― ¿Sabes la de ideas increíbles que todas estas cosas me dan para los cuadros?, ¡Es perfecto!

SLADERS (I). UN CAMINO BAJO LAS ESTRELLAS [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora