Una hora después aguardaba en el mismo pasillo en donde había estado esperando hacía unos meses, cuando llegué a Mok, frente al despacho de Nagny. Él era, una vez más, quien tenía el encargo de dirigirse a mí.
Pero la situación era muy distinta a como había sido la última vez. Y estaba muerto de miedo.
Para cuando se abrió la puerta de la sala de audiencias me sobresalté tanto que estuve cerca de caerme del banco en el que me sentaba. Lo que parecía ser un rastreador, vestido con su túnica negra y su uniforme de tipo militar, me indicó que pasara, para después abandonar la estancia y dejarme solo frente al mismo despacho en el que había vivido mis primeros momentos en Mok.
He dicho solo, pero no lo estaba. Ojalá hubiera sido así.
―Hola, Eliha Dakks ―sonrió Nagny, casi sorprendido de verme, se levantó para recibirme y me acompañó hasta las sillas que se tendían frente a su escritorio― ¿Cómo va todo? ―preguntó, tendiéndome efusivamente la mano antes de rodear la mesa para sentarse frente a mí, de espaldas a las increíbles vistas de la ciudad que aquella estancia disfrutaba.
Habría esperado cualquier cosa.
Todo.
Menos un recibimiento como ese.
Había entrado casi en estado catatónico, hasta olvidar que tenía que responderle algo.
―Bien, bueno quiero decir...―balbuceé, en busca de unas palabras para responder. No las encontré―. No sé qué debería decir, la verdad.
Dejó escapar una sonora carcajada, y, después, me observó con detenimiento.
―Tranquilo Eliha, no estás aquí por nada malo ―sonrió, después de todo―. ¿Quieres un vaso de agua?
Igual quería envenenarme. Cualquiera se fía de esta gente.
―No, quiero decir... sí, gracias ―Y ¿Por qué has dicho sí, gilipollas? Estalló mi yo irracional, aunque empiezo a pensar que el racional tampoco aporta mucho.
La realidad es que quedé como un idiota.
―Me imagino que sabes por qué estás aquí ―culminó― ¿Me equivoco Eliha?
Recuerda la diplomacia, Dakks. Si hay una posibilidad de salir de este lío con la cabeza sobre los hombros es esta.
―Sí. Lamento la insensatez y falta de reflexión de mis decisiones, no así sus consecuencias ―repuse con convicción, sin poder renunciar del todo a mi espíritu del Norte. Ese que me da nombre y del que había hecho buena gala la primera vez que estuve en aquel despacho―. Soy consciente de que con mis actos he violado la ley ―admití―. Pero la ley también exige a los sladers llegar hasta donde sea necesario para salvar una vida, y por ello lo hice. No obstante, quisiera excusarme y reiterar, una vez más, que lamento cualquier perjuicio que con mis actos haya podido ocasionarles.
Miriam me estaba enseñando a hablar. O eso fue lo que pensé después de terminar de escupir lo que dije.
Lejos de la reacción que hubiera esperado, Nagny quedó más sorprendido que yo todavía. Y sonrió, de forma apaciguadora. ¿Dónde está el cuchillo?, ¿Dónde está mi asesino?, ¿Qué mierda es esto? ¿Es que nadie va a intentar matarme?
Admito que mejor así, pero, nada encajaba con los acontecimientos.
―Cálmate Eliha, nadie cree que hayas hecho nada malo ―anunció―. Es cierto que te saltaste la ley. Pero eres menor de edad. Un futuro rastreador. Y has vivido muchas cosas difíciles en los últimos meses, por no mencionar que tu infracción fue por no faltar al principio básico del código slader que, como bien has puntualizado, es la necesidad de llegar hasta donde sea necesario para salvar una vida humana.
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SLADERS (I). UN CAMINO BAJO LAS ESTRELLAS [COMPLETA]
Paranormal"Eliha tiene dieciséis años, aunque ni siquiera sabe si cumplirá los diecisiete. Le gusta matar, o al menos eso se dice, para poder seguir matando. No quiere creer en las viejas historias que subyugan a la realidad en la que vive. Pero sabe que la...