Dormimos unas horas bajo un soportal de la plaza mayor de Uma, aquel pueblecito costero de Fardell al que llegamos con los primeros rayos de luz del amanecer, abriéndose paso entre las nubes, iluminaban la alegría de nuestros rostros. En silencio. Y con las manos entrelazadas. Después de haber conocido algo tan parecido al infierno, y con todo lo que había pasado desde que logramos escapar de una muerte segura, aquel lugar se asemejaba bastante al paraíso.
Para cuando despertamos el medio día se acercaba, y el cielo había despejado. La temperatura era más que agradable, y los mercadillos ya estaban desplegados en las calles. Objetos extraños y perfumes embriagaban cada recodo de la más diminuta calle. Hermosas plantas pendían de tejados y balconadas cubriendo las paredes encaladas de los hogares que, entre medianeras, componían las calles estrechas y empedradas. Casi más un zoco que lo que propiamente entendemos por un mercado. Era un lugar en donde se podía vender y comprar de todo.
Joyas y objetos de lujo, perfumes, animales mágicos, piedras preciosas, productos alimentarios autóctonos y de toda la dimensionalidad, muebles, objetos encantados, ingredientes para filtros, plantas medicinales. Toda una serie de artículos que nos hubiera encantado tener más tiempo para contemplar.
Yo aproveché una parada para comprar rádena. Y después nos detuvimos un breve instante frente a un puesto de fragancias. Perdiendo nuestros ojos entre las interminables hileras de frascos de perfumes tallados a mano. Eran antiguos recipientes labrados en cristal de roca, en piedra, en madera, o incluso en marfil. Y aquel vendedor anunciaba conocer cuál era la fragancia que cada persona más anhelaría con solo escudriñar la palma de su mano.
Sin preguntar, y sin previo aviso, tomó la mano de Amy.
―No, señor ―dijo ella con timidez―. No llevamos dinero, no puedo pagarle.
Ella no hablaba esderando, la lengua común de las lenguas ántropas en la dimensionalidad, así que el hombre no la entendió y me miró confuso. Yo la traduje.
Era un hombre anciano, con cierto afecto en la mirada.
―No importa ―sonrió, contestándome a mí. Yo asentí a Amy para que no temiera tender su mano, y ella obedeció. Él se detuvo en su palma por largo rato, y después la observó sonriente―. Bonitas manos ―dijo con amabilidad. Yo le traduje― Les auguro un maravilloso futuro, aunque poco convencional. Revelan un pasado difícil, pero un alma limpia y pura, repleta de amor por entregar, y deseosa de vivir aventuras ―culminó―. No tengo duda de que este es el tuyo.
Traduje lo que había dicho mientras él le tendía un diminuto bote de perfume de color púrpura, contenido en un pequeño frasquito de cristal tallado con esmero, y que tenía la forma de una caracola.
Él la animó a probarlo.
Ella, con sumo cuidado, vertió unas pocas gotas en su delgada muñeca. Expectante por unos segundos, acercó tímidamente la zona rociada hasta su nariz, y cerró los ojos componiendo una enorme sonrisa.
―No tengo dinero para pagarle. Pero le aseguro que, de tenerlo, no lo pensaría dos veces ―sonrió ella―. Es lo más maravilloso que he olido nunca.
La traduje y el viejo sonrió, complacido.
―Dama de noche, hierba cortada, flor de cerezo y el humo de lis, que lo hace un perfume único e inusual ―suspiró―. Reacciona con la piel de un tipo de persona concreta. Con las demás jamás produciría esa dulce fragancia. Que encaje con tu piel significa que tu corazón amará a alguien por encima de todas las cosas ―nos miró a ambos, complacido―, y que será correspondido ―culminó.
Amy me miró con curiosidad. Y yo, con timidez, le traduje todo lo que había dicho.
Nos miramos, sorprendidos, y avergonzados. Pero después ambos sonreímos. Nos despedimos y nos perdimos entre las calles todavía riendo. Ella parecía irradiar la luz del sol. Sé que fue más feliz de lo que jamás había sido antes. Y yo fui feliz solo por eso. Corrimos entre los cientos de personas que andaban de un lado para otro. De la mano, para no perdernos. Hasta que llegamos al descampado en donde nos habíamos aparecido la noche anterior. Colmado de flores, lo que con la oscuridad de la noche solo se traducía en un hermoso aroma.
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SLADERS (I). UN CAMINO BAJO LAS ESTRELLAS [COMPLETA]
Paranormal"Eliha tiene dieciséis años, aunque ni siquiera sabe si cumplirá los diecisiete. Le gusta matar, o al menos eso se dice, para poder seguir matando. No quiere creer en las viejas historias que subyugan a la realidad en la que vive. Pero sabe que la...