Nunca te he fallado

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(No leer sin escuchar la canción, please) 

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(No leer sin escuchar la canción, please

Apenas un par de horas después, y tras haber atravesado un portal encubierto que abrí hacia Pangea, me encontraba sobrevolando el Pacífico a lomos de un yerlek al que había logrado domar después de una lucha encarnizada para la que no estaba preparado. Tratando de contener mi rabia y mi dolor para construir una coartada y respaldar lo que todas las personas que se habían ido, y todas las que había dejado marchar, habían esperado de mí. Y planteándome, pese a todo y muy seriamente, la posibilidad de reventar los ministerios de Mok con Stair dentro tan pronto como se me llamase a declarar.

Dos horas más fue lo que me llevó estrellarme en Botany Bay, Kurnell, en donde en ese momento se encontraba lo más parecido a un hogar que me quedaba.

Agradecí a mi compañero de viaje, a quien abandoné en el bosque a su libre albedrío, y corrí como si Ella también me hubiera llevado consigo, tratando de contener el dolor que estallaba en mi interior con todos los recuerdos. Y en poco tiempo me encontré ante el jardín trasero de la vieja casa y lo atravesé, con pasos vacilantes, como quien vuelve después de largo tiempo y no sabe ni a dónde regresa. Como quien ya no tiene un nombre ni un pasado, ni se atreve a pronunciar la palabra "futuro".

Todo lo que podía pensar era que tenía que ser más fuerte, más duro, y más valiente de lo que nunca había sido. Y que tenía que seguir el plan de Ion al pie de la letra, ya que después de mis padres era lo único que tenía. No tardé en encontrarme ante la puerta. Una estúpida puerta. Como la vieja puerta de mi casa. De ese lugar que ahora mismo sería cenizas, como los cuerpos de mis padres, y como Yan, quien por fin habría rencontrado el abrazo de su hijo.

Reprimí con todas mis fuerzas el llanto que amenazaba con desatar una vez más la onda expansiva que dejaban a su paso mis entrañas rotas. Y llamé al timbre, esforzándome por respirar y no caerme muerto en ese instante.

Para mi sorpresa fue Galius quien abrió. Detrás asomó con rapidez el rostro de Alan, ambos pálidos e igual de preocupados, como si acabasen de ver un fantasma.

Me ayudaron a pasar, porque me movía casi como un autómata. Y entre los dos, y quizás alguno de los chicos, no puedo recordarlo, me condujeron al desván que era donde Galius había preparado un improvisado consultorio de emergencia por si regresaba en malas condiciones, aunque no fue el caso. En poco tiempo me vi sentado en una silla y con una manta por encima, rodeado de gente, aunque Alan no tardó en rogar a los chicos que saliesen un momento porque necesitábamos hablar.

― ¿Eliha, es cierto lo que dicen? ―preguntó Galius, todavía más consternado que cuando trató de advertirme de lo que sucedería unas horas atrás―. Dicen que han arrasado con todo. Que los extramuros de Áyax son ahora cenizas, y que no...

―Allí no queda nadie, Galius ―admití, finalmente, reuniendo el valor que necesitaba para volver a hablar.

Alan se agachó y puso una mano sobre mi hombro, posando su mirada alternativamente en Galius y en mí. Después de esa frase el valor me abandonó y agaché la cabeza. Todo lo que pude hacer fue cerrar los ojos, apretarlos muy fuerte para no llorar. Pero pronto los abrí porque cada vez que caían mis párpados las imágenes de su muerte se repetían.

SLADERS (I). UN CAMINO BAJO LAS ESTRELLAS [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora