DRACUL Y SUS PRISIONERAS

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Dracul seguía pendiente de las dos mujeres mientras pretendía dormir, Ojala pudiera quedarse profundamente dormido como las mujeres suponían que estaba. Él no sabía lo que era cerrar los ojos y dejar de ver terribles imágenes de cosas que le sucedían no solo a los que estaban cerca de él, si no también  a personas que él jamás había visto.

Día y noche era atormentado por horribles destellos de cosas que habían pasado, estaban pasando o visiones del futuro de cientos de personas, y la gran mayoría de estas visiones no eran muy agradables. En los únicos instantes que tenía algún descanso era cuando estaba muerto. Pero en esos momentos él no podía disfrutar del silencio y la tranquilidad de su mente, pues obviamente no tenía idea de nada ya que no tenía vida.

Había sido maldecido con el don de ver el futuro, y hasta ahora lo único que había visto era muerte, dolor y sufrimiento para todos aquellos que lo rodeaban. Quizás esas terribles visiones se debían a que estaba siempre rodeado de personas malas, o a que él era el culpable de todo lo que les pasaba a esas personas.

No sabía porque veía solo cosas malas pero así era.

No había sido su intención que Ángel tuviera visiones de lo que le había sucedido a sus amigas pero estaba tan alterado por lo que había visto en la sangre de los vampiros que no se había dado cuenta hasta que ya era muy tarde para hacer algo.

Una vez que las visiones venían, no había nada que hacer para detenerlas, solo debía tratar de entenderlas y por supuesto anotarlas apenas terminaban pues siempre las olvidaba. Esto no le pasaba a todos los videntes, según había investigado, a todos los afectaba de manera diferente, pero al parecer a Ángel y a él les afectaba de la misma manera, aunque no sabía por qué.

En ese momento se dijo que apenas tuviera más tiempo averiguaría más acerca de la familia de Ángel, estaba casi seguro que la conocía, o quizás le recordaba a alguien, no estaba seguro, pero sabía que era importante saber más de ella. No era un simple humano como el resto, además, él estúpidamente le había hecho una promesa que ahora se veía obligado a cumplir.

Cada vez que pensaba en esto maldecía en todos los idiomas que conocía.

Él,  que había cazado y se había alimentado de cuanto vampiro encontrara en su camino, ahora estaba haciendo todo lo posible para salvar a unos cuantos. Por suerte no los tendría que salvar a todos, había varios que no saldrían vivos de la prisión donde los tenían los cazadores. Necesitaba sangre que realmente lo alimentara, sobre todo antes de una pelea importante, y la de vampiro era la única sangre que realmente lo saciaba.

Por supuesto tenía todo bien planeado, los vampiros que liberaría sería solo a aquellos que tenían un lugar donde vivir en compañía de otros, Quería tener un lugar fijo al que ir en caso que necesitara alimentarse con la sangre de ellos.

Se había tomado grandes molestias por ellos, y aún lo seguía haciendo. Tomar un poco de ellos no debería ser tan malo, después de todo, iban a ser libres. Los vampiros podían verlo como un pago por sus servicios. Había asesinado a miles de personas por toda una región, solo para hacerla apta para los vampiros y Había desolado una ciudad solo para que fuera el nuevo hogar de los lobos. También se había encargado de recuperar todo lo que los cazadores y saqueadores se habían robado de los lugares que habían sido el hogar de los vampiros.

No los quería recorriendo el mundo para buscar lo que les había sido robado, los quería en un lugar fijo por un buen tiempo, que mejor manera de conseguir esto que devolviéndoles sus pertenencias y restaurando los lugares que habían pertenecido a ellos.

Se concentró en Ángel una vez más y ella dormía profundamente, eso le trajo algo de alivio, aunque aún no sabía porque ella era importante para él. Las mujeres frente a él comían con muchas ganas, estaba tentado a sentarse a comer con ellas, pero sabía que sería una tontera, pues comiera el alimento que fuera, no le encontraba ningún sabor. Lo saciaban pero él no sentía ningún placer al comerlos. La sangre de vampiro era el único alimento que podía disfrutar. Lamentablemente ya quedaban muy pocos gracias a los cazadores y a él mismo. Una vez más se lamentó por tener que salvar a varios de los que quedaban en las mazmorras, pero estaba atado por su promesa. Se revolvió en su lugar y Jacinta y Trinidad se quedaron inmóviles. Dracul reprimió un gruñido pues no quería que empezaran a llorar o a rogarle que no las lastimara, mucho menos que quisieran hablar con él. No soportaba los llantos de nadie, lo enfurecían. Sin embargo a veces venía a su mente el llanto de una joven mujer y sus hijos, y por alguna razón esto lo angustiaba a tal punto que incluso había llorado. En esos momentos maldecía por no recordar nada de su vida como humano.

Y todo por culpa de los vampiros. Reprimió otro gruñido más ante estos pensamientos.

Decidió pensar en otra cosa o terminaría matando a las dos mujeres frente a él. Se acomodó en su lugar y fingió murmurar algo para luego seguir "durmiendo".

Tenía varios pendientes aún.

Solo le faltaba recuperar un baúl y un par de cuadros y todo estaría en su sitio. Uno de los cuadros que buscaba estaba en la oficina privada de Markkus Leppala, ese cuadro  era la última pertenencia de los vampiros que estaba donde no correspondía. Después de recuperarlo lo llevaría a donde pertenecía y su misión habría terminado. Entonces sería libre de ir donde quisiera a hacer lo que quisiera.

Había tres clanes en la prisión, estaba el pequeño clan conformado por el enamorado de Ángel y sus hermanos, también había un clan que vivía en una ciudad subterránea, y había otro clan que vivía en un pueblo fantasma al otro lado del mundo. Uno de esos tres grupos no volvería a saber lo que era la libertad, pues serían su alimento antes de derrotar a los cazadores.    Pero antes de todo aquello, primero tenía que poner fin a la vida de unos cuantos lobos traidores, ya les había permitido vivir lo suficiente para tratar de cambiar,  pero ellos no lo habían hecho,  todo lo contrario, habían conspirado contra los suyos sin ningún remordimiento.

Tenía un par de diligencias urgentes en otra región del país, una vez que dejara zanjado aquellos asuntos vendría a tomar la vida de los traidores.

Y en unos cuantos días más después de eso los cazadores dejarían de existir.

VIVIENDO CON LOBOS (  III libro  Serie La Niña Y Los Monstruos )Sin CorregirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora