ESPERANZAS

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Una semana después de la tragedia, poco a poco la vida volvía a la normalidad. Excepto que ahora Nadia y Ariela iban todos los días por un par de horas a visitar a Ángel.   Esto no les gustaba mucho a los lobos, pero el mismísimo Markkus había dado su consentimiento ante la insistencia de sus nietas. A los lobos no les quedo más que aceptar a las cazadoras recorriendo su casa.

Extrañamente, Ángel y  las dos cazadoras parecían llevarse bastante bien, Incluso se quedaban a cenar a veces, a Lucian y a sus hijos no les hacía gracia, pero ellas eran bastante atentas con ellos, incluso varias veces habían dejado de comer para servirles la cena. Esto desconcertaba a los lobos, sobre todo viniendo de Ariela Leppala, pues era bien conocida por humillar y ser grosera con los lobos a la primera oportunidad que se le presentaba, sin embargo durante los últimos meses había tenido un gran cambio y pasaba mucho tiempo al lado de Nadia, quien seguía siendo la única persona decente de la familia Leppala. Todos sabían que ella había estado en un convento prácticamente toda su vida, pues su padre había decidido que ella debía ser religiosa, sin embargo una vez más, la voz de Markkus Leppala había prevalecido y ella había dejado el convento para vivir con su familia y llevar una vida normal. Nadie podía decir nada malo de la joven, pues era educada con todos, y muy atenta, además de muy tímida. Cuando un hombre la miraba y ella se daba cuenta inmediatamente se ruborizaba y daba vuelta la cara, incluso si era el centro de atención en su familia ella se sentía incomoda. Con los lobos no era la excepción pero con los días ya se le había quitado un poco esa timidez. Ella y Ariela era totalmente opuestas, nadie entendía como podían llevarse tan bien.

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Hottu llegaba casi todos los días a la hora de la cena, de hecho, pasaba su tiempo libre en casa de Lucian, sobre todo si este no estaba, ya fuera por las guardias o por algún mandado de los cazadores. Al principio, Ángel pensó que era porque desconfiaba de las cazadoras, pero con el paso de los días se dio cuenta que él lobo miraba muchísimo a Ariela, pero no era esa mirada de hombre que tenía interés amoroso por una mujer, no, era otro tipo de mirada, era como si quisiera saber algo, descubrir algo al mirarla.

Ángel estuvo tentada varias veces a preguntarle que era lo que pasaba, pero algo le dijo que no lo hiciera y ella decidió obedecer a esa voz interior que a veces le hablaba, pero que ella no siempre escuchaba. Además tenía otras cosas en que pensar. Sasha había salido con dirección a Alba y no se sabía nada de él desde entonces. Ángel se estremecía de solo pensar que el lobo llegaría de vuelta sabiendo todo lo que había pasado con su familia y la familia de los otros niños. El sabría que la única culpable de toda aquella desgracia era ella y seguramente se lo diría a todos y todos la iban a odiar por lo que había hecho. No los culparía ni negaría que merecía su rechazo o su odio, pero el reconocerlo no lo hacía mejor o más llevadero.

No se atrevía ni a imaginar lo que dirían los lobos cuando él les contara, o que pasaría con ella cuando los cazadores tuvieran la confirmación de que ella había sido la culpable de todo.

Cada vez que alguien golpeaba la puerta su corazón se detenía por un instante pues creía que era el lobo. Sacha era conocido por ser muy alegre y bromista pero también era una fiera cuando se molestaba por algo. Todos mantenían sus distancias cuando el lobo no tenía un buen día, solo Lucian y Hottu eran lo suficientemente valientes para acercarse a él.

Ángel cerraba los ojos varias veces al día tratando de tener alguna visión de lo que estaba pasando en Alba, o lo que pasaría con ella una vez que el lobo volviera, o que pasaría con los vampiros, pero por más que trataba no podía ver nada. Esto la enojaba y frustraba, pues podía ver el futuro de otras personas pero no el suyo, y no entendía porqué.

VIVIENDO CON LOBOS (  III libro  Serie La Niña Y Los Monstruos )Sin CorregirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora