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Me miré al espejo. Me sentí demasiado formal para una fiesta. Freddy iba a acompañarme, se lo pedí. No quería ir solo. A pesar de que la fiesta era en un lugar cercano a mi casa.

— ¡Alan! – gritó, como si lo hubiera invocado. — ¡Ya tenemos que irnos!

Rocié un poco de colonia en mis muñecas. Me observé una vez más en el espejo. No estaba demasiado conforme. Aún así, salí y bajé las escaleras rápidamente. Miré mi celular después. Todavía teníamos 10 minutos.

— ¿Puedes dejar de gritar así, Alfredo? — dije cuando lo miré, parado en la puerta, a punto de salir – además me apresuraste demasiado, aún hay tiempo.

Me miró de arriba abajo.

—Oye, qué elegante.

—Una camisa y unos jeans nada más. Aunque, creo que es más formal de lo que debía.

—Estás perfecto – dijo, y me tomó de la muñeca, jalándome hacia afuera.

Cerró y yo me dirigí a su coche. Me detuve frente a la puerta del copiloto.

— ¿Qué haces? – preguntó Freddy.

— ¿Qué hago de qué? – me volví.

-Iremos caminando, tonto. No gastaré mi gasolina por diez calles desde la casa. Anda. – hizo un ademán con sus manos, incitándome a caminar.

Avancé junto a él.

—Por favor, no me gusta ir a pie.

—Lo sé, y me gusta hacer enojar al señor Navarro – se burló. - ¿Para qué querías que te acompañara?

—No hagas más preguntas.

—Entonces me iré – dijo, y se dio media vuelta.

Lo tomé del brazo, haciéndolo regresar.

-Ya, contestaré tus preguntas.

Me sonrió, victorioso. A veces lo odio.

—No quiero ir solo, es sólo eso – agregué.

— ¿Conoceré a Yos?

—Jos. Y no, no lo harás. Quedó de verme en la entrada del lugar. Tú te irás una calle antes de llegar, ¿de acuerdo?

— ¿Quién en este mundo se llama Jos? ¿Y por qué? Soy primo tuyo y merezco conocer a tu próximo esposo.

—Se llama José, es como un apodo, supongo.

—José, ¡como yo! – gritó. Infantil. Nunca iba a dejar de serlo.

—Y no es mi próximo esposo. Sólo es un amigo, ¿bien?

—Un amigo, claro – golpeó mi hombro y me guiñó el ojo - ¿Por qué te arreglaste tanto? Con un amigo no te hubieras molestado en tardarte aproximadamente hora y media en escoger un atuendo.

—Sólo quiero dar buena impresión.

— ¿Buena impresión? – se rió. – Otro chiste, por favor, Alan. ¿Desde cuándo le quieres dar buena impresión a un amigo?

— ¿Él es especial. – dije, y pude ver sus ojos brillar. Basta, Freddy. – No me refiero a eso. Es diferente. Creo que le importa mucho la primera impresión de los demás. Es muy observador.

— ¿Y eso qué? ¿Es un amigo, no? – levantó una ceja, retándome. Apreté la mandíbula.

—En realidad, no lo es todavía. Pero quiero que lo sea. Es todo.

abreacción. - jnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora