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Reí un poco después de lo dicho.

― No entiendo la gracia - dijo.

Yo borré mi gesto alegre. Puse uno serio y lo miré atentamente. Ahora Jos esbozó una sonrisa pequeña.

Se acercó a mí y me besó lentamente. Primero fue tierno.

Sus dientes jugaron con mis labios e hizo que los abriera unos milímetros, ingresó su lengua por completo y la rocé con mi labio inferior. Su aliento estaba caliente.

Como yo cuando dejamos de besarnos.

Se separó y me lanzó una mirada diferente a todas las que había visto antes en él.

Me tomó la mano y se levantó, yo lo imité. Caminamos hasta las escaleras, que estaban detrás de nosotros. Él subía delante de mí, guiándome. Vi su trasero sin poder evitarlo. Por un momento quise tocarlo, pero aguanté las ganas. No quería parecer tan desesperado.

Aunque vaya que lo estaba.

Después de un par de escalones, llegamos hasta una habitación con puerta color marrón, cerrada. Jos tomó la perilla y la giró con lentitud.

Apareció ante mis ojos un espacio algo grande, con una cama en medio, pegada a la pared a un costado de la puerta. Lo demás eran tocadores, y al rincón, una puerta más.

―Sólo dime que no es el cuarto de tu madre - pedí. El chico rió.

―Fue el mío cuando pequeño. - aclaró.

Jos cerró la puerta y se recargó en ella. Yo me volví, mirándolo de frente.

― ¿Tienes en cuenta que cuando recuerdes tu infancia en esta habitación, también vendrá a tu mente que...

―Me parecerá un honor recordar que tú me follaste justo aquí - me interrumpió. - No hay problema con eso.

Se dirigió hasta donde yo estaba y me tomó del cuello, para besarme con intensidad. Saboreaba toda mi cavidad, y yo mordí su labio continuamente. Lo sujeté de la cintura para sentirlo más cerca todavía. Él suspiró.

Jos quiere matarme.

Giré un poco junto con él, y caminé hacia adelante. Cuando ambos llegamos a la cama, hice que él cayera en ésta de espaldas, con cuidado.

De pie, lo miré. Estaba recostado, viéndome también. Sentí una corriente recorrer mi espalda cuando resolví que iba a hacer mío a todo eso que tenía enfrente.

Me saqué la camiseta, con lentitud. Jos me observaba, como si intentase analizar cada parte de mi abdomen ahora desnudo. Quité mis zapatos y los pantalones con pausas impresionantes, que hasta a mí me hacían desesperar.

El chico llevó sus ojos a mi bóxer. Mordió sus mejillas dentro de su boca. Habló.

―Podría correrme de sólo pensar que vas a meter todo eso - confesó.

―Jos...

―Bésame.

Me acosté sobre él, sin soltar mi peso entero. Seguí su petición, y le regalé una buena fusión de lenguas. Bastante erótica a mi parecer. También al suyo, pues gimió cuando me alejé.

En el beso, Jos enredó sus piernas en las mías, cerca de mi trasero.

Bajé mi lengua hasta su cuello. Lo lamí y subió sus caderas, mostrando excitación.

―Mmmh - gimoteó.

Logró hacer chocar su miembro apretado dentro de sus jeans con el mío, que también estaba atrapado.