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Alan

Después de haber despedido a mis padres y haber acompañado a Freddy hasta la entrada de una fiesta, regresé a mi casa. Un poco cansado.

Tenía cargando una sensación molesta. Era de irritación y un leve odio hacia mí mismo sin motivo aparente. Durante esas tres horas no podía evitar estar pensando en Jos y en lo extraño que era todo lo que había pasado hoy.

Fui a la cocina y me dispuse a prepararme un té caliente. Lo suficiente como para quemarme esos malos pensares y mandarme a dormir sin consciencia, hasta que el sol me calara en los párpados y me hiciera despertar.

Caminé hacia allá, y tocaron la puerta.

Tres toquidos seguidos y otro más medio segundo después.

Sonreí sin pensarlo y luego me regañé. No era un buen momento para sonreír. No debía hacerlo, a sabiendas de que Jos estaba ahí, detrás de la puerta y estuviera a punto de explicarme todo e intentar pedirme perdón.

A costa de mis pensamientos, fui casi corriendo hasta la entrada.

Abrí, borrando el gesto de felicidad y poniendo uno más serio.

―Te odio ―dije―. He aprendido tu forma de tocar la puerta. Ahora, cada qu...

Me plantó un beso inesperado en los labios.

Sus brazos gélidos se enrollaron en mi cuello, que se erizó de inmediato y me obligó a tomarlo de la cintura. Seguí el ritmo. Saboreé sus labios más de lo regular. A pesar de mis deseos y voluntades, me separé.

―No me beses así.

― ¿Entonces cómo te beso? ―preguntó, levantando una ceja.

―Entra.

Frunció el ceño con confusión y caminó dentro de mi casa, con los brazos cruzados.

Señor, dame fuerza para no llenarle de besos la cara.

Se sentó en el sofá y yo lo acompañé. Crucé las piernas y quedé de lado, mirándole el perfil. Jos volteó su mirada y se recargó en el cojín que tenía detrás de él.

―Quieres que te explique todo, ¿no es así? ―descifró―. ¿Quieres que te diga por qué me fui con Alonso esta tarde sin explicación alguna? Conozco a los hombres, Alan. Yo soy uno.

― ¿En serio eres uno?

―Tonto.

―Adelante, dulce brujo. Explíqueme.

Jos suspiró y relajó su cuerpo entero al exhalar el aire. Entrelazó ambas de sus manos y, tomando un gesto serio y confidente, habló.

―Él quería hablar de Samantha, ¿bien? Quería tratar conmigo el asunto. Hace mucho que no lo hablábamos. Desde ese entonces no lo hablábamos, para ser más precisos. Deseaba cuestionarme sobre mi estado al respecto. Es todo.

―Bien ―dije con simpleza. Le había creído, pero algo me prohibía de poder decir algo más. Aún no me sentía conforme.

― ¿Seguro?

Asentí.

―Perdón por no aclarar nada. Es sólo que me tensé un tanto al retomar el tema con él ―aclaró―.Quise explicarte antes de irme, pero no lo logré. Lo siento.

―No hay problema con eso, lo entiendo, Jos. Me dejaste un poco aturdido en el momento, pero está bien.

Me miró unos segundos, extrañado. Luego sonrió.

abreacción. - jnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora