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Se removió entre mis brazos, haciéndome sentir su piel cálida rozar con la mía. Lo sujeté más fuerte de la cintura mientras lo veía abrir los ojos con lentitud. Estaba despeinado y arrugaba la nariz mientras se acomodaba lentamente.

Sus párpados se alzaron por fin, al igual que su cabeza, mirándome. Me sonrió mostrándome sus dientes.

―Buenos días ―le saludé, en voz baja.

Soltó una risita.

―Buenos días.

―Duermes mucho.

―No lo suficiente.

―Es mediodía, Jos.

Se rió de nuevo. Apoyó su cabeza en mi pecho, acurrucándose. Sus pies fríos se enredaron entre mis piernas, apegándose a mí. Jugué con su cabello y él dio un beso pequeño en mi cuello. Cerré los ojos, disfrutando la sensación de tener al chico entre mis brazos.

Di un pequeño salto cuando mi teléfono comenzó a vibrar en la mesita de un costado. Era una llamada. Jos miró hacia donde se hallaba el artefacto y, a regañadientes, solté al ojimiel para atender. No miré el remitente, sólo deslicé mi dedo en la pantalla.

― ¿Ya lo hicieron? ―Gritó Freddy al teléfono. Espero que Jos no haya escuchado aquello.

―No te incumbe. ¿Qué quieres?

―Oye, tranquilo. Sólo quería saber si por fin te satisficieron y dejaré de escuchar tus ruidos en el baño todas las noches. Y también te llamé para decirte que Alonso marcó a casa hace rato.

― Yo no hago ruidos en las noches ―reí―. ¿Alonso? ―Jos me miró extrañado. Yo bajé la mirada.― ¿Qué dijo?

―Te deseó un feliz cumpleaños. Tarde, pero lo hizo.

―Bien... ¿Gracias?

― ¿Cuándo regresas?

Volteé a ver a Jos de nuevo. Le sonreí.

―Hoy, más tarde. Aún estoy en cama.

Escuché ruidos del otro lado de la línea. Eran varias personas allá. Fruncí el ceño.

― ¿Con quién estás, Freddy?

―No tardes mucho. Te veo más tarde. Adiós. ―exclamó nervioso y colgó de golpe.

Miré el celular un rato y Jos llamó mi atención.

― ¿Qué ocurre?

―Alonso me llamó para desearme feliz cumpleaños y Freddy está con alguien en casa.

― ¿Alguien?

―Escuché ruidos.

Frunció el ceño. Vaciló un rato y luego reaccionó.

― ¿Como los que haces en las noches? ―se burló. Lo golpeé en el hombro―. Bajemos a desayunar.

Lo sujeté de su cintura desnuda, atrayéndolo a mi cuerpo.

― ¿Vas a cocinar?

―Haré al menos el intento. ―me besó sonriendo, rodeándome el cuello con sus brazos gélidos.

**

Salimos de la casa poco más de las dos de la tarde. Caminamos por todo el jardín empedrado hasta llegar a la camioneta de Jos. Se avecinaba una lluvia, por el cielo gris oscuro.