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Avanzó hasta donde Jos y lo miró con cuidado de arriba abajo, esbozando una sonrisa en su rostro casi mostrando los dientes. Él sólo sonrió; estaba nervioso.

―Tú debes ser... ―mi madre pensó unos segundos. Momentos después, como magia, reaccionó y asintió rápidamente con la cabeza―. ¿Alonso?

El ojimiel borró cualquier gesto de su cara. Frunció el ceño y me echó una mirada fugaz, yo no pude contenerme de guiar mi vista a otro punto de la habitación.

Bueno, empezamos mal.

Me dirigí con el chico y lo rodeé con todo mi brazo sobre su espalda, para sujetarlo con firmeza del hombro izquierdo.

―No, má ―corregí rápidamente― es Jos.

Ella expresó una cara extraña. Era una fusión entre vergüenza y sorpresa. No podía sorprenderme que en un rato más estaría cuestionándome sobre el no haberle hablado de él.

―Oh ―exclamó, algo apenada―. Yo soy Amanda, mucho gusto, Jos.

Él sonrió con gentileza y le extendió la mano hasta la altura de su abdomen.

―Mucho gusto, Amanda ―dudó al decir lo último, pero se relajó cuando mi madre le sujetó la mano y la agitó un par de veces. Se soltaron.

Ambos se quedaron unos segundos mirándose, sonrientes. Jos la observó un poco intranquilo, mientras ella lo analizó con detalle. Después, reaccionó y se giró con mi padre. Lo llamó con la cabeza. Él caminó sereno hasta nosotros, sin despegar la vista de Canela.

Quiero salvarlo de la presión y no puedo hacerlo.

El ojimiel fue hasta mi padre, y al llegar retrocedió medio paso. Le tendió la mano controlando su nerviosismo y habló intentando quedarse quieto.

―Mucho gusto, señor Navarro ―musitó, con inferioridad. Mi padre sólo le sonrió, después le tomó la mano como ráfaga.

―Igualmente, Jos.

El mencionado esbozó una sonrisa.

Mis padres se juntaron. Uno al lado del otro, y Jos también regresó a su posición junto a mí.

―Entonces, ustedes son... ¿Amigos? ―preguntó mi madre. Noté como Jos mordió su labio con sutileza. Su pie comenzó a moverse y golpear contra el suelo casi imperceptiblemente.

Lancé un pequeño carraspeo.

―No, mamá. No somos amigos.

― ¿Novios?

Sentí mis mejillas arder. Escondí mi rostro entre mis propios hombros. Jos rió.

¿De qué se ríe?

―No, no somos novios ―dice―. Todavía no. No he encontrado el momento ni la forma que Alan merezca para pedirle formalizar la relación ―su vista se posó en mí―. Pero estamos en el proceso, ¿verdad?

Asentí con seguridad, dándole una sonrisa sincera y amplia.

Freddy salió de la cocina, apurado, con vasos en sus manos. ¿Cuándo entró?

― ¿Vamos a comer ya, hijo? ―preguntó mi padre, casi ansioso. El rizado rió y asintió.

―Estoy en eso. Pueden sentarse de una vez.

Los cuatro nos dirigimos al comedor. Jos ayudó a mamá con la silla antes de que ella consiguiera sentarse, y le agradeció. Él se sentó junto a mi padre y yo frente suyo, con mi madre a un costado.

abreacción. - jnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora