-Voy a hacernos el desayuno, ¿vale?- dije, besándole el cabello y dando un paso dentro de la cocina.
-Sin huevos, por favor- llamó lali desde el sofá.
-¿Todavía te hacen enfermar?- pregunté.
Ella hizo cierto ruido, pero estaba rápidamente sumergida en el juego. lali había estado enferma durante los últimos días por comer algo raro . Hubiera querido quedarme en casa y cuidarla, pero ella no lo permitiría.
Unos momentos después estaba sentado a su lado, colocando dos platos de tostadas con mermelada de fresa frente a nosotros. lali se inclinó y metió una en su boca, sus ojos aún fijados en la pantalla. Me reí en silencio y miré hasta que fue tiempo de alistarme.
Me cambié a un par de jeans negros y una camisa manga larga blanca, poniéndome mi chaqueta negra como me iba. Oí el ruido del inodoro y esperé en el pasillo a que lali saliera. La puerta se abrió y ella se paró ahí, frunciendo el ceño, su cabello un lío alrededor de su cabeza.
-Odio estar enferma-masculló antes de soplar su nariz. Le sonreí comprensivamente y mantuve mis brazos abiertos. lali asomó su labio inferior y se sostuvo en mí con fuerza. Acaricié su espalda lo mejor que pude mientras nos maniobrábamos hacia la sala.
Recosté a lali en el sofá, poniendo la colcha seguramente sobre ella. Puso el control bajo la cubierta con ella, para mantenerse caliente mientras jugaba. Le conseguí todo lo que necesitaría por lo que no tendría que moverse, luego ella ubicó el teléfono enfrente suyo antes que yo besara su frente y me dirigiera al trabajo.
Amaba estar aquí, trabajando en Buenos aires . Me sentía tan diferente de casa, probablemente porque estaba bastante restringido a los pocos lugares que conocía en la ciudad. Excluyendo el hecho que estoy con lali , aún me gustaría el lugar. Me sentía tan importante, siendo de la original Federico fritzenwalden. vico euge mery y yo teníamos nuestras propias oficinas, con secretarias. Infortunadamente, no estaba teniendo mucha suerte con la mía.
-Buenos días, señor lanzani - cacareó martina, sacando su pecho un poco más.
Hice muecas pero asentí, entrando a mi oficina. Comencé con el trabajo inmediatamente, clasificando papeles y atendiendo reuniones la mayor parte de la mañana. No tomó mucho antes que tuviera que comenzar a jalar del cuello de mi camisa, desabotonando varios de los botones. Era casi imposible el no tener claustrofobia, estando encerrado en mi oficina todo el día. Pero, honestamente, la causa verdadera era que lali no estaba alrededor.
Cuando vico euge y yo estábamos caminando de regreso a mi oficina antes de salir a almorzar, la escuchamos.
-Oh, ¡piter- llamó en un tono bajo. -Hay una llamada para ti en la línea dos.- Estaba sentada sobre su escritorio, cruzando y descruzando sus piernas furiosamente.
-Estoy a punto de salir, martina ¿puedes tomar el mensaje?
-Ella dijo que su nombre era lali, o algo- ridiculizó, rodando sus ojos. -Ella dijo que era importante, por lo que pensé que tenía que mencionarlo-
No necesitaba otra explicación. Corrí dentro, cerrando de un portazo la puerta tras de mi. Me lancé detrás del escritorio y levanté la línea.
-¡¿Estás bien?- Casi grité. Escuché su musical risa al otro lado.
-Estoy bien, sólo quería decirte que te extraño- Mis labios se curvaron en la sonrisa más amplia del día. Esta mujer era simplemente increíble. No podía creer mi buena fortuna al encontrarla.
-Te extraño tanto- le murmuré en respuesta. -De hecho, estaba pensando que podría tratar de salir un poquito más temprano-
Hablamos por unos momentos más, antes que me excusara, vico aún estaba esperando fuera. Él me rodó sus ojos una vez vio la sonrisa boba que tenía estampada en mi cara. Lo pinché en el hombro y él se rió en silencio, corriendo escaleras abajo mientras yo tomaba el elevador.
Estaba esperando por tal vez un minuto cuando él vino a toda velocidad por las escaleras, jadeando pesadamente.
-Sabes- dije. -Hay una razón por la que tienen elevadores que van a lugares como el sexto piso- vico me sacudió su mano, aún jadeando por aire.
-Sip, pero ahora yo seré un ágil hombre mayor y tu serás un anciano gordo en silla de ruedas.- Este hombre, seriamente, debía estar loco.-
-Tomaré las escaleras cuando vayamos al segundo piso- suspiré, alejándome sin él. Caminamos calle abajo donde había una gran plaza comercial. Compré un cubo de papel lleno de comida china, arroz frito, Lo Mein (plato chino) y algunos vegetales que logré conseguir que metieran en una caja para mi. Estaba caminando por la acera, buscando por dondequiera que vico estuviera, llevando comida con los palitos a mi boca cuando lo vi.
Me quedé parado allí, mirando fijamente los estantes de rojos y dorados, teniendo cierta clase de epifanía mientras miraba cada pieza. Terminé mi almuerzo y lo tiré dentro del caneco de basura al lado de la banca donde estaba sentada una mujer de edad, quien me miraba con una sonrisa. Le sonreí antes de regresar a la ventana y mirar el escaparate una vez más.
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A kilómetros de distancia
Подростковая литератураUna historia de amor con la que todos soñamos, aun así estando a kilómetros de distancia el amor de laliter existe. Tan lejos, tan cerca. Cuando estuviste tan cerca de alguien que parecían uno, pensar en la separación es absurdo. Lo ves tan lejos...