Capítulo XXIV

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No tenía ni idea del motivo, ni del por qué estaba parada en ese lugar, solo sonreía y se mantenía quieta; sus brazos abrazos a su cuerpo y la mirada rota. Sonrió, observando el molino desde el otro lado, desde arriba, el sonido del agua golpeando con fuerza las piedras, y el dolor golpeando su alma.

—Ni siquiera sé quién soy — murmuró y se mordió el labio inferior — ni siquiera sé quién es mi padre; ahora solo sufro por ella, solo ella — jadeó y apretó sus ojos.

Sus ojos empezaron a derramar lágrimas, y su corazón a pesar entre su pecho, y su cuerpo a obligarle a caer de rodillas. Sus manos cubrieron sus ojos, y sin esperar rompió en llanto.

—Tenía un sueño, un sueño de amor, y lo rompieron; ella lo quebró, creí...— jadeo — ¿por qué me dejaste desear algo más alto de lo que podía alcanzar? — preguntó al viento con voz temblorosa — ahora...ahora solo deseo que ella me lleve y que cumplamos esto, este amor que ha nacido para morir, un amor sin hogar y un amor que hace sufrir, ¡un amor! — gritó y sollozó cada vez más fuerte.

Había aguantado tanto, pero no se podía resignar y la noche de pasión que habían tenido, solo abría un hueco en su alma y su cuerpo. En su conciencia, se había atrevido a hacerle el amor a su hermana, ¡su hermana!.

—Soy...soy — jadeo desesperada y sus manos temblaron, camino un poco más adelante, donde se podía observar el arroyo — soy un monstruo — su labio tembló junto su cuerpo.

Suspiró, y dio un largo jadeo, observando los metros hacia abajo, y sin pensarlo dio otro paso más.

Selena había despertado un tanto confundida, y nerviosa. No entendía el por qué ella no estaba a su lado, ni menos que su marido no la hubiera buscado como un loco.

Se apartó con sus dedos los mechones rebeldes de su frente, se levantó de la cama y se amarró la bata de seda, un escalofrío se dio lugar, y un dolor en el pecho que la hizo de nuevo sentarse en la cama de su hermana.

—Mierda —masculló y jadeo.

Inhaló y exhaló repetida veces, hasta que el dolor se disipó poco a poco, no comprendía el motivo de aquel dolor. Negó con la cabeza, y caminó hacia la salida de hurtadas, lo menos que quería es que su madre se diera cuenta que había dormido con su hermana, pasó por la habitación de sus padres y los gritos de ellos resonaban hasta en el pasillo, sin evitarlo se acercó a la puerta media abierta para poder oír, aunque sabía que se arrepentiría no le importaba.

—¡¿Hasta cuándo tendré que soportar esto Mandy?! — gritó Ricardo con molestia notoria.

—¡Hasta que sea necesario!, ¡y si no estás de acuerdo puedes irte! — respondió con odio.

— ¡Incluso esa negra estúpida cree que es verdad! — gritó de forma despectiva.

—¡Solo un tiempo!, ¡un maldito tiempo Ricardo! — respondió.

—Espero que ese tiempo sea en unos días, estoy harto de esto — dio un ultimátum y abrió por completo la puerta hacia la salida.

Al momento de encontrarse con su hija, su rostro cambió de inmediato y el rostro molesto, y confundido de Selena respondía aquella terrible pregunta, lo había escuchado todo.

— Selena...— la llamó sin saber que mas decir y rascó su cabeza.

—Padre — respondió seria — ¿De qué hablaban con mi madre?, y no me digas que nada, porque lo he oído. Han mencionado a alguien, ¿a quién se referían?— y en el corazón de Selena se asomaba una posibilidad de que todo aquello fuera mentira.

Mandy se asomó a la puerta, debido a que su esposo aun seguía en el marco y al acercarse sus ojos se abrieron con exageración y su boca, sus labios se había puesto resecos.

—¡Selena!— exclamó asustada.

—¡Exijo una respuesta! — las dudas empezaban a molestarla más de la cuenta.

Su padre jadeo, no le importaba realmente, ni siquiera daba su fe a la estupidez que su mujer hacia — Tu madre se ha empeñado ser parte de la caridad, y con eso me refiero a que le ha mentido a la negra esa, y la hecho pensar que es su hija — dijo sin darle interés y se acomodó el sombrero para luego marcharse.

Mandy se quedó de pie, estática; sin saber qué decir ni menos inventar una excusa, ni siquiera se había atrevido a interrumpir a su marido, la fría mirada de su hija penetraba su mente y la forma en como el labio inferior de Selena temblaba, le anunciaba que le había ocasionado un dolor inmenso. No le dio lugar ni que pudiera decirle algo, cuando Selena había salido corriendo hacia las escaleras, salió de la casa y ni siquiera escuchó los gritos de su madre, solo sentía un hueco y un dolor en su alma, un vacío enorme; su madre le había engañado, su madre la había hecho sufrir de una manera maliciosa y malvada.

—¿Como pudo? — murmuró con sus ojos cristalizados, y las lágrimas cayendo por su ruborizadas mejillas.

Corrió tanto que cuando se detuvo, no se podía ver la mansión de los Gomez, solo árboles, muchos árboles y un sonido conocido y amigable; sin esperar se acercó a aquel lugar. Caminó aún más rápido y vio el molino abandonado, y la vista hacia el arroyo era hermoso, suspiró, quizás la vida le estaba dando una oportunidad; con el dorso de sus manos se limpió las lágrimas.

Se acercó mucho más, tanto que si daba una pisada más podría caer, vio todo y la vista sin duda alguna era hermosa, sus ojos se movían por el horizonte pero al observar hacia abajo, vio algo que le llamó la atención, no sabía que era y la curiosidad la llenó, tanto que rodeo y bajó hasta llegar por otra entrada.

Y lo que sus ojos vieron, causó que su alma se rompiera en mil pedazos, ocasionando que muriera en vida.

Buscando El Arcoíris |Selena Gomez| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora