Capítulo XXXVI

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Tenía los ojos cerrados mientras el agua cubría todo su cuerpo, jadeo y se mantuvo de la misma manera; estaba disfrutando del momento y es que sabía que quizás ya no recuperaría la vida que tenía.

—Te ves tan relajada — hablaron de forma amable y la ojicafé abrió sus ojos y levantó su cabeza para encontrarse con la joven pelirroja.

Sus ojos se encontraron y la joven solo pudo jadear, manteniendo sus labios levemente abiertos.

—Siento interrumpir pero...quiero que vengas a compartir la cena conmigo, porque odio el frío de este enorme lugar — pidió con una sonrisa y se giró — y Selena, lindos senos — río y cerró la puerta del baño.

Parpadeó y salió de la bañera, hizo una mueca y se dirigió a su alcoba, no sabía que iba a vestir hasta que vio en su cama, un vestido elegante de seda, color crema y sencillo.

—Recuerdo que no estabas aquí — masculló.

Aun con dificultad, ya que aquellos choques habían tenido efectos secundarios en su cuerpo, logró vestirse y dirigirse al comedor. Una enorme mesa y en la cabecilla, la condesa, y como era de esperarse; la mesa estaba casi vacía.

—Te agradezco el que me acompañes — la condesa le regaló una sonrisa.

—Necesito.. respuestas —pidió con un poco de dificultad  Selena.

Tomó un sorbo de su copa y la vio con una sonrisa resplandeciente — Leí de ti en los periódicos, y supe por qué regresaste de París a esta ciudad tan simple.

La joven no supo qué contestar, su cabeza estaba perdida —Supongo— respondió.

La vio con interés —¿Cómo éstas?— preguntó.

—Duele mi cabeza, sobre todo — hizo una pausa — sobre todo, cuando hablan rápido— respondió sincera.

—Mmm, trata de descansar; de todos modos, entre nosotras debemos cuidarnos. Podemos ser minorías, pero juntas podemos lograr cosas inimaginables — le sonrió.

No hubo más conversación, y la joven cerraba los ojos disfrutando de la textura, suave y cremosa de la comida que estaba ingiriendo; suspiraba encantada con el platillo que tenía en medio de sus manos.



XIII



—Te juro que busqué en cada rincón, hablé con cada enfermera y no me dijeron nada — soltó al entrar.

Suspiró derrotada — Es absurdo, quizás no debo buscarla, pero ¡joder, como la amo! — soltó.

—Podemos investigar con su padre pero sería un acto suicida por tu parte claro, no por la mía — comentó.

Negó —Ni siquiera puedo salir a la calle, ya que todos saben que yo era la esclava de ella, y le dirán al señor Ricardo que estoy en la ciudad.

—¡Vete a la mierda Julianne!, ¿todavía le tienes respeto?, ¡es que te pasas de buena persona!, ¡al carajo! — exclamó molesta.

Julianne la observó sin saber qué responder y solo pudo mantenerse callada, al ver ese acto Elizabetta negó. Y se acercó a la morena y acaricio su espalda.

—Lo siento Julianne, es solo...es solo que me molesta que seas tan ingenua; por eso te pasan estas cosas, fuerza amiga, fuerza y valentía se necesita.

La vio de reojo — Supongo.

Bufo— No supongas, ¡hazlo!.— se levantó de la cama y la tomó del brazo — ¡ven, vamos! — le sonrió mientras la sacaba de la alcoba.

—¿A dónde me llevas? — preguntó sonriente.

—Vamos a recuperar a tu bella damisela — respondió con sinceridad.

—¿Por qué haces esto? — preguntó y se soltó viéndola con seriedad.

Elizabetta la vio a los ojos, sus ojos estaban más claros que de costumbre — Lo hago porque quiero ver, quiero saber que es el estar enamorada; quiero comprobar que existe el amor, para darle a mi vida otra manera de verla, saber que quizás algún día puedo sentir — aseguró.

—Nunca me has hablado de tu vida Elizabetta — comentó.

La joven francesa se giró — Siempre creí que no existía el amor, siempre; y cuando creí que existía algo parecido, solo se fue de mis manos.—Julianne intentó abrazarla pero Elizabetta se alejó de ella — no quiero que me abraces, así que ven, vamos a buscar a tu damisela en peligro.

La tomó del brazo, en la oscuridad buscaba alguna forma para llegar a la mansión de los Gomez. Lo que Julianne no sabía es que su amiga se había tomado la molestia de investigar lo que pudo, y que fue mucho; debido a que a las chismosas del lugar les dio la oportunidad de lucirse.

—No quiero entrar — murmuró Julianne.

Elizabetta gruñó —Me estas jodiendo ¿no?, ¿qué piensas Julianne?, si vives con miedo nunca vas a lograr nada; debes luchar para tener algo — soltó en tono molesto y con el entrecejo fruncido.

—Tu no entiendes— se quejó Julianne.

—¡La que no entiende eres tú!, ¿qué tal si ella está sufriendo?— preguntó viéndola a los ojos.

—Yo...— Julianne se quedó muda sin saber qué responder y sus ojos mieles se aguaron.

Elizabetta hizo una mueca de molestia y giró el rostro hacia la derecha y luego observó a Julianne, dejando escapar un suspiro de resignación.

—Quédate aquí Julianne, yo investigaré— aseguró.

Julianne asintió, y se quedó quieta, sentada en el suelo; mientras su amiga se aventuraba en la enorme mansión de los Gomez, amaba a Selena pero sabía que si ella entraba, la que la pagaría sería su amada. Sabía que podía hacerlo, pero temía por ella, no por sí misma. No supo cuánto tiempo había pasado, ni sabía si ella la había encontrado; solo se mantuvo quieta, viendo hacia las estrellas y pidiéndole a Elizabetta que la encontrara, su vida no era la misma sin esos hermosos ojos café, y esa sonrisa encantadora; su regazo estaba vacío, le hacía falta su otra mitad.

Buscando El Arcoíris |Selena Gomez| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora