Capítulo XXII

614 47 6
                                    

—Sé que hace mucho no lo come, y pensé que sería bueno que lo volviera a hacer; como los viejos tiempos — le sonrió.

Selena la vio con una sonrisa y sus ojos aguados — Gracias Julianne — acarició la mano de la morena al momento de tomar el pastel de vainilla y crema.

—De nada, yo siempre estaré para usted— la vio por un momento y giró — es mejor no estar cerca, sabe que no nos quieren ver cerca — comentó y se marchó.

Selena observó cómo caminaba Julianne, a paso lento y con la cabeza baja; ingreso a la casa y ella contempló el pequeño pastel para ella, y sólo pudo llorar, lágrimas rodaban por sus mejillas y mordió su labio inferior, estaba tan ofuscada y tan molesta con la vida misma que no entendía porque Julianne parecía no darle importancia y hacer todo para mantenerla a ese nivel.

—Cualquiera se hubiera enamorado de ti, con solo verte y contemplarte; ahora mismo estoy segura que los ángeles existen, es la única explicación que tengo para tu existencia — masculló con una sonrisa triste.

Ni siquiera probó el pastel, solo pudo derramar unas lágrimas amargas y llenas de angustias. Julianne trataba de mantener la paz y la tranquilidad aunque le fuese imposible, su mente y alma se mantenían en su hermana y solo en ella.

—Lo lamento mucho — Le sonrió Mandy tocando delicadamente la rodilla.

Suspiró y la vio de reojo — Ni siquiera sé qué hago aquí — contestó con inseguridad y rascó su ceja derecha —ni siquiera sé, por qué acepté vivir aquí con usted y su familia, ciertamente no me considero nada de esto.

—Se que no fui buena contigo, sé que no lo soy, sé que estás enamorada de Selena y sé que está mal — respondió viéndola de forma blanda.

Ladeó la cabeza con desagrado — Parece que sabe todo, parece que siempre sabe qué decir — respondió apretando los dientes — no discutiré.

—Julianne — la llamó tratando de tomarla del hombro.

La morena se soltó de golpe — No me toque por favor — pidió con desagrado.

—Lo- lo siento — respondió arrepentida Mandy.

Julianne la vio por el rabillo del ojo, giró y se acercó a ella, y la abrazó; fue un abrazo desabrido y torpe, sin gracia pero una acción que hizo temblar el corazón de Mandy; sollozó y apretó a su cuerpo a Julianne, ella quien sólo la había atacado, y la había tratado como lo peor el mundo sólo recibía un abrazo de Julianne, quien tenía todo el derecho de odiarla.

—No lo merezco — susurró.

—Todos nos equivocamos, y hasta el hombre y la mujer más fuerte de vez en cuando desean un abrazo, porque todos deseamos sentirnos queridos — respondió.

—Eres un ángel caído del cielo — comentó viéndola con cariño.

Jadeo — El único ángel que cayó del cielo se volvió el peor enemigo de Dios, el ángel caído es el que le tememos y es quien juega con nosotros — respondió.

—Tienes razón — respondió apenada— pero solo era un...no mejor olvidalo — completó.

—Disculpeme, no debí hablarle así; es sólo que estoy molesta con todo y todos en general— respondió arrugando un poco su nariz.

—Comprendo, y todo a pesar es por mi culpa— respondió con pesadez.

—La culpa es de la vida, quizás de las políticas y los prejuicios, quizás nosotros mismos; nosotros mismos somos nuestros peores enemigos — respondió con una sonrisa triste.

Rafael Montenegro se mantenía al margen, y le importaba poco si tenía cuñada o no, simplemente deseaba ver ahora sufrir a su esposa, y es que nadie podía decirle que no, él era el hombre más hermoso de la ciudad, el poderoso, guapo y millonario Rafael Montenegro.

—¡La odio!— escupió y golpeó el escritorio, sus ojos estaban oscuros.

—Si ya no la quieres dejala, y busca a alguien que te haga feliz —acarició el hombro de su amigo.

Giró y lo vio — Demián, no me toques — apretó su quijada y lo vio molesto — no se me olvida, y puede ser contagioso.

Sus mejillas ardieron sintiendo como algo en su pecho se quebraba — No es contagioso Rafael — respondió herido y cabizbajo.

—¡Como sea! — respondió molesto — no me toques, y debes estar agradecido que no te haya acusado por perversión.

Demián asintió repetidas veces — Tu esposa tiene razón de sobra para no amarte, tu belleza física es la única que tienes, tu corazón está podrido tanto o más que tu casa, sólo sabes lanzar veneno y morder quien intenta extender tu mano.

Lo vio con decepción, lo había amado por tanto tiempo en silencio y se decepcionaba porque se había inventado a otro Rafael, porque el Rafael que pensó que era, realmente no existía.

—¡Vete al diablo fenómeno sodomita! — gritó con odio.

—Pues yo vivo en paz, en cambio tú, tú vives en un infierno, así que creo que puedo irme, lejos de ti.

Acomodo su corbatín, y sus guantes negros, salió de la oficina de su ex jefe y amigo puesto sabía que no iba a poder regresar pero no le importaba, aunque su corazón empezaba a doler, mucho con cada paso que daba. Quizás no iba a poder olvidar tan fácil.

—Me fije en la persona equivocada, no podía esperar más.

Masculló y abotonó su saco hasta arriba del cuello, tembló; no hacía frío no lo suficiente pero él lo sentía así, sentía un frío en todo su cuerpo.

—Dicen que una taza de café para un corazón roto es perfecto, o quizás yo me lo he inventado — murmuraron a su espalda y giró.

La vio confundido —¿Me hablas a mí? — cuestionó.

Sonrió — Si, te hablo a ti. Ven, yo invito, espero no te moleste que una dama te invite a una taza de café — su sonrisa blanca y sincera le hicieron asentir.

—Claro.

Ella hizo un ademán para que Demián la siguiera, y así lo hizo, caminaron por unos minutos, e ingresaron a un pequeño local de comida que estaba enfrente de la calle, cálido y hogareño.

—Un hombre que no le importe verse débil, es un verdadero hombre — comentó antes de sentarse.

—Gracias — le sonrió, no sabía porque pero esa mujer le daba confianza quizás podría ser una maniática pero su vida estaba tan vacía y en la ciudad todos eran cálidos, y rara vez había algo ilegal.

—De nada, y espero no te importe que encienda uno de estos — mostró un pequeño puro delgado y lo encendió.

—No para nada, me gustaría que me dijeras tu nombre.— rascó su nuca.

—Llámame Lizzy.

Le dio una sonrisa un tanto cínica y le dio una calada a su puro.

—Lizzy — masculló tratando de no olvidar el nombre de esa chica fina y delicada.

Buscando El Arcoíris |Selena Gomez| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora