Capitulo XI

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Sus ojos regresaron al jardín, y la vio. Julianne estaba caminando en círculos y aun con lágrimas en los ojos sonrió. Corrió hasta llegar donde su amada, esa había sido una señal.

—Julianne — la llamó para que se escondieran en una columna de la mansión.

—Selena — sonrieron.

—Tengo una propuesta para ti — aun con restos de lágrimas le sonreía.

—¿Por qué ha llorado? — con el borde de su dedo limpió los restos de sus lágrimas.

—Escapemonos — levantó las cejas.

Julianne soltó las manos de la joven negando rápidamente — ¿De qué habla? — preguntó afligida.

—Hablo que nos vayamos al norte, he escuchado que hay una pareja como nosotras en el norte, las personas no lo aprueban pero no se entrometen además nadie te verá como negra cuando….— la morena negó con sus dedos y cabeza.

—¿Te das cuenta de lo que hablas? — la joven la vio confundida — soy lo que soy, tengo un destino que cumplir y tú tienes el tuyo, no miento que lo que tenemos significa mucho pero debe quedarse en silencio — respondió cruda.

La joven sintió un nudo en la garganta — ¿Entonces qué?, ¿No te importa que me case, que él me despose, que él me embarace, que le tengas que servir?, ¡Dimelo! — pregunto herida viéndola con sus cristalizados.

—No quiero que nadie la toque — respondió entre dientes

—¿Entonces por qué me dices esto? — llevó su mano a sus labios tratando de mostrar cordura.

—No quiero que se acerque, ya no más, aléjese. Soy una esclava que solo siente lo que su amo quiera — respondió.

Sin poderlo evitar la señorita Selena derramó una lágrima — Has jugado conmigo ¿No es así? — la morena permaneció en silencio y la joven bufó — entonces lo has hecho, qué lástima enterarme que eres una mentirosa — suspiro derrotada y la vio a los ojos —  no hay nada más que decir Julianne — se giró y lágrima cayeron por sus mejillas.

Empezó a alejarse sintiendo como su cuerpo palpitaba y dejaba un pedazo de su corazón cada paso atrás, sintiéndose usada, y engañada ¿Por qué ella le hizo eso?, ¿Que ganaba?. Lo peor es que ella estaba enamorada, su corazón no le pertenecía sino a la morena que no le había importado y lo había pisoteado como un insecto.

Julianne se abrazó a sí misma, le había roto el corazón a su amada. El dolor se oprimía en el pecho de la morena que sin evitarlo empezó a derramar lágrimas causado por las palabras y esa mirada de odio de su amada para ella. La amaba más de lo que amaba el cielo, más de lo que amaría su libertad. La madre de Selena había sido clara si ella se escapaba con su hija las denunciaría, la morena no permitiría que los oficiales trataran de esa forma hostil y cruel a la mujer que le había dado colores a su mundo cruel. Y no se lo perdonaría, la amaba más que su vida misma.

—Es por tu bien amor mío — murmuró despacio.

Ella podía soportarlo todo, pero no quería ese cruel destino para su amada, la amaba tanto que prefirió alejarla y callar su amor que disfrutarlo y condenarla.

—Si hay un Dios en el cielo — vio el cielo — ¡Dime! — exigió — ¿Por qué tanta crueldad?, ¿Por qué debo alejar el amor de mi eternidad? — sollozo — Si eres Dios, ¿Por qué no amas a los negros?, ¿Por qué no un ángel negro? — lágrimas cayeron por sus tostadas mejillas — yo nunca te he pedido nada, y ahora me atrevo a pedirte por ella, cuidala y protegela y sí por si acaso...— la voz de Julianne quebró — por si acaso llevame con ella a un paraíso donde nace el arcoiris y donde habita lo mejor de este mundo, por si acaso déjame amarla y que me ame en otra vida, es un deseo que te pide esta insignificante negra que ha sido condenada antes de nacer — se marchó a paso lento hasta llegar a las caballería, viendo con pena el lugar entró. Sería una larga noche y lo sabía, lloraría toda la noche y se reprocharía todo y más aún.

Esa noche se había roto dos corazones y una historia de amor, la joven entró a la casa y allí estaba su futuro esposo. Sin pensarlo se acercó a él, si Julianne no le amaba ya nada le importaba.

—Cariño, me tenías preocupado ¿Dónde estabas? — cuestionó.

—Tomando aire, Rafael ¿Podemos hablar a solas? — él asentó y se salieron.

Sus familias contemplaban la escena.

—Mi nuera es un poco ortodoxa — sonrió la señora de Montenegro.

Los demás sonrieron y levantaron la copa para luego beberla.

—¿Qué pasa cariño? — preguntó Rafael.

—¿Quieres que nos casemos? — el rió mordiéndose el labio inferior.

—¡Vaya pregunta!, sabes que si, sabes además que estamos comprometidos — le recordó.

Ella sonrió —No, hablo de casarnos ahora, en este momento y que me saques de esta casa — la vio sorprendido pispileo un par de veces.

—¿Hablas en serio? — ella asentó — ¡claro que sí!— respondió emocionado — ¡Oh diablos! — abrazó a la joven y besó los labios carmesí emocionado.

Una de las cosas que había leído una y otra vez era: No tomar decisiones llevadas por la decepción, tristeza o enojo. Pero ella se dejó llevar por la decepción.

—¿Y bien? — le preguntó ella.

Él le apretó la mano —Vamos a hacerlo.

La señorita Gomez estaba despechada, dolida y enojada. Se estaba dejando llevar por sus emociones.

El joven montó en su caballo y subió con emoción a su amada, sin pensarlo dos veces la llevó donde un colega abogado quien los casaría ya que le debía un favor a Rafael.

Había cumplido su sueño ser el marido de la chica más bella de la ciudad.

Desposaría a Selena Gomez.

No se tardaron mucho en llegar a la oficina del amigo de su novio.

—Está cerrada — le dijo el joven quien había ido a tocar la puerta esperanzado que aún se encontrara.

—Entonces, regresemos — pidió un poco más calmada — seguro se preguntaran dónde estamos.

— Por estas cosas son por las que me enamoré, lo único predecible de ti es que eres impredecible como la vida misma — elogió y se montó de un salto al caballo.

—Llévame a casa — pidió y él asentó.

En todo el camino no habló, y ella se lo agradecía. Lloraba internamente sintiendo que habían jugado con ella pero luego recordó algo.

—Mi madre — murmuró en voz poco audible.

—¿Qué pasa con tu madre cariño? — preguntó el chico.

—Nada, que estará preocupada — sonrió forzosamente.

Regresaron y sin decir nada empezó a subir los escalones para su alcoba — ¡Selena!, ¿Donde vas? ¡Selena!, ¡Responde! — gritó su madre pero la joven la ignoró.

Todos la miraban hasta que desapareció entrando a su alcoba y luego su miradas se dirigieron a Rafael.

—¿A dónde la has llevado? — cuestionó amenazante Ricardo tomándolo de su traje.

—Su hija quiso que nos casaramos hoy mismo — respondió sonriente y el padre de la joven lo soltó.

—¿Qué has dicho? — preguntó Mandy.

—Selena quería casarse conmigo hoy — respondió sonriente.

Esa noche dos corazones lloraban, y una parte se moría.

Buscando El Arcoíris |Selena Gomez| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora