Capítulo VII

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—Me han dicho que estabas esperándome pero no pensé que fuese cierto — sonrió la joven y atractiva pelirroja.

—Espero no incomodarla condesa — La vio arrepentida — he venido por lo que dicen de usted en la ciudad — la mujer la vio curiosa con una sonrisa.

—No sabía que fueras una mujer de se dejará llevar por las habladurías de las chismosas de la ciudad — se sentó en la fina silla — toma asiento.

—No es eso condesa — se apresuró a decir.

—¡Oh Selena! — exclamó — llámame por mi nombre, somos de la misma edad y sin contar que hemos compartido al mismo profesor.

—No lo se señorita Le Brun — le respondió.

—No es tan difícil Selena.

Asentó — ¿Es cierto que esta enamorada de su musa?— preguntó sin preámbulos.

La joven suspiró — Sí.

—¿Como es? — preguntó necesitando que la joven le dijese algo que la abrigara.

—Soy una mujer, una persona que tiene gustos diferentes y que ha encontrado el amor en los brazos finos, blancos de una ángel que ha accedido abrigarme en su cielo, en el firmamento de su cuerpo — sonrió — soy solo una mujer que encontró el amor de su vida, el amor no tiene sexo, color, ni razón — respondió.

—¿Así se siente? — preguntó— por esto estoy aquí.

—¿Acaso te has enamorado de una mujer? — la vio curiosa.

—¡Oh Lana!, he tocado el firmamento en los brazos morenos de mi esclava — respondió.

—¿Es cierto lo que he oído?, ¿Te has enamorado de la morena ojos mieles? — la miró curiosa y la señorita Selena asentó.

— Se que estoy cometiendo un enorme pecado que me harán pagar con sangre — dijo abatida.

—Aquí Selena— se levantó y la joven la siguió, posó sus manos en el balcón que dejaba ver un paisaje hermoso — estamos condenadas a vivir nuestro amor en silencio, estamos condenadas a vivir reprimidas por los hombres, y es por eso que es difícil amar, amar a una fruta prohibida— la joven asentó.

—Deseo tomarla de la mano, así nos lancen antorchas y me condenen al exilio — la condesa rió.

—Eres tan joven Selena, te aseguro que eres la esperanza de la lucha, de una lucha que debemos pelear.

—¿Porque no la pelea con nosotras?, usted es condesa — la miró arqueando una ceja.

Suspiró — No es tan fácil amiga,  no puedo solo hacerlo, incluso ahora he tenido que alejar a mi ángel — soltó — ¿Te das cuenta Selena?, la vida no es nada fácil.

Asentó — Lo sé, pero ¿Es vida?,  ¿porqué no vivir unos pocos años feliz que vivir muchos siendo infeliz?, prefiero morir que vivir de esta forma — reflexionó — gracias por escucharme, pero debo marcharme — la condesa asentó

—Cuidate mucho — besó la mejilla de la joven — Sé que leeré de ti— sonrió.

—Luche por su libertad y su amor — aconsejó.

Salió de la enorme mansión que abrigaba a la condesa Lana Le Brun. Ahora si antes sentía temor ahora la abrigaba el miedo y el pavor, caminó por las calles de la joven ciudad, en su ser reinaba la desesperación.

—¡Dama! — gritaban los comerciantes, llamándole la atención — ¡Llévese a dos esclavos por el precio de uno! — gritaba una mujer que tenía a dos niños amarrados como perros.

Buscando El Arcoíris |Selena Gomez| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora