Capítulo IV

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—¡Eres una deshonra! — escupió el hombre abofeteando a su primera hija —¡¿Ahora qué?! — gritó y enredó sus manos en su cabello.

La joven acarició su mejilla roja —¡Ahora trabaja! — escupió molesta — ¡Yo no soy una mercancía!, ¡Soy una persona y no estoy en venta! — salió corriendo hacia su habitación.

El hombre golpeó la pared frustrado y sabía que su hija tenía razón, él no era así ¿Que le estaba pasando?, y sabía la respuesta, su esposa; su amada pero ambiciosa, soberbia esposa. Bebió de su copa llena de vino, como todas las noches.

Aquella mañana la señorita Selena se despertó por cuenta propia, se bañó por cuenta propia y más triste que molesta bajo por los escalones de madera.

Acercándose a la cocina divisó a una mujer mayor morena.

—¿La han visto? — preguntó y la señora bajó la vista sin responder — contestame por favor ¿Donde esta Julianne? — preguntó de nuevo.

—Está afuera, afuera — le contestó.

Frunciendo el ceño salió de la cocina por la puerta trasera que conectaba con el jardín. Y la vio, su corazón se achicó y sus piernas temblaban.

Julianne estaba de rodillas, sus manos amarradas en un nudo con la soga amarrada a un árbol, su blusa rasgada llena de sangre; sin pensarlo se acercó corriendo y se arrodilló.

—¿Quien te hizo esto? — preguntó mientras unas lágrimas rodaban por sus mejillas.

La morena solo la vio de reojo sin contestar, solo mantenerse despierta era tan difícil para ella.

—Te soltaré — le informó.

Como pudo desoltó aquel nudo, de los labios de Julianne se escapó un gemido de dolor cuando cayó en los blancos brazos de su ama.

—¡Maldita sea! — maldicio y acarició el rostro de Julianne.

Como pudo se puso de pie pasando el brazo de Julianne por sus hombros y su mano en la cintura de Julianne, la llevaría a su habitación.

—¿A donde crees que la llevas? — preguntó una voz femenina.

La señorita Selena ignoró aquella voz, como pudo subió por las escaleras y la dejó en su cama.

—Ya verás que te recuperarás — le susurro tocando su rostro.

Tomó unos pañuelos y los remojo de agua, limpiando la espalda de su joven esclava. Mientras lo hacía lágrimas caían por sus mejillas, la espalda de la esclava estaba molida, llena de cortes hechos por una fusta.

Escuchó como abrieron de golpe la puerta.

—¡He hecho una pregunta! — gritó su madre.

Ella se giró — ¡Tu lo hiciste! — gritó con seguridad.

La mujer sonrió arqueando una ceja — Le advertí que me las pagaría, ahora ya no sirve hay que desecharla, te conseguiré una negra para mañana — dijo sin darle importancia alguna.

La joven sintió cómo su sangre hervía —¡No tienes corazón! — gritó con lágrimas en sus ojos — y no no quiero a nadie más solo ella, ¿Lo olvidas? ¡Ella es mía! — grito y miró a su madre fijamente acercándose y tomándola de sus antebrazos — ¡Lo la vuelvas a tocar! ¡Es mía no tuya!.

—Pero soy tu madre y ella...— la mujer intentó defenderse pero la joven la interrumpió.

—Eso no te dará derecho y te lo vuelvo a repetir, ella trabaja para mí, no para ti, ahora fuera de mi alcoba — la tomó del brazo y la lanzó afuera.

Cerró la puerta de su habitación, busco algunas medicinas para poder desinfectar y luego la vendó, la morena estaba dormida y empezaba a sufrir de fiebre.

—Vamos Julianne — dijo aguantando el deseo de romper en llanto.

—Estoy bien — contestó con voz ronca mientras se removía en la cama, sus labios resecos y morados dejaban entender otra cosa.

—Recuperate, no me dejes sola — pidió su ama.

—No ama — soltó abriendo poco a poco sus ojos y viendo la silueta de aquella mujer por la cual ya empezaba a sufrir consecuencias.

—¿Puedes voltearte? — preguntó y ella asentó, tratando de voltearse.

Con quejidos y gestos logró voltearse, la joven le ayudó a sentarse en la cama.

—Esto le traerá problemas ama — recordó la joven.

Ella la miró y asentó — No me importa, si es por tu causa, valen la pena — la morena asentó sonriendo.

—Usted hace todo para enloquecerme — soltó con sinceridad.

—Espero lo este consiguiendo, porque yo estoy ya loca por ti — se acercó a ella.

La joven la miró de arriba a abajo y sin pensarlo tanto posó sus labios en los labios de la morena un beso inocente ninguna de ellas abrió la boca solo estamparon sus labios, cuando la joven se separó la vio sonriendo.

—Iré a buscarte algo para la fiebre y un poco de comida — anunció y salió.

Bajó despacio cada escalón, para su suerte no había nadie en el salón así que su viaje hacia la cocina fue más rápido y menos complicado de lo que ella se había planteado. Con una bandeja subió despacio hacia su habitación, llevando un tazón lleno de sopa de pollo y un vaso a mitad de agua.

—He regresado — anunció.

Los ojos mieles se iluminaron al ver los ojos cafés intensos.

—No tiene porque hacerlo — soltó la morena

—Calla y come — pidió la joven dejando la bandeja en las piernas de la morena.

Julianne estaba extremadamente nerviosa, solo con el hecho de estar en aquella alcoba donde ellas se entregaron, y ahora su amada ama la estaba viendo mientras comía sin pudor alguno, sus ojos clavados fijamente mientras ella tomaba con la cucharada pequeños sorbos de sopa.

La morena se demoró mucho tiempo pero se terminó el tazón lleno de sopa de pollo, y la señorita Selena se dio por satisfecha, gracias a la sopa y aquella pastilla Julianne se sentía mejor, no como para levantarse y seguir con sus obligaciones pero mejor como para temblar y sentir dolor pulsante.

—Eres maravillosa — la joven acarició la mejilla de la morena.

Las mejillas le quemaban y bajó la vista — Usted es la mujer más bella que mis ojos han visto, usted es un ser magnífico.

—¿Esta bien? — preguntó y la morena levantó la vista viéndola confundida.

—¿A que se refiere? — preguntó.

—A nuestro amor, porque es lo que siento un amor con poca cordura y lleno de deseo prohibido ¿Tú no? — preguntó viéndola suplicante como si las palabras de la morena dependiera su vida.

—La amo desde hace tanto tiempo, ¿Usted cree que está bien? — preguntó.

La joven movió sus ojos de un lado a otro mientras sus labios entreabiertos no articulaban nada, asentó — Creo que lo que estamos haciendo, esta bien.

—Entonces ama, es lo que importa, puede tomarme cuantas veces sólo no se entregue a otro porque si no mi vida se acabaría, no puedo verla con alguien más, mi corazón no lo soportaría — la miró suplicante y la joven asentó.

Apartó la bandeja y se acercó a la morena, exigiendo su labio inferior, sus labios se fundieron en un lento beso lleno de amor y saboreando la fruta prohibida, las manos de la morena se posaron en la nuca de la joven blanca y la joven sostuvo su peso en cada costado de la morena, disfrutando el sabor y el calor que emanaba los labios de su morena esclava.

Que más le daba que el cielo gritara y que más le daba que la tierra se abriera, la morena significaba más de lo que ella pensaba y no la perdería por nadie.

Buscando El Arcoíris |Selena Gomez| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora