Capítulo XXV

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Al ver el cuerpo de Julianne echado a la orilla de aquel arroyo junto al molino, donde anteriormente se habían amado en silencio, ocasionó que su espíritu se quebrara.

—¡Julianne! — dio pasó a un grito desgarrador.

Y allí estaba el cuerpo de su amada, dándole la espalda, completamente mojada y blanca; se acercó corriendo, al llegar se arrodilló y la abrazo fuerte, rompiendo en llanto; llorando como una cría. Jadeo y jalo la ropa de Julianne, ocasionando que esta girase.

—¡Mierda Julianne! — exclamó frustrada y con el alma en un hilo — ¿Por qué lo hiciste amor mío? — preguntó con su voz quebrada — ¡por favor responde!, ¡por favor! — suplicó llorando sin consuelo.

La desesperación de la joven, la llevó a buscar algún signo de vida, no estaba dispuesta, no iba a conformarse con ese final atroz que parecía tener. Tomó las mejillas de Julianne y la notó aun con calor corporal y con los ojos cerrados — Julianne — la llamó un poco más tranquila, confiando que, quizás estuviera bien —Julianne — la llamó y la sacudió, haciendo que esta arrugara la frente — ¡Oh Dios Julianne! — exclamó y la abrazó con alegría — pensé que te había perdido — soltó con alivio.

Julianne abrió poco a poco sus ojos mieles, y dejó escapar un suspiro pesado.

—No me di cuenta del tiempo, yo sólo cerré los ojos — aseguró con voz suave y rota.

—Estas toda mojada — dijo con desespero e intentando cubrir a la morena.

Julianne negó — Hay cosas peores, y entre esas cosas peores es no tenerle — aseguró con decepción.

La joven detuvo sus acciones, y observó a Julianne, sus ojos café se clavaron con los ojos mieles; observándola con amor y sin pensar acercó sus labios para unirse con los de la morena, quien se negó al momento.

—No puedo — negó y bajó su vista con tristeza, le dolía hasta el nombre al saber que aquel amor era un error.

¡Joder!, lo que más le dolía es que desde el inicio ese amor no tenía hogar, no debía de haber existido, era un acto suicida pero, el amor es tan necio que aparece sin buscarlo, y ese tipo de amor es el más bonito, el menos esperado, el que llega sin buscarlo y arrastra todo como un huracán, tan fuerte pero tan devastador a la vez.

Selena la contempló por unos minutos, y solo atinó a abrazarla, tomando completamente por sorpresa a la morena, quien gimió y se escondió en el pecho de Selena.

—Debemos irnos, por favor Julianne, éstas completamente mojada y debes cambiarte de ropa — pidió tranquila mientras sus manos subían y bajaban por la espalda de la ojimiel.

Asintió —Está bien — se limitó a responder.

Selena ayudó a poner de pie a la ojimiel, se encaminaron en silencio, pero con sus manos entrelazadas, y viéndose repetidas veces. Disfrutaban el momento, ellas dos libres sin que nadie les pusiera límites, y sonrieron. La vida es tan efímera, y de un momento a otro podrían estar agonizando; Julianne lo sabía y mientras observaba a Selena se acercó a ella, depositando un beso en la mejilla.

—Hay algo que debo decirte — Selena comunicó sin verla y observando hacia delante — mi madre me ha dicho que no eres mi hermana, y menos algo que le parezca. Y no sé si eso de alguna manera te molesta o te duela; siento vergüenza por las mentiras que ella te ha dicho — bajó la vista y negó — lo hizo todo para poder separarnos.

Julianne sonrió, era la mejor noticia del mundo y se acercó a Selena, bajó su rostro para buscar los labios de la ojicafé y al encontrarlos fundó sus labios sin permiso, tomando por sorpresa a Selena. Se besaron lentamente, la ojimiel escondió sus manos en el cabello de la joven, y la ojicafé apretó la cintura de la ojimiel con felicidad.

—Le prometo, que esta vez lucharé hasta el final por usted — le dijo al separar sus labios de la ojicafé.

Sonrió — Te amaré hasta mi final Julianne — tomó la mano de la morena y lo dejó reposar en su pecho — siente cómo se acelera al tenerte cerca, seré tuya por la eternidad, y más aún; lo que siento por ti es lo más puro que alguna vez sentí por alguien, eres ese sueño hecho realidad — se vieron a los ojos con sus mejillas ruborizadas.

Sus labios se fundaron en un beso lento y romántico, no era un beso lleno de pasión, era un beso que sellaba el amor. El amor no consiste en ver sus desventajas o ventajas, consiste en ver lo bueno en lo malo, y luchar en la adversidad; el verdadero amor es como el oro del duende al final del arcoiris, muchos hablan de eso pero casi nadie lo ha visto o comprobado.

—Te amo Julianne.

Julianne sonrió y acarició los labios de Selena — Yo estoy completamente enamorada de usted — expresó con sinceridad.

Negó —Aun sigues tratándome como si fuera mejor que tú, Julianne mírame — pidió y colocó sus manos encima de las de Julianne — mira nuestras manos, son completamente iguales, tenemos lo mismo, un cuerpo y un alma, sentimientos y amor. No soy mejor que tú, ni tu eres menos que yo — sus ojos café vieron con atención los mieles de Julianne.

—Si todos pensaran de esa manera, no existiera todo lo que existe. Incluso lo que ahora mismo sentimos debe tener su castigo, pero sin embargo lo estamos viviendo sin importar el resultado que haya al final — respondió.

Selena asintió — El amor no tiene sexo, ni menos es algo que se hiciera, porque si te obligas no es amor es deber, míranos, somos dos mujeres que se enamoraron sin querer, y el amor que tenemos es lo único que debe importar, aunque lo llamen enfermedad, aberración; sólo tú y yo sabemos que somos más felices que ellos que piensan que el amor debe ser como ellos dicen, desde la palabra debe ya no es elección es obligación — respondió Selena un tanto molesta.

Asintió —No me importa ellos, me importa el daño que le pueden hacer, no quiero que sufra por esto— aseguró.

— No puedes evitarlo, ¡Julianne!, deja de pensar el las personas, y piensa en ti, en nosotras — pidió y acarició la quijada de Julianne con la yema de los dedos.

Asintieron ambas y se dieron un corto beso, se encaminaron hasta llegar a la casa de la ojicafé, la joven estaba completamente molesta con su madre, y solo deseaba tomar todas sus cosas y largarse del lugar.

Rafael quien se mantenía al margen y sin saber que estaba pasando, observaba sin pudor alguno a la chica de la mesa vecina, tomó la copa de vino y la levantó a su nombre. La mujer le sonrió y también hizo lo mismo.

—Salud, bella dama — dijo al acercarse a ella, y chocar la copa de vino.

—Igualmente, caballero — respondió.

—Soy Rafael de Montenegro — se presentó con una sonrisa encantadora y seductora.

—Llamame Lizzy.

—¿Lizzy? — preguntó.

—Lizzy — aseguró y el asintió.

Buscando El Arcoíris |Selena Gomez| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora