Capítulo XXXVIII

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—Julianne, mi amor — rió con lágrimas en los ojos mientras besaba el rostro de la ojimiel.

—La extrañé, la extrañé mucho — soltó Julianne mientras la abrazaba fuerte.

La ojicafé acarició las manos de la morena, dejando en ellas besos cortos con una risa de felicidad. Julianne atinó a besar la frente de la ojicafé, cuando sus ojos se encontraron, la joven no lo pensó más y unió sus labios con lo de su amada, disfrutando completamente del beso; transportándose al firmamento, se besaron profundamente, disfrutando de los labios de la una y de la otra, suspirando cada vez que sus labios se encontraban y acariciaban el labio de la otra, se separaron y sin borrar esa sonrisa en su rostro, la ojicafé se dio cuenta que no había nadie en la alcoba. Pero en ese momento no le importaba, sólo quería estar junto a su amada.

—Dime que no te pasó nada malo mientras no estabas junto a mí — pidió con voz suave mientras tocaba con el dorso de su mano la suave mejilla bronceada.

—No importa lo que pasó, si no que vine por usted, vine y estoy aquí parada junto a usted. Tenía razón — respondió con los ojos cristalinos.

—¿A qué te refieres? — preguntó con el ceño fruncido pero sin borrar la sonrisa en su rostro.

—Una amiga que hice mientras estaba en ese lugar, y ya rescate a mi doncella en peligro — sin pensarlo y evitando que la ojicafé dijese algo, unió sus labios con los de ella; besándola suavemente.

—Julianne — la llamó acompañado con un suspiro — mi Julianne — sonrió —no sabes cómo he sufrido al estar lejos de ti, nada se compara con la ausencia de ti.

—No quiero que se ponga así, no importa nada más; ya estamos juntas, olvide lo demás.— la abrazó fuerte.

Elizabetta observaba con curiosidad la alcoba, mientras la pelirroja se reía de ella.

—Deja de reírte de mí — exigió viéndola molesta.

—Deja de querer imaginar lo que está pasando allí, seguramente están hablando de todo, acompañado de besos — soltó sin darle importancia.

Bufo — Fue lindo mientras duro.

—¿A qué te refieres? — preguntó la pelirroja.

—Quizás no volveremos a hablar con Julianne, seguramente se irá con ella, y yo pues me iré a otro lugar donde viva tranquila. — respondió conformista.

—Elizabetta por favor, sabes que puedes quedarte — recordó la condesa con voz suave.

Sonrió —Eso es estar enamorado, ¿las viste?, como se miraban y como se tocaban, se nota que se hacían falta la una a la otra — comentó y se abrazó a sí misma.

—Lo sé — respondió y se acercó a ella, tomándola por la cintura — ¿podrías dejar de pensar en ellas un rato y pensar en nosotras? — pregunto en el oído de la ojos claro.

—Pensé mucho si, sobre todos en nosotras — giró y la observó a los ojos —debes dejarme ir Lana, porque no soy lo que buscas, y no puedo atarte a alguien que no sabe lo que es el amor. Busca a alguien que cuide tu corazón, y que no lo maltrate, lo descuide como yo podría hacerlo, porque yo no puedo corresponderte — respondió de manera sincera y besó los labios de la condesa — cuidate Lana.



XIV



En la noche fría, alumbraba las estrellas en el firmamento, el viento soplaba las ramas sueltas de los árboles, y el sonido de la noche llegaba a los oídos de la morena y la joven de ojos café.

—Esa parece un elefante — apuntó hacia las estrellas con una sonrisa en su rostro.

—Y esa a un conejo — comentó Julianne.

Suspiraron, la ojicafé seguía viendo el cielo estrellado mientras Julianne giró para poder observar a la ojicafé.

—¿Qué? — preguntó Selena y se dio la vuelta para poder ver a Julianne.

—Nada, solo la miraba — respondió.

La ojicafé fundó sus labios con los de la morena, y con ansias se tumbó encima de la morena, tocando con suavidad la pierna torneada de su amada, ambas deseaban con locura entregarse a la otra, tratando así de recuperar el tiempo perdido. La morena bajó con su mano el tirante del vestido, y acarició los pechos firmes de su amor, la ojicafé sonrió e hizo lo mismo con Julianne, dirigió sus besos al cuello de la morena y a soltar con una mano el corcel que apretaba la cintura de la morena, recorriendo con besos entre los pechos y el vientre de su amada aun sobre la tela delgada del vestido amarillo suave, sin pensar la morena hizo lo mismo pero con un poco de desespero, rompiendo así el corcel y ocasionando que la de ojos café riera suave.

—Tranquila — susurró y devoró los labios de la morena.

Se fundaron en una sola, bajo aquel festival de estrellas, y encima del verde pasto, tan solo ellas y tan solo sus almas besándose y fundándose en una.

Los días pasaron tan rápido para ellas, Selena le agradeció a la pelirroja todo lo que había hecho por ella; Julianne se despidió de su amiga, ya que esta se marchó. Las dos mujeres se marcharon de ese lugar para encontrarse la una y la otra, aunque parecía una locura regresaron a su viejo hogar, donde empezaban a echar raíz, al entrar Selena contempló el mural incompleto y suspiró.

—Parece que hubiera pasado años — murmuró — mira todo esto, está lleno de polvo, desordenado y destruido — vio con pena el lugar.

Julianne sonrió de lado — mi amor, lo importante es que esta vez, lo haremos bien; nadie nos va a separar — beso el rostro de su eterno amor.

Esa hogar se llenó de amor, y aunque no tuvieran mucho dinero, les bastaba tenerse la una para la otra, Selena trabajaba de ayudante en una pequeña galería, y en sus tiempos libres era líder de un grupo que luchaba por la igualdad en aquella ciudad de Francia. Julianne trabajaba como ayudante de un sastre; a pesar de todo la vida les sonreía. La vida del matrimonio Gomez cambio cuando ambos aceptaron sus errores, decidiendo así divorciarse y buscándose un nuevo camino por diferentes lugares, recibiendo una carta por mes de Selena.

Elizabetta encontró su verdadero amor cuando contemplo la bella vista de las aguas cayendo en aquella cascada. La condesa descubrió que el amor se encontraba a la puerta de la esquina, y si lo estaba.

Y siguieron sus vidas a pesar de lo difícil que lo habían pasado, entregándose y amándose.

Porque no hay nada mas puro que un amor verdadero, y sin importar que tan difícil sea. Cuando es verdadero sientes que te sacude la vida; así como le pasó a los bellos ojos café cuando descubrió el amor en esos ojos mieles.

El amor puede estar donde menos lo piensas, solo debes dejarlo entrar.


FIN

Buscando El Arcoíris |Selena Gomez| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora