Iseul

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[JungKook]

Después de pasar toda la noche en vela, aunque fue una vela involuntaria, decido levantarme cuando veo que la luz del horizonte comienza a traspasar mi ventana. Me siento extraño, con la cabeza embotada, los parpados pesados y con la garganta demasiado seca, además de sentir que me tambaleo al caminar o que lo hago muy lento, todo eso posiblemente por la falta de sueño.

Me siento en mi cama y paso repetidas veces la mano por mi cabello, tratando de sacudirme la fatiga, pero al parecer es imposible. Miro al espejo que esta frente a mí y frunzo el ceño, odio el color de mi cabello.

Anoto mentalmente el comprar un nuevo tinte, quizá ahora pueda ser pelirrojo o castaño de nuevo, no lo sé, solo no quiero parecerme a ella.

Descarto todo recuerdo antes de que comience a sentir la típica opresión en mi pecho, que de nada ayuda. Descalzo, camino hasta mi puerta y salgo, voy a medio pasillo cuando escucho ruido en el cuarto de papá, me detengo y pienso lo molesto que debe estar conmigo por llegar tarde, suspiro y camino hasta su puerta, me detengo y la golpeo levemente con los nudillos.

Escucho que algo cae y el movimiento de varias cosas, luego pasos dirigiéndose a la puerta, rasco mi nuca y espero a que abra. Justo cuando lo hace levanto el rostro, llevándome una gran sorpresa.

-Wow...- Retrocedo unos cuantos pasos y levanto ambas manos en son de paz.

Papá trae en las manos un bate y lo carga con demasiada valentía, tiene en la cara un gesto demasiado sádico y asusta un poco. Abro los ojos como platos y lo observo y el a mí.

Sus ojos están un poco rojos e hinchados, como si hubiese estado llorando, su cara al verme es de sorpresa pura, el flequillo de castaño cabello cae sobre uno de sus ojos pero lo aparta con brusquedad, tratando de no perderme de vista.

-JungKook...- Murmura, bajando lentamente el palo amenazante.

-H-hola, papá... yo...- No me deja terminar, el bate cae al suelo y en menos de un segundo ya lo tengo enroscado a mí, en un gran abrazo y llorando sobre mi hombro.

Me quedo estático, sin saber que hacer o que decir, no sé qué fue lo que ocurrió durante mi ausencia, si es que hubo una, ni siquiera sé cuánto tiempo estuve en la morgue de ese hospital y como llegue allí y por qué, pero lo que si se es que mi padre estaba al tanto de ello y no habrá regaño.

Le devuelvo el abrazo, tratando de consolarlo y calmar sus sollozos.

-Tranquilo...-Murmuro, se separa un poco de mí y comienza a tocar mi rostro, mis hombros, mi pecho, asegurándose de que estoy bien o allí.

-¿T-te duele algo?... ¿Estás bien?... ¿Cómo te sientes?... ¿Quieres que te lleve a un hospital?...-Balbuce, pregunta tras pregunta.

-No, papá, estoy bien, tranquilo- Le sonrió y me mira de nuevo con lágrimas en los ojos, se aferra a mi camisa, descansando su frente sobre mi pecho y llora, llora como aquella maldita vez, un nudo en mi garganta aparece y dejo que se desahogue mientras lo abrazo, no merece sentir lo mismo de nuevo.

Entonces mis suposiciones de que creyeron que estaba muerto, eran ciertas, tan ciertas que mi padre estuvo llorando mi pérdida quien sabe por cuánto tiempo, que ahora no puede contenerse.

Rato después ya se ha calmado lo suficiente para que podamos hablar con tranquilidad, estamos en mi cuarto, ambos sentados en mi cama.

-El forense dijo que había sido una sobredosis, estaban por saber de qué tipo, si alcohólica o por drogas, incluso ambas, se supone que deberían haberte hecho una autopsia y hoy antes del funeral me darían los resultados- Asiento lentamente con la cabeza, algo así me parecía, además de que papá usa un traje negro, supongo por lo del funeral. Un escalofrió me recorre al saber que de no haber despertado antes, posiblemente nunca más lo hubiese hecho.

CenturiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora