Malos recuerdos... sueños distintos

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Aún recuerdo perfectamente el lugar donde solía vivir cuando aún era humana, mas no a todas las personas a las que una vez llame "familia". Recordaba o sus rostros o sus nombres, mas no ambos a la vez y era realmente doloroso para mí, pero no había encontrado una cura para mi amnesia momentánea.

Mi casa era grande, bonita, luminosa y espaciosa, poseíamos una gran variedad de lujos debido a la posición social a la que pertenecíamos, sin embargo, nunca fuimos envidiosos o nos dejamos cegar por la riqueza. Eso era de las cosas que solía valorar más de mi familia.

Un día, llego un hombre apuesto, a ofrecerle ciertos "trabajos" a mi padre, de los cuales aún desconozco, solo sé que se negó y eso marco el fin para lo que una vez fue "vida" para mí... pero sobre todo para ellos.

Nunca pronuncio su nombre, es como un tabú o una daga directa al corazón pero que no mata, pero que si hiere sin remordimiento. Ni siquiera NamJoon lo hace, conozco el odio profundo que le profesa, sin en cambio yo no lo hago, y no porque no lo merezca, sino que el miedo se instaló en lo más profundo de mí que me es imposible desalojarlo.

Y ahora, estaba recordando algo con respecto a él, pero no de manera intencional, sino sorpresiva y eso era lo que más que inquietaba.

Sus ojos. Los ojos de JungKook, son exactamente iguales a los de aquel hombre, el mismo negro profundo que guarda secretos, la misma pisca de sadismo y sobre todo la misma mirada intimidante.

No... por favor no, ruego en lo profundo de mi pensamiento, debe ser imposible aquello, hasta que mi cerebro reacciona y me proporciona un recuerdo reciente, exactamente de hace una semana.

"Jeon JungKook, 21 años"

Los datos de su identificación personal, ahora entiendo que es lo que me sonaba tan familiar.

Ambos comparten el mismo maldito apellido, Jeon.

Trato de retroceder lo más posible, alejándome, temiendo, pero la pared detrás de mi detiene mi marcha, además el banco es demasiado pequeño para continuar. JungKook aprovecha aquello y se coloca a horcajadas sobre mí, lo cual hace que se me erice la piel, junto al gruñido que sale de sus labios.

¿Qué fue lo que hice? Me cuestiono sin respuesta alguna, por supuesto, como siempre.

Siento su respiración en mi oído izquierdo y agacho la cabeza, sus manos se colocan en mi cintura y con sus dedos me acaricia la piel por sobre la ropa, me encojo más en mi lugar y mi rostro choca contra su pecho, dándome la oportunidad de conocer el magnífico aroma que ahora posee. Es extraordinario, embriagador y excitante, todo a la vez, haciendo que mi mente se nuble por un momento.

-Hueles muy bien mi conejita...- Susurra en voz demasiado baja, pero provocándome un tenue escalofrió. Su aliento es frio, casi glacial, ha ocupado el mismo apodo que le puse.

Se remueve un poco encima de mis piernas, hasta que encuentra una posición cómoda, en la que literalmente está sentado sobre mis piernas como un niño pequeño, haciéndome sentir su temperatura, la cual resulta ser cálida contra mi piel, aun despide un poco de calor. Levanta mi rostro y yo estoy temblando, con malos recuerdos llenando mi mente.

Acerca su rostro hasta mi cuello, casi obligándome a mirar al techo. Mis manos están a los costados y hechas puño. Sé que JungKook no es aquel hombre, sin embargo no puedo evitar temerle.

Su lengua se pasea con timidez sobre la piel de mi cuello en una línea recta, mueve su rostro y después lo hace de manera diagonal, como si estuviese saboreando una paleta, pero sé que está buscando mi pulso o el mayor flujo de sangre. Vuelve a gruñir, no sé si molesto de que no poseo pulso o porque encontró lo que buscaba.

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