*Lauren pov*
Me encantaba ver la cara de las personas al ver su nuevo tatuaje, mucho más cuando los hacía yo. Me hacía feliz saber que había gente que apreciaba realmente mi trabajo.
Aquella chica que acababa de irse se veía conforme y segura con el atrapa sueños en su cadera, me había tomado el tiempo—como con todos mis clientes—de decirle y explicarle que hacerse un tatuaje era algo serio ya que lo tendría permanentemente, pero la mujer parecía emocionada por haber obtenido lo que quería y eso me dejaba con una sonrisa y un buen humor.Mientras acomodada y limpiaba un poco mi estudio y todo lo que había usado, sentí tres golpes en la puerta de mi espacio y antes de que pudiera decir “adelante” como toda persona normal para luego esperar a que alguien entrara, Vero entró como si el lugar fuera suyo.
—Hola, Laurenza.—Sonrió “adorablemente” cuando casi la asesino con la mirada. Odiaba que hiciera aquello de entrar sin permiso.
—Hola, imbécil. ¿Qué quieres?—Dije mientras acomoda el espejo de manos en un cajón.
—Bueno… Pues… Es que…
—Ve al grano, Iglesias.—Asintió.
—¡Es que ya quiero ir al hogar! Estoy emocionada, ¿y tu?—Sonreí asintiendo.—Bueno, entonces vámonos ya van a ser las seis.
Vero había estado emocionada toda la semana, no sabría decir quién lo estaba más.
Rápidamente tomé mi teléfono y mi buzo estilo canguro para enfundármelo antes de salir, busqué las llaves de mi auto y salí detrás de Vero.—Dinah, nos vamos. Cierra todo y recuerda para mañana traer el diseño que te encargué.
—Si, señora.
—Muy bien, me gustan las empleadas obedientes.—Ella estaba revisando algo en la computadora y levantó su vista a mi.
—¿Sabes? Te puedes ir a la…
—Eh. Sh.—La detuve.—No te quiero despedir otra vez.
Vero se reía a mi lado y Dinah me sacó el dedo medio antes de hacerle señas un chico que iba a tatuarse con ella, para que entrara a su estudio. Algunas personas que estaban esperando su turno se rieron también, bastante divertidos por la escena, la cual era bastante común en mi tienda.
Antes habíamos cargado todas las cosas en mi auto, así que simplemente debíamos subirnos y salir rumbo al hogar.
Vero me habló todo el camino, ya me tenía harta, puse música para que se callara un rato, pero me seguía hablando sobre cada canción. Así que simplemente me dediqué a escucharla y asentir a todo lo que me decía.
Media hora más tarde llegamos al lugar. El frente estaba pintado de un color blanco y en algunas partes ya no tenía pintura, la puerta se veía vieja y podía escuchar desde afuera los gritos y risas de algunos niños.
Sabía que el lugar sólo era digno y podía abastecer a no más de diez niños. Ahora, me había dicho la encargada del hogar, que sólo estaban a cargo de siete menores. La mujer sonaba apenada al hablarme por el otro lado de la línea hace semanas atrás, quizás sentía vergüenza de contar en las no muy buenas condiciones en la que ella vivían ahí.
Sinu, así se llamaba la mujer, me agradeció durante bastante tiempo cuando le aseguré que iría para llevarla algunas cosas como alimentos no precederos, juguetes, ropa y mi madre se habla encargado de dar una donación en dinero para el lugar, para ellos.
Luego de dar tres golpes en la puerta, Vero se rió a mi lado y la miré confundida.
—Ahí está el timbre, inútil.—Me señaló con la cabeza y solté una risa apretando el botón.