*Lauren pov*
Abrí los ojos al sentir que Emma se removía entre mis brazos comenzando a despertar y entonces lo hice también. Estaba un poco confundida y me tomó unos segundos recordar dónde estaba y porqué.
—Buen día, princesa.—Ella me dio media sonrisa volviendo a esconderse contra mí.—¿No quieres despertar aún?—Le acomodé un poco el pelo desordenado y las mantas que nos cubrían.
—Aún no.—Suspiró.—Gracias por dormir conmigo.—Escuché su voz ahogada contra mi ropa. Sonreí acariciando su cabeza y la abracé más cerca de mi cuerpo.
—De nada, amor. ¿Tienes hambre?—Pensé que diría que no, pero asintió.
—¿Hay panqueques?—Me miró desde abajo.
—Podemos hacer si eso quieres.—Miré la hora en mi teléfono. Era tarde. Ya había pasado el horario de entrada al colegio y bueno yo podía llegar tarde si quería.—¿Estás bien?
—Estoy triste.—Me dijo cambiando la mirada a una triste.—¿Podemos pasar el día juntas? Por favor.
—Claro. Vamos a pasar el día juntas.—Asentí de acuerdo.—Empecemos por preparar el desayuno, ¿quieres?
—Sí.
Hicimos panqueques juntas, literalmente la cocina era un completo desastre luego, pero podía solucionarse. Dejamos todo listo y ella me obligó a ir a despertar a Camila, que en realidad estaba despierta dándole de su pecho a nuestro bebé. La cama le quedaba enorme a ella sola y me sentí mal con pensar que lo había notado la noche anterior.
Mi hijo llevaba un pijama verde con bananas y parecía muy entretenido mientras comía sin parar.
—Hola, mi vida. ¿Cómo estás?—Emma se trepó sobre la cama y fue hasta Camila para darle un beso y a su hermanito.
—Un poco triste, pero ya va a pasar. ¿Verdad, mami?—Se giró a verme y asentí sin dudar un segundo. Eso le había dicho varias veces mientras cocinábamos.
Me había quedado parada bajo el marco de la puerta viéndolas. Camila no dejaba de besar la mejilla de nuestra hija que parecía muy entretenida viendo a Mateo comer.
—Hicimos panqueques, café y chocolate caliente para mí porque soy pequeña para tomar café.—Le contó.
—¿Sí?—Emma asintió.—Me imagino que la cocina debe estar impecable tal cual la dejo siempre.—La niña me miró y no pude evitar reírme.—Oh por Dios. Ya me estoy imaginado…
—Podemos limpiar, ¿verdad, mami?—Asentí entrando a la habitación cuando Camila comenzó a levantarse de la cama.
Cargué a Mateo que estaba completamente despierto, tenía los ojos grandes y la boca entre abierta, sacaba la lengua y apretaba las manitos en un puño. Era tan hermoso. Me pasé algunos segundos con mis labios sobre su mejilla dándole besos mientras Emma le contaba a Camila lo que habría para el desayuno. Él seguía con la boca abierta y tenía una vaga sonrisa en sus pequeños labios rojos. Era tan pequeño que me daba miedo hacer cualquier cosa y que eso lo lastimara de alguna forma. Siempre lo miraba no me creía que estaba ahí, que estaba con nosotros y era un bebé sanito a pesar de todas las dificultades que Camila había tenido durante el embarazo.
Al menos yo estaba con más humor, me sentía un poquito mejor también y Camila parecía haber olvidado el enojo y todo lo que pasó porque me había mirado incrédula cuando entró a la cocina, halagó mis panqueques y se rió cuando dije algo gracioso para Emma.
No sé que estaba pasando, pero estaba teniendo una mañana tranquila y esperaba a que el día terminara igual.
Creí, en realidad, que todo estaba bien entre Camila y yo, pero no, al parecer habría una cierta tensión aún. Cuando estuvimos solas una vez que Emma fue a su habitación para sacarse el pijama, el silencio nos invadió. Me levanté incómoda para ordenar la mesa y limpiar el desastre que había hecho. Camila había intentado ayudarme, pero en voz baja le dije que estaba bien y yo podía. Así que me dio una mirada antes de ir con nuestra hija que la llamaba desde su habitación.