*Camila pov*
Había dejado a Lauren con Ian en la cama mientras me daba una ducha antes de ir a preparar el desayuno para Emma que en una hora debía levantarse para ir al colegio.
Llevábamos dos semanas con nuestro bebé en casa y todo iba perfecto. Él se portaba bien y apenas se sentía por la casa porque realmente era demasiado tranquilo y mientras estuviera lleno y limpio no molestaba.
Lauren estaba como boba, literalmente todo el tiempo estaba con él, lo hablaba, lo besaba, cuando no estaba en casa me llamaba, me escribía mensajes y cuando llegaba era imposible alejarla de nuestro bebé. Estaba enamorada, ambas lo estábamos de nuestro hijo.
Emma parecía feliz, incluso más que nosotras. Ella siempre estaba diciendo que quería cuidar de su hermanito y lo hacía, cuando necesitaba que lo viera se quedaba a su lado sin moverse y lo hablaba de la misma forma que Lauren, porque la imitaba en todo. Emma era una niña demasiado buena y, sobre todo, desde que Ian había nacido, yo estaba más pendiente de ella, la atendía más de lo normal porque no quería que para nada se siente excluida. Es que los niños solían estar celosos cuando dejaban de ser hijos únicos y yo no quería que mi hija se sintiera así, de ninguna forma y nunca.
Con Lauren no dejábamos de incluirla en todo. Cada vez que nos sentábamos a hablar, cuando estábamos en la cama con Ian, cuando íbamos al jardín juntas siempre intentábamos que estuviera con nosotros, la hacíamos partícipe, la dejábamos que estuviera con el bebé. Le encantaba cargarlo, así que con cuidado siempre dejábamos que lo cargara, que estuviera cerca de él y me ayudara cuando quería.
Es que era una niña tan bonita y agradable que jamás soportaría verla triste por algo, mucho menos por celos o porque sintiera que ya no la queríamos de la misma manera. Eso nunca iba a pasar.
—¿Qué haces?—Me reí al salir del baño.
Lauren estaba de rodillas en la cama con Ian en pañales, quería ponerle un pantalón y no podía. Era una boba. Nunca podía con esas cosas, ni siquiera aprendía a cambiarle el pañal. Siempre terminaba enojada y diciendo que lo haga yo porque no podía.
—Quiero que use este pantalón.—Se rió intentando subirle de a poco, pero nuestro bebé se movía para todos lados haciéndole difícil el vestirlo.
—Espera, voy a darle de comer antes y luego voy a cambiarle el pañal. Todavía no lo vistas.—La escuché bufar mientras yo me peinaba rápidamente para poder ir con ellos.
—¿Te puedes quedar quieto un segundo?—Me recogí el pelo en un moño desordenado y fui hasta la cama.—A ver, jovencito.—Mi hijo soltó un grito haciendo que Lauren se riera mientras lo envolvía con las mantas.
Lo había dejado solo en pañales y una remera mangas cortas. No importaba porque la calefacción siempre estaba encendida dentro de la casa y estaba agradable.
—Ven aquí.—Sonreí cargándolo y Lauren se acostó a mi lado abrazándome y apoyando su cabeza en mi hombro.—Despacio. Eres un cerdo.—Le acomodé las mantas mejor.
—Como yo, ¿Verdad?—Me reí mirando a Lauren.
—Sí, como tú.—Le besé la frente.—¿No piensas trabajar hoy?
—No, me traje el trabajo de la empresa a casa, así que voy a estar con ustedes por la mañana. En la tarde voy al estudio hasta la noche.—Asentí.—¿Por qué preguntas?
Negué bajando la mirada a mi hijo y suspiré.
—¿Quieres que me vaya y así estás sola?—La miré con las cejas fruncidas y volví a negar otra vez.
—No, amor.—Puse mi mano sobre la suya que estaba sosteniendo de alguna forma a nuestro bebé desde abajo.—Solo te preguntaba. Yo voy a salir un rato después de dejar a Emma en el colegio.
—Yo voy a llevarla y después puedo llevarte a ti. ¿Dónde vas?—Desvié la mirada a mi hijo otra vez y no dije nada.—¿Qué pasa?
—Nada.—Intenté sonreír.—Quiero ir sola.
—¿Dónde vas a ir?—Estaba seria.—Te llevo, tú no puedes andar tanto, todavía no estas recuperada. Te lo dijo el médico.
—Ya sé, pero…—Tragué saliva intentando pasar el nudo en mi garganta y ella se levantó para poder estar más cerca de mí.
—Camila, ¿Qué pasa?—Me sacó la mano que había llevado a mi rostro para cubrirme porque no quería que me viera llorar.—Háblame. ¿Qué está mal? No llores.
—Hoy es el cumpleaños de mi papá.—Dije dándole una rápida mirada a mi hijo.—Y quiero ir al cementerio, quiero decirle algunas cosas que siempre quise decirle, quiero que vea que se equivocó mucho conmigo.—Respiré hondo intentando calmarme.—Quiero estar con él y quiero llevar a Ian.
—Está bien.—Me limpió las mejillas y me miró preocupada. Sé que odiaba verme llorar.—Yo puedo…
—Quiero estar sola.—Le dije.—No te enojes, por favor, pero quiero estar sola. Quiero hacer esto yo sola.—Asintió. Había cierta desilusión en su mirada y me odiaba por eso.
—Sabes que estoy para ti si me necesitas, mi amor.—Asentí.—Al menos déjame llevarte. Voy a esperarte afuera todo el tiempo que necesites. No quiero que andes sola con él.—Me dio un beso en la mejilla.—No llores. No me gusta verte llorar.
—Perdóname. No quiero hacerte sentir mal.—Negó restándole importancia.—Te amo.
—Y yo te amo a ti.
—Lo siento, aún estoy sensible.—Nos reímos y después me volvió a besar.
Yo no me sentía bien aquel día, pero ella no tenía la culpa de nada, ni mis hijos, por eso “estaba bien”. Si no hubiésemos tocado el tema jamás le habría dicho, jamás hubiese llorado, pero Lauren era tan atenta y siempre me entendía.
—¿Crees que él y yo… podríamos compartir un poco?—Me miró los pechos y solté una risa limpiando mis mejillas para sacar todas las lágrimas.
—No.—La empujé con mi brazo y sonrió.
—¿No tienes ganas?—Se mordió el labio y la miré frunciendo el ceño.—Yo sí… ¿Qué? Bueno, lo siento por desearte tanto.
—Acabo de tener un bebé. ¿En serio me preguntas eso cuando sabes que no podemos?
—En realidad—Levantó una mano al aire.—Sí podemos hacer algunas cosas, ¿quieres que te muestre cuales?—Negué.
—Aléjate de mí, loca.—Le tomé la mano a mi bebé y le di un beso allí ganándome una sonrisa de su parte.
Dios mío. Había dejado de comer para sonreírme. Me volvía loca cuando veía que hacía eso, cuando me sonreía, cuando me miraba o me apretaba el dedo con su pequeña manito.
—Me voy a morir con ustedes.—Lauren murmuró bajando la cabeza para darle besitos a Ian y luego me besó en los labios a mí.—Gracias por darme un mini tú tan hermoso.
Me reí tomando su mejilla con mi mano para acercarla a mi boca.
Todavía no me creía que estábamos tan bien otra vez, que teníamos un hijo sano y precioso con nosotras.
No me creía que me estaba pasando que el amor de mi vida me daba una vida perfecta y me hiciera feliz.
Quizás no me lo creía porque había escuchado tantas veces que nunca tendría nada similar a esto. Todavía no caía.
**
Emma había cambiado su mal humor después del desayuno. Es que Lauren la había despertado con besos y le había mordido la mejilla, mi hija era demasiado dramática cuando quería y así que había llorado porque “Lauren le había hecho daño”, luego se enojó porque no quería que la ayudara, porque no quería que Lauren le comiera el desayuno y mi esposa tan tarada le hacía cosas a propósito para escucharla gritar y después pedirle perdón.
Tenía dos niñas y un bebé recién nacido en casa.
Cuando nos despedimos de Emma después de dejarla en el colegio nos hicimos camino al cementerio. Lauren iba en silencio, apenas había hablado algo mientras yo veía por la ventana y de a ratos observaba a mi bebé que dormía en la sillita.
El día no era bueno, estaba nublado, hacía un poco de frío y el otoño se acercaba de a poco y se notaba en las hojas de los árboles.
Estaba nerviosa. No sé porqué estaba nerviosa. Quizás era porque después de algunos meses iba a hacerle frente otra vez a mi padre.
Yo no solía venir seguido al cementerio porque no me gustaba. Venía en fechas especiales o cuando necesitaba decirle algo. Aquel día lo hice porque necesitaba decirle algo importante y porque era su cumpleaños.
—Amor.—Sentí que Lauren puso su mano sobre mi rodilla y me giré a ella.—Llegamos.—Ni siquiera me había dado cuenta de eso.—Te espero aquí. Tómate el tiempo que sea necesario.—Asentí comenzando a desabrochar el cinturón.
Bajé del auto y fui por Ian, lo saqué de su sillita con mucho cuidado y lo envolví bien en las mantas que tenía. Estaba abrigado, pero prefería que estuviera más cálido.
Lauren me miraba desde adentro del auto y movió sus labios diciéndome “Te amo” antes de que me vaya. Desde ese momento ya sentía las lágrimas acumuladas en mis ojos porque ella era tan linda y yo la amaba tanto, pero tanto.
Solté un suspiro cuando estuve frente a su lápida gris. Tenía flores. Él odiaba las flores, pero probablemente mi madre las habría dejado a propósito porque siempre le había divertido hacerlo enojar con esas cosas tontas.
—Hola, pa.—Me había sentado sobre el césped con las piernas cruzadas debajo de mí y con Ian entre mis brazos.—Feliz cumpleaños.
Miré hacia abajo y vi a mi hijo acurrucado entre mis brazos, apenas podía moverse por toda la ropa que le había puesto Lauren para que no tuviera frío, las mantas eran tres juntas y apenas se le veían las mejillas porque tenía una manito con guante sobre su cara.
—Perdón por no venir durante meses. Estaba bastante ocupada con algo importante y ahora quiero que conozcas a alguien.—Sonreí.—Se llama Ian, éste bebé pequeñito y lindo es mi hijo. Nació hace dos semanas después de hacerme sufrir demasiado, pero lo que importa es que está conmigo y ambos estamos muy bien después de todo… Es el ser más precioso que vi en mi vida, papá. Es hermoso y tiene ojos grises. Es igual a mí, pero con ojos grises. ¿Ves que no tenías razón? Otra vez te equivocaste.
Las primeras lágrimas cayeron por mis mejillas y no aparté la mirada de mi hijo en ningún momento.
—Te equivocaste mucho, en todo. ¿Recuerdas? Me dijiste que una mujer no iba a darme nada, que no iba a ser madre, que no iba a ser feliz porque no iba a tener a un hombre en mi vida que me diera todo… No tenías razón. Nunca la tuviste y me hiciste tanto daño en vano.—Cubrí mi boca para que no se escuchara el sollozo, no quería despertar a mi hijo.—Pero… pero no importa ya, quería contarte que sí soy feliz y que tengo a una mujer en mi vida, es la persona más hermosa que me pasó, es el amor de mi vida y la amo con todo mi ser. Me dio todo lo que siempre soñé, me hace feliz y es una mujer. Tenemos una familia hermosa y fuimos mamás hace poquito. Lo superamos todo juntas y siempre salimos adelante de lo que sea.—Limpié mis lágrimas con el puño de mi campera de buzo.—¿Ahora te das cuenta? Estabas tan equivocado porque sí soy feliz con una mujer a mi lado.
Me quedé en silencio un momento y volví a limpiar mis mejillas.
—Ojala te sientas orgulloso de mí y de lo que soy. A pesar de todo nunca me olvidé de que algún día me dijiste que siempre luchara por lo que me hace feliz. Solo me lo dijiste una vez y nunca lo olvidé, incluso cuando me odiabas, nunca dejé de luchar por mí, papá. Ni por ti. Yo jamás te odié a pesar de todo el daño que me hiciste.
Ian estaba completamente dormido y quería abrazarlo, besarlo tanto por ser tan lindo y además me hacía bien tenerlo conmigo en ese momento.
—¿Sabes? Me encantaría que estuvieras aquí. Seguramente me estarías viendo serio y me harías sentir más nerviosa de lo que estoy, pero no me importaría porque de cualquier forma hubiese podido abrazarte. Quisiera abrazarte y decirte que te quiero y que jamás te guardé rencor por nada. Me hubiese encantado escuchar que estás orgulloso de mí, verte cargar a mi hijo o jugar con Emma.—Tragué saliva.—Ella es mi otro amor, es mi hija del alma, pero la amo como si fuera mía. Es la alegría de la casa y de la familia. Se quedó sola y con Lauren la quisimos, lo logramos y ahora estamos felices con ella porque es una niña maravillosa. Ojala pudieras estar aquí, estoy segura de que Emma sacaría lo mejor de ti, que haría ser el hombre maravilloso que fuiste siempre aunque no estuvieras conforme.
Sentí que una gota cayó del cielo y suspiré.
—Creo que es hora de irme porque va a llover.—Busqué en mi bolsillo lo que había llevado.
Dejé a mi hijo sobre mis piernas mientras dejaba una foto de Ian sobre su lápida, la pegué con cinta justo al lado de una donde nos veíamos Lauren, Emma y yo.