*Lauren pov*
Pasé la toalla por mi cara y al bajarla me vi en el espejo, tenía los ojos hinchados y cansados de llorar. Me sentía triste y enojada porque Camila estaba siendo tonta, ella no debía decir esas cosas. Era tan injusta con ella misma.
Al abrir la puerta del baño me detuve y miré hacia abajo, Emma estaba sentada con sus piernas cruzadas debajo de ella viéndome, se paró rápido y dio dos saltitos para que la levantara, así que la cargué en mis brazos y apenas lo hice sus brazos envolvieron mi cuello.
—Mamá, ya no estés triste. No quiero que llores, ni que pelees con mami, ni que grites y ella llore. Además mi hermanito le hace doler cuando se pone triste. ¿Tú quieres que a mi mamá le duela por culpa de mi hermanito?—Tenía una mano en mi mejilla mientras me abrazaba con un brazo.
Ella había estado llorando y yo me sentía horrible porque Camila y yo nunca habíamos ni siquiera discutido delante de ella y hoy había gritado y habíamos llorado ambas.
—Perdóname. Lo siento, yo no quería que mamá se ponga mal. Es que… nada, pasan cosas de grandes y yo me enojé y grité como nunca, yo jamás le grito a mamá. Solo estaba triste, pero ya se me pasó.—Le di un beso en la mejilla para tranquilizarla.—Lo siento.
—Entonces si ya no estás enojada, ¿Puedes por favor ir con mamá y darle besitos para que ya no esté triste y mi hermanito no le haga doler?—Tenía la mirada hacia abajo y hablaba en voz baja. Me partía el alma y quería llorar, pero a la vez me ponía feliz tenerla en mi vida y que fuera así.—No me gusta que llore, ni tú.
—Sí.—Dije suavemente.—Yo iba a ir con ella ahora porque tampoco me gusta verla triste.
—También podemos ir a comprarle chocolates y un rosa para que ya no esté triste. Ademáslos con tus besos ya va a estar feliz otra vez.—Me miró a los ojos y lo admitía, lo aceptaba, los ojos marrones me volvían loca y los suyos no era excepción.
—Bueno.—Asentí.—Creo que es buena idea y va a sentirse mucho mejor y feliz si le damos una sorpresa, ¿Por qué no vas a tu habitación y te pones las zapatillas, una campera y luego vamos?—Asintió emocionada y la dejé en el piso.
—Te quiero.—Me dijo antes de darme un beso fuerte en la mejilla.
—Y yo a ti.—Se rió feliz saliendo de la habitación y me mordí el labio yendo a buscar uno de mis buzos antes de salir de la habitación.
Camila estaba en el lavadero porque la luz estaba encendida y la puerta entre abierta. Así que entré y rápidamente se giró a mí, tenía la nariz roja por haber estado llorando, así que me apresuré por ir hasta ella y antes de que dijera algo, la besé. Había detenido sus palabras con el beso y luego de algunos segundos se alejó apoyando su frente contra la mía mientras soltaba un sollozo.
—Shh. Basta.—Negué limpiando sus lágrimas.—No quería gritar, no quería hablarte de esa forma. Sabes que nunca lo hago. Perdóname. Perdóname, no llores.
—Deja de pedirme perdón, no hiciste nada. Yo soy la que debe hacer eso por ser tan tonta.
—Está bien… entiendo que no estamos pasando un buen rato, sé que te sientes mal igual y que quisieras que las cosas fueran diferentes, pero quiero que entiendas que nunca me arrepentí de nada de todo lo que pasamos juntas y mucho menos de esto. Por Dios, Camila, es mi hijo y estamos luchando por él, por ti. Eres una mujer fuerte y valiente, debes sentirte orgullosa, mira, en apenas semanas vamos a tener a nuestro bicho con nosotras gracias a ti. A ti, ¿entiendes?
Asintió viéndome como una niña pequeña que acababa de ser regañada.
—No quiero volver a escucharte hablar de esa forma de ti porque no eres estúpida. Eres lo suficiente mujer y estás soportando y luchando mucho para salir adelante. Valora eso, fíjate en esas cosas hermosas que haces, eres una esposa y madre perfecta, eres una persona preciosa y que siempre salió adelante con todo lo que viviste, ¿Te atreves a llamarte estúpida y otra cosas?—Negué.—Te elegí una vez y aún así después de todo te volvería a elegir una y mil veces sin importar lo que tengamos que superar juntas. No me importa ir contra el mundo entero por ti, ¿entiendes? Te amo. No llores más.
