*Camila pov*
Entré al estudio de Lauren sintiendo varias miradas en mí porque había muchas personas esperando para ser atendidas.
Vero que estaba despidiéndose de un cliente me vio y me sonrió mientras se acercaba a mí que iba directamente a la oficina de Lauren.
—Hey. Qué sorpresa verte.—Sonrió.—¿Todo bien? ¿Qué haces por acá?
—Hola Vero. Todo bien.—Me pasé una mano por el pelo viendo hacia la puerta de Lauren.—Vine a ver a Lauren. Tengo que hablar con ella…—Hizo una mueca cuando la nombré.—¿Qué pasa?
—Tiene un humor terrible y además está en una reunión. Será mejor que la esperes, no creo que esté contenta después.—Asentí viendo a mi alrededor.—Tengo un cliente. ¿Te quedas entonces?
—Sí, por supuesto. No puedo irme sin antes hablar con ella.—Dije con cierta pena y estuvo de acuerdo.—Tú no te preocupes, ve con lo tuyo.—Me sonrió antes de irse.
Estuve unos quince minutos esperando a que mi novia saliera de su oficina y no lo hacía. El lugar seguía estando con gente y los minutos parecían hacerse horas porque no pasaban nunca.
Finalmente miré a mi alrededor y a la secretaria de Lauren que estaba demasiado ocupada en su computadora por lo que no me estaba prestando atención. Entonces entré a la oficina de Lauren abriendo la puerta un poco y lentamente. Mis ojos fueron directamente a una chica que se le acercaba para besar su mejilla y ambas sonrieron cuando esa se alejó.
Los ojos de Lauren se encontraron con los míos y su sonrisa se borró de repente. Maldición. Estaba enojada y encima que me tenía que tragar las putas ganas de arrancarle los pelos a esa estúpida que le daba un beso a mi novia en la mejilla y encima se sonreían.
—¿Entonces ya puedo ir?—Lauren fijó su mirada en ella asintiendo.—Perfecto, gracias otra vez.
Cuando se dio la vuelta por fin se dio cuenta de que estaba allí y le dio una mirada curiosa a Lauren mientras tomaba algunos papeles del escritorio de mi novia y luego iba por otros en una mesa que estaba en un rincón.
—¿Quién te dejó entrar?—Dijo en voz baja Lauren mientras yo pasaba mis brazos por si cintura.
—Yo.—Dije simplemente. Vi como levantaba la mirada a esa chica y me giré también para verla ir hasta la puerta con una sonrisa en sus labios. Estúpida.—¿Quién es?
—Estaba en una reunión. No puedes entrar así nomas.—Negó.
—Me dijiste que podía entrar cuando quisiera y no importaba. ¿Recuerdas?—Suspiró aún sin mirarme y sacó mis brazos de su alrededor para ir hasta el frente de su escritorio donde se sentó pasando ambas manos por su cara.
Tenía la mandíbula apretada y el rostro serio. Me quedé un momento observándola. Estaba que me daba un infarto con la ropa que tenía puesta. Llevaba pantalones estilo militar y una remera negra de mangas cortas que se ajustaba a su perfecto cuerpo y dejaba ver sus brazos tatuados y firmes porque se entrenaba bastante. Dios. Me iba a morir.
—¿Para qué viniste?—Su voz era para nada amable mientras miraba al frente.
—Para hablar contigo… No me hables así, amor.—Mi voz se suavizó mientras me acercaba a ella.
—¿Quieres que te recuerde como me trataste hace dos noches tú? Vamos, Camila. No me jodas. Estoy harta de que juegues conmigo.—Sonaba enojada pero sabía que le dolía cada palabra, incluso más de lo que me dolía a mí.
—Perdóname.—Hablé en voz baja.—Yo no quería…—Negó suspirando y me acerqué a ella poniéndome entre sus piernas y abrazándome a su cintura con ambos brazos escondiendo mi rostro en su cuello.—Si pudiera salir corriendo te hubiese salido a buscar a penas te fuiste pero me sentía mal, estaba cansada, incluso me sentí mareada cuando te quise seguir.—Sentí mis ojos llenarse de lágrimas y me mordí el labio para no llorar. Ella ni siquiera me tocaba mientras yo estaba aferrada a su cuerpo.