Capítulo I.

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Siento frío, la luna me observa con curiosidad como sintiendo mi miedo, camino con inseguridad o lo apropiado es decir que vagaba. Abrazo mi propio cuerpo como buscando consuelo, un intento por demás fallido. Tiemblo y me pregunto una y otra vez cómo es que llegue aquí, mi mente esta confusa y juega un juego que no quiero seguir de preguntas sin respuestas. No recuerdo claramente lo que pasó, solo queda en mí un estremecedor frío que entume mis sentidos, dejándome aturdido pero con la certeza de que debo seguir, avanzar sin detenerme y sin importar qué, no debo mirar atrás.

Mi cuerpo resiente cada paso, estoy consciente del estado en que me encuentro, pues aún con el aturdimiento puedo percibir el dolor de las heridas escociéndome, lo que me hace pensar que estoy en una situación peor de lo que quisiera admitir. Miro a mí alrededor con la vista perdida sin saber bien a donde ir, no hay nadie alrededor y eso no hace más que incrementar mi miedo, estoy confundido y sin saber que hacer pero el miedo y un mal presentimiento no me han abandonado ni un solo instante.

Comienzo a recordar lo que sucedió, como una película vieja que no logro enfocar, empieza a surgir una neblina que cubre mi razón con grotescas imágenes. Estoy seguro de que hubiera sido mejor no hacerlo, quizás me hubiera intrigado al borde de la ansiedad, pero nada se compara con recordar aquello. Las imágenes viene en cascada aún cuando no quiero saber más, siento las nauseas hacerme doblar el cuerpo obligándome a apoyarme en un viejo árbol que estuvo a mi alcance para que mis rodillas no golpearan el suelo, estoy agotado.

Siento las pocas fuerzas que conservaba abandonar mi cuerpo, dejándome a mi suerte peleando con la inconsciencia que amenaza cada vez más en arrástrame hacia sus fauces. En medio de mi pelea contra la inconsciencia que estaba por demás perdida, logro distinguir un sonido que me obliga a levantar la mirada. Eran pisadas.

Ahí me encontraba yo en el suelo recargando mi cuerpo contra un árbol, el mismo que minutos antes use de apoyo para no caer, aunque ahora veo que de igual manera termine en el frío suelo. Desde donde estoy logro distinguir una figura aproximándose a mí, mi mirada se hace cada vez más borrosa seguramente por la pérdida de sangre y el cansancio, pero aun así mi cuerpo se las arregla para tensarse en un reflejo casi instintivo. Enseguida a mi mente llegan esas horribles imágenes de nuevo, esos recuerdos, provocando que un escalofrió me recorriera la espina dorsal despertando el dolor de cada herida como un recordatorio de lo que había ocurrido.

Cuando logré comprender mi situación gracias a una voz dentro de mí que me alertaba sobre el peligro fue tarde, unos profundos ojos negros como puertas al abismo me miraban con detenimiento casi con curiosidad estando solo a escasos centímetros de mi rostro. Como broma cruel del destino que al parecer le gusta gastar, la suerte que había tenido para mantenerme despierto hasta ese momento se acabo. Lo último que recuerdo es una pequeña sonrisa de medio lado maliciosa y burlona, esos ojos negros y la oscuridad consumiéndome.

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