Capítulo II.

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Iba de regreso hacia mi casa después del trabajo, caminaba con algo de prisa pues hacia ya bastante tiempo que había oscurecido, repasaba las últimas horas llenas de estrés aun irritado pensando en cómo no se me hubiera hecho tarde de no ser por el irresponsable de mi jefe, pues ser asistente de una de las diez auditorias mas prestigiosas del país no es algo que me desagrade, todo lo contrario es un trabajo bien pagado en donde me siento útil y cómodo. Tengo buenos compañeros de trabajo y realizo mis deberes con una sonrisa de forma eficaz y sin reproches, todo seria hermoso y maravilloso, de no ser por mi actual jefe. Llevo un par de semanas trabajando con él y es una persona insufrible. Su único maldito trabajo es revisar el papeleo que previamente yo he verificado, corregido y clasificado para poner su firma ¿Eso es mucho pedir? Hoy como otras veces dejó que se acumulara el trabajo que debía autorizar y como en todas las otras ocasiones tuve que quedarme hasta tarde a ayudarle a terminar SU trabajo.

En fin, no me describiría como una persona gruñona o fácil de sacar de sus cabales, mi familia me crio con la idea de dar tu mejor esfuerzo en todo y sonreírle a la vida... pero ese hombre, Derek Aldridge me saca de quicio, no puedo decir por qué.

Mientras iba desentrañando los misterios de la vida seguí con mi caminata hacia mi casa que quedaba varias cuadras más adelante, se que teniendo un trabajo donde me pagan bastante bien podría mudarme sin problemas a otro barrio mejor, no es que sea tan malo, pero sencillamente no te da la plena confianza de caminar por los alrededores de noche, sin temor a que algo malo te suceda. Justo iba pensando en esto cuando sucedió algo que me saco de mis pensamientos, dándome cuenta por fin de lo distraído que estaba por una calle poco concurrida. Alguien me sujeto del brazo obligándome a detenerme.

Mi cuerpo se tenso por instinto al tiempo que me gire para encarar a quien creía era un asaltante. Grande fue mi sorpresa al encontrarme con una cara sonriente de un chico de mi misma edad, unos 23 años, delgado, de cabello rubio ligeramente ondulado, unos cinco centímetros más alto que yo, ojos azules muy claros y de piel nívea, en lugar de la figura de un encapuchado con una mirada aterradora que ya me había formado en la mente.

La escena se congelo por un instante, yo mirándolo atónito y el aún sujetando mi brazo sin dejar de sonreír. Me di una bofetada mental para sacarme del asombro y me obligué a hablar para romper el incomodo silencio que esta peculiar escena había dejado.

– ¿Quién eres? ¿Nos conocemos? – Mirándolo detenidamente a la poca distancia a la que estábamos, me parecía familiar pero no lograba descifrar de dónde.

– ¿Ehhh? – Su sonrisa se desvaneció convirtiéndose en un puchero, bastante adorable a pesar de tratarse de un chico. Continuó con ese gesto mientras decía – No puedo creer que me hayas olvidado Kerem, si yo te reconocí en cuanto te vi, hasta cruce la calle corriendo para alcanzarte o ¿es acaso que he cambiado tanto? –

Su comentario no hizo más que confirmarme cuan distraído estaba, no darme cuenta de que alguien me venía siguiendo en una ciudad tan peligrosa de noche, solo hay que ver las noticias para saber cómo pudo haber terminado esto. Dejando un poco de lado mi autoregaño mental por lo descuidado que había sido, me puse a analizar el rostro del chico, buscando en mi memoria algún parecido con cualquiera de mis excompañeros de la universidad sin éxito, hasta que su cara de decepción me trajo a la mente mi infancia, un niño frente a mí llorando por un helado que yacía en el suelo. Abrí los ojos con asombro al darme cuenta, era mi amigo de la infancia, seguía teniendo esa cara y mirada infantil, aunque ha crecido bastante, debo reconocer que se ha convertido en un joven muy atractivo.

– ¡¿... Nathan?! – Sus ojos azules se llenaron de emoción cuando por fin pronuncié su nombre, debí haberme quedado mirándolo fijamente por unos minutos mientras que el rubio esperaba con ilusión que lo reconociera. Lo que me saco una sonrisa de inmediato pues sigue siendo una persona muy transparente con sus emociones, tan expresivo como un niño.

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