Capítulo IV

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Me sentía aturdido, alcanzaba a escuchar algunas voces pero no de forma clara, las escuchaba distorsionadas, a la lejanía. Sentía el frio concreto en una de mis mejillas, o eso deduje que era, poco a poco fui empezando a ser consciente de mi mismo. Abrí los ojos con pesadez, estaba un poco mareado así que no hubo más movimiento en mí que el de mis ojos abriéndose, sentí un dolor punzante en mi abdomen, entonces recordé la paliza que me dieron, entonces me limite por el momento a observar lo que había a mi alrededor desde el lugar en el que me encontraba, estaba en el suelo de lo que parecía ser una gran bodega, cuando me di cuenta de eso, me alarme.

¿Qué paso? ya no estoy en el auto... ¿Dónde estamos?... No... mas importante que eso... ¿¿Dónde está Nathan??

De inmediato el rubio vino a mi mente y como si mi pensamiento hubiera sido suficiente para invocarlo pude escuchar su voz, pero no fue algo tranquilizante, fue todo lo contrario, escuche un grito de dolor. Busqué la delgada figura de mi amigo pero no lo pude encontrar, aunque el grito de hace un momento me hizo entender que se encontraba justo detrás de unas enormes cajas que obstruían mi vista, al parecer la bodega era utilizada como un depósito. No entendía qué pasaba, dónde estábamos y mucho menos por qué, pero lo que sí sabía era que Nathan estaba detrás de ese muro de grandes cajas y estaba sufriendo, eso era suficiente para ignorar el dolor que sentía y las interrogantes que pasaban por mi cabeza hace unos momentos, la prioridad era evidente: ayudar a mi amigo, costase lo que costase.

Me incorpore de un salto tomando por sorpresa a los dos hombres que estaban a mi lado, supongo que estarían vigilándome, aunque es obvio que no lo hicieron bien, para mi sorpresa no me encontraba atado así que corrí sin darles tiempo de detenerme, rodee el muro que estaba frente a mí para encontrarme con un grupo de cuatro hombres alrededor de Nathan. Al prestar mayor atención a mi amigo, me di cuenta de lo herido que estaba, a simple vista se podía ver la terrible golpiza que le dieron, su rostro mostraba moretones, tenía una cortada arriba de una de sus cejas, el labio inferior roto que no dejaba de sangrar, sin contar su nariz rota que si bien recuerdo fue producto de la pelea por subirnos al auto, aunque ahora se veía mucho peor.

La imagen me paralizo, cuando note que sangraba de lo que parecía ser una apuñalada en el estomago, dos hombres lo sujetaban uno de cada brazo, mientras él permanecía hincado jadeando, seguramente tratando de recuperarse del último golpe que había recibido, escuche detrás de mí a los hombres que me seguían, lo que obligó a salir de mi asombro y moverme. Corrí hacia Nathan captando la atención de los dos hombres que estaban parados cerca del rubio, uno de ellos el más alto de cabello negro, tenía la mano formando un puño y los nudillos ensangrentados, por lo que supuse que fue él quien le hizo tanto daño a mi amigo, la ira recorrió mi cuerpo y rápidamente le lance una patada al estómago que casi sin esfuerzo fue bloqueada, cuando intente recuperar el equilibrio para lanzar otro ataque el hombre me sujetó con fuerza del cuello impidiendo que me moviera, me acerco peligrosamente a su rostro como tratando de observarme mejor, ahí fue cuando lo noté. Un par de ojos negros, nunca en mi vida había visto unos ojos tan oscuros, parecían dos puertas que llevaban directo al abismo pues aunque eran muy hermosos, eran terriblemente amenazantes. Un escalofrió recorrió mi columna estremeciéndome, quería que me soltara, que dejara de mirarme tan fijamente, estaba claro que intentaba intimidarme y por eso mismo aunque mi cuerpo temblaba, no aparte mi vista de la suya.

Me faltaba el aire por el fuerte agarre que tenia sobre mi garganta y creo que él lo notó porque en un movimiento disminuyo la fuerza que ejercía en mi garganta y me lanzo al suelo, fui sujetado inmediatamente por los dos hombres que me seguían, al parecer estuvieron observando estáticos la escena hasta que fui lanzado hacia ellos, en una señal de que me mantuvieran quieto. Al fin Nathan levanto la mirada, sus ojos azules se toparon con los míos mostrando sorpresa y llenándose de lagrimas que se negó a derramar agachando de nuevo su cabeza.

No podía seguir viéndolo así, yo que siempre trate de protegerlo cuando éramos niños, no podía verlo por más tiempo en esas condiciones, estaba sufriendo justo frente a mí y por más que intentaba liberarme de mis captores no lo lograba, nunca antes me había sentido tan impotente, quería deshacerme del agarre de esos hombres y molerlos a golpes a todos, sin embargo me faltaba fuerza, imploraba por la mas mínima oportunidad de salvar a mi amigo, cada forcejeo me provocaban un dolor punzante en las extremidades pero no me rendiría, saldríamos de aquí. Sin importar que, no dejaría que la desesperación se apoderara de mí, tenía que ayudar a Nathan, aunque la vida se me fuera en ello. Le lance una mirada llena de furia al hombre de ojos oscuros cuando note que aún me observaba, casi estudiando mis movimientos, supongo que se divertía viéndome fallar al tratar de liberarme.

– No te preocupes Nathan, saldremos de aquí. – Le aseguré con toda convicción, mi mirada no titubeaba pues estaba dispuesto a todo para cumplir lo que acababa de decir y Nathan que había levantado la mirada para observarme estoy seguro que comprendió mi promesa de cierto modo, prueba de que somos tan cercanos y nos conocíamos bien, era que éramos capaces de leer lo que había en nuestros pensamientos con tan solo una mirada, o eso creí ya que lo siguiente que me mostraba su mirada me pareció indescifrable.

Soltando las lagrimas que con tanto esfuerzo había logrado contener, Nathan me miraba con una expresión suplicante – ... Lo.. lo si..ento... – las palabras salieron entrecortadas en un susurro que apenas pude escuchar, aunque no entendí porque se disculpaba, no tuve mucho tiempo para meditarlo porque entonces el intimidante hombre de ojos oscuros se inclino a un lado de él para sujetarlo bruscamente del cabello, obligándolo a verlo directamente a los ojos mientras hacia la sonrisa mas escalofriante que jamás en mi vida había visto, consiguiendo que se me helara la sangre, reflejaba maldad pura.

– Por fin te has doblegado, mostrándote tan estoico hasta hace unos minutos, creí que esto tardaría mas, pero te lo agradezco me has ahorrado el continuar con esta cálida introducción. Ahora es hora de pagar. – El azabache lo dijo en un tono grave lleno de peligro, pronto deshizo su sonrisa para mostrar una expresión seria, el pánico entonces comenzó a invadirme, tenía un muy mal presentimiento, una sensación de opresión en el pecho que no me dejaba respirar, sabía que con aquellas palabras ese hombre había sentenciado a mi amigo.

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