07. Cosmogonía desconocida (II)

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—Y ahora está usted aquí —terminó su relato el director Weissman, abriendo los brazos con gesto acogedor.

Eso fue como reventar la burbuja del hechizo en que me había sumido. Las palabras de su explicación, volando de forma continua por la habitación, me habían mantenido tan absorta que prácticamente me había olvidado hasta de respirar. Pero del impacto a la fe instantánea hay un buen trecho.

—Una historia bastante entretenida —bufé— ¿Para cuándo la película?

Aquel relato era como despertarte un día, ver que el mar estaba hecho de leche y que todo el mundo dijera que no era ninguna novedad, que siempre había sido así... ¡Claro que no me lo creía!

Y aún así, mi incredulidad no pareció ofenderle:

—Tampoco espero que lo asimile de forma instantánea —intentó tranquilizarme.

— ¿Asimilar qué? —Ya era suficiente de tantas idas y venidas. Las tonterías tenían un límite y mi calma uno mucho menor— No sé qué parte de todo eso me ha parecido más absurda ¿Qué tal esa de que el mundo moderno es una especie de... de experimento a gran escala dirigido por magos interdimensionales?

Ya, ya. Había visto cosas ese mismo día que decían a gritos que él podía estar siendo sincero, pero claramente estaba probando los estados del Modelo Kübler-Ross uno a uno.

—Bueno, magos entre otras muchas especies.

Esa frase hizo que a la moto del primer estado (la negación) se subiera el segundo (la ira):

— ¡Cierto! Se ha llenado la boca hablando de "especies más antiguas y sabias" ¿Cómo cuáles? ¿Vampiros?

—Sí.

—Claro, claro. Y si existen los vampiros supongo que también lo harán los hombres lobo —comenté sin ánimo de ocultar mi ironía.

—Licántropos —escuché puntualizar a Drake sin atreverse a meter demasiada baza en la instrucción que me brindaba Weissman.

—El señor Redfang tiene razón —apuntó el anciano—. El término correcto es "licántropos". Usar otro puede llevar a... confusiones desagradables.

¿Confusiones? Confusión era la que tenía yo encima ¿Qué narices importaba el término? Un hombre lobo era un hombre lobo.

Pese a ello, dejé que otras preguntas surgidas de mis años de educación en un orfanato cristiano que se abrieran paso entre las demás:

—Entonces seres como, no sé... ¿ángeles o demonios?

—Existen —Una confirmación firme y rotunda que maldije en mi mente, pues su existencia significaba también que...— Y ahora mismo se está preguntando si eso implica que su Dios judeocristiano existe ¿Verdad?

Vale, aquel anciano de aspecto pulcro y señorial me acababa de leer la mente palabra por palabra. Pero hay que entenderme: si de verdad Dios existía y todas sus normas y prohibiciones tenían validez, sin duda alguna yo ya tenía el billete sacado para un destino bastante cálido en la otra vida.

— ¿Es tan evidente? —Pregunté dubitativa.

La expresión tranquilizadora del director no tardó en acudir al rescate.

—Puede estar tranquila. Es cierto que ese "Dios" existe, pero no es único, absoluto en ninguno de los sentidos, omnipresente o todopoderoso; ni tan siquiera tendrá poder sobre su alma si usted no se lo concede.

Esa parecía una afirmación compleja y difícil de entender, sobre todo porque contradecía todo lo que me habían enseñado desde pequeña. En ausencia de la calma e intención para reflexionar sobre ella, mis nervios e impulsividad me empujaron a seguir con mi lista sin sentido:.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora