19. Siempre es posible hacerlo peor (II)

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—¿Cómo es eso de que podría haber muerto? —Casi me resbalo sobre el escritorio al oírlo. Nadie había mencionado esa parte del ejercicio cuando me había prestado a realizarlo.

La profesora Silver indicó que bajara el volumen en un gesto digno de una bibliotecaria antes de explicarse:

—El caso es que, como seguramente habrás comprobado, el aislamiento total no es una sensación agradable de buenas a primeras —Sí, mi pulso todavía acelerado lo sabía muy bien— La tolerancia de algunos individuos a ello es menor, induciéndolos a perder la calma y herirse a sí mismos en un intento de sentir algo. Eso, con los receptores de dolor desactivados, puede... complicarse.

Me quedé mirándola con mis ojos castaños abiertos como platos.

—No le des tanta importancia, era una posibilidad remota. Además, ¿acaso crees que la permitiría? —Ahí llevaba razón, seguro que a Weissman no le haría gracia enterarse si alguno de sus profesores mataba a un alumno por accidente.

—Pues una advertencia antes de empezar no habría venido mal —critiqué.

—¿Para qué? Ya te lo he dicho, no lo has hecho mal. Has mantenido la compostura, algo es algo.

No parecía que Angie tuviera malas intenciones, pero eso tampoco significaba que me gustase su modo de proceder.

—Vale, vale, pero si existía ese peligro ¿Por qué empezar con esto? ¿No había algún otro ejercicio ligero de calentamiento antes de lanzarme al horrible pozo de la sinrazón?

—Bueno —se justificó mientras martilleaba con los dedos sobre la tapa de uno de sus libros—, normalmente los alumnos no necesitan pasar por esto, pues llegan aquí con una capacidad de percepción y manipulación de la existencia considerables, pero en casos especiales...

Estaba claro alrededor de qué planeaba su insinuación: del secreto asunto de mi humanidad.

—Como el mío —murmuré.

Asintió.

—En esos casos hay que empezar por lo básico. Por ejemplo: ¿Sabes qué es lo que generalizamos como "magia"?

Vaya por dónde, esa repuesta me la sabía:

—Utilizar el control de nuestra propia existencia para manipular otras —repetí letra por letra las palabras de mi padre adoptivo.

Angie no se sorprendió al oírlas.

—Es la idea general ¿Pero sabes qué significa eso?

Ahí me había pillado. Le había dado vueltas a varias teorías en los últimos días, pero seguía sin tener la más remota idea.

Al notar que no iba a obtener una respuesta de mí, la profesora hizo un movimiento de látigo con la mano que sostenía el volumen donde había guardado la esfera y éste quedó flotando a nuestro lado mientras emitía un tenue fulgor blanquecino.

—Todo cuerpo guarda energía en su interior por el mero hecho de existir. Yo la llamo maná; Nayra, éter; Sun, Qi; también hay quien la denomina energía primigenia, universal, atómica; otros prana, kei... Tiene mil nombres, pero todos aluden (unos con más acierto que otros) a lo mismo, a la esencia básica que alimenta toda existencia, el alma.

Se me ocurrieron varios chistes sobre alcanzar un consenso con la nomenclatura, pero me los guardé. No parecía el momento adecuado ni aquella una explicación fácil de seguir. Para ilustrarla, el libro volador se abrió en el aire y separó una de sus hojas. Angie, por su parte, continuó con el tema:

—Pero aunque el maná esté presente en todo, se mantiene a una intensidad muy baja, lo cual hace casi imposible percibirlo con los cinco sentidos básicos.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora