30. Redfang (I)

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Para que entiendas lo que voy a contarte he de remontarme al principio de los tiempos... No me mires así Diana, tiene su porqué.

Se cuenta que el primero de los dragones, Huang Long "El Emperador Amarillo", vagó en soledad durante eones buscando el propósito a su existencia. Sólo tras visitar infinidad de mundos sin hallarlo, descubrió en el vergel de especies de la Tierra un lugar donde descansar.

Sin embargo, a pesar de haber encontrado un hogar rebosante de vida, seguía sin haber nadie como él.

Para aliviar el cruel desamparo que lo atenazaba por dentro decidió partir su alma en dos, creando así una compañera con quien compartir las delicias de la vida. Nació así "La Emperatriz de la Tormenta" Ying Long, y cuando ambos se miraron a los ojos comprendieron que el otro era su razón de ser, dando lugar a la primera impronta.

Mas su felicidad fue tan pasajera como lo es la vida. Ambos se habían ganado un lugar de honor entre los habitantes de la Tierra debido a su actitud pacífica e inigualable poder (cultivados a través de una larga existencia), pero su propia estirpe lo puso en peligro. Dos Long adultos y sabios no representaban un peligro para las demás especies; no era el caso de su incontrolable heredera, quien poseía todas las capacidades de sus progenitores sin su contención.

Comprendiendo el delicado balance que reinaba en la Tierra, la pareja decidió repartir su poder a la hora de procrear, creando así seis estirpes de dragones más cercanas a las demás especies: Los dragones rojos, azules, verdes, marrones, negros y blancos; heredero cada uno de una fracción de su magia.

Como ambos sabían que un número elevado de esos nuevos dragones también representaría un peligro a la diversidad de su nuevo hogar grabaron la imprimación en sus genes para controlar la natalidad. Así sus nuevos descendientes, las Seis Coronas, lograron encabezar otras tantas razas que crecieron en perfecto equilibrio con los demás seres del lugar.

Huang y Ying Long dejaron el gobierno de su especie creciente en manos de las Seis Coronas, causando que su primera hija se sintiera desplazada y asesinara a uno de los reyes de las mismas. Se hizo patente con aquello un error en el sistema creado por el Emperador Amarillo hasta el momento desconocido: si el vínculo que unía a un dragón imprimado con su pareja se rompía el dolor era insoportable.

Devastado por lo ocurrido, Huang Long repudió a su primogénita, augurando un futuro funesto para el resto de la especie que él mismo había creado antes de sumirse en un profundo sueño de despertar incierto.

La Emperatriz de la Tormenta tampoco podía hacer nada contra las acciones de la muerte, hasta los dioses más poderosos debían inclinar la cabeza ante la visita de la Parca. No obstante, en lugar de enfrentarla, pactó con ella:

A cambio de la vida de Ying Long nació el linaje de los Drachenblut; una octava raza de dragones ajena a las Coronas pero capaz de vincularse con todas ellas e incluso sustituir sus improntas rotas, siempre y cuando hubiera sido la muerte quien las quebrantara. Serían los guardianes del legado a la espera de un nuevo despertar.

Así dio comienzo el Letargo de los Emperadores y la Era de las Seis Coronas, que se extendería durante millones de años.

De entre las Seis, los dragones rojos heredamos de los Long el Fuego de la Emoción, una llama que reacciona a nuestros sentimientos. Debido a ella, somos la raza más temperamental y también la más belicosa.

Mi madre, Ímpera Redcrown, es la actual portadora de la Corona Roja. Siendo la más débil de siete hermanos no le fue fácil que la consideraran como gobernante (sobre todo porque nuestra especie requiere de una mano firme que nos mantenga unidos), pero su educación en el Palacio Cristalino y los méritos acumulados durante diversos conflictos hicieron que todos la reconocieran como una reina digna.

Y no fue educación lo único que llevó a nuestro reino tras su paso por este lugar: ascendió al trono imprimada y embarazada de un miembro de otra especie, un piromante llamado Bernard Pyrolave, mi padre.

¿Híbrido? ¿De qué hablas? No existen los híbridos entre los míos. La genética de los dragones está demasiado vinculada a nuestro poder existencial, en casos como el mío podría haber nacido de una especie o de otra, nunca algo intermedio.

Por dónde iba... ¡Ah, ya! A los demás dragones les daba igual si la pareja de su reina era uno de los suyos, una criatura surgida del Caos Primordial o una montaña de oro ¿Por qué habría de hacerlo? Lo importante era que mi madre los dirigiera de forma adecuada. Y así lo hizo.

Gobernó con entereza incluso tras la muerte de mi padre, momento en el que la familia de Tessa se mudó a nuestro reino por si necesitaba su apoyo. Por fortuna no fue necesario, pero fueron malos tiempos de los cuales preferiría no hablar demasiado.

Cuando cumplí la edad y se juzgó que tenía la madurez suficiente fui admitido en el Palacio Cristalino y Blaze me acompañó como guardiana. No te mentiré, mis primeros meses fueron interesantes, pero mi único deseo era ascender al trono lo más rápido posible para quitarle a mi madre un peso de encima, así que no veía la hora de volver a casa.

No es bueno emprender un viaje pensando tan sólo en el regreso. Pronto mi impaciencia caló en mis resultados, incluso llegué a pensar en abandonar... hasta el día en que te conocí:

Estaba observando mi hogar desde la Sala de los Mundos, casi a punto de dejarme vencer por la nostalgia, cuando vi a la sombra atacarte. He de admitir que crucé el portal en busca de algo de acción para descargar mi frustración, pero en su lugar te encontré a ti:

Cuando alguien me mira no suele ver al individuo bajo la corona, el apellido Redfang tiene más protagonismo en mi vida que el resto de mi persona. En cambio tú me miraste como si nada de eso te importase en lo más mínimo, veías a la persona no al título, y cuando puse la vista en tus ojos castaños por primera vez mi corazón estalló en llamas. 

Supe al instante lo que eso significaba, una atracción tan fuerte sólo la había visto en mis padres. Un fuego ardiente capaz de consumir hasta la razón.

No soy tan tonto como para no darme cuenta de que no te agradaba nuestro vínculo y que metí la pata en más de una ocasión, pero no sabía cómo comportarme cuando estaba cerca de ti. De hecho, sigo sin saberlo.

Sé que no hemos empezado de la mejor manera, pero espero que sepas disculparme.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora