16. Las lecciones del Rey de los Monos (I)

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La agenda en el Palacio Cristalino se dividía en tres partes de ocho horas: Mañana, tarde y noche. Siendo durante la primera de ellas cuando se llevaban a cabo las clases.

La jornada escolar, a su vez, se dividía en dos bloques de tres horas lectivas intercaladas por un descanso a media mañana (un recreo de los de toda la vida, vamos).

Hasta ahí llegaba el parecido con el sistema educativo que conocía y comenzaba la parte que me desconcertaba:

Para empezar, aunque se impartían clases todos los días, la asistencia a las mismas no era obligatoria. Tan pronto podías recibir lecciones durante meses sin parar como pasar semanas sin pisar un aula, quedaba en tus manos.

Tampoco existía un orden preestablecido para los horarios. Cada alumno escogía cuál de las seis asignaturas disponibles quería estudiar, cuándo o en qué cantidad lo hacía. Aunque si ya me costaba atender a un profesor durante sesenta minutos, no me veía yo asistiendo más de dos horas seguidas de lo mismo.

Y para dejar bien alta la cúspide de la educación "especial" resultaba que, aunque el Palacio Cristalino era una especie de internado, el curso no tenía una duración determinada ni exámenes periódicos. Según Drake, cuando un alumno estaba lo suficientemente preparado se graduaba, aunque no supo explicarme cómo funcionaba eso.

Así pues, decidí abordar mi primer día enredada en aquel sistema tan extraño como una toma de contacto, optando por asistir a una hora de cada materia para ir tanteándolo todo.

Inauguré mi nueva educación encaminándome hacia el exterior del edificio de cristal, donde se impartía la asignatura de Preparación Física que, según las poco precisas descripciones de mi guía, sonaba a la típica clase de gimnasia de toda la vida.

¿Y por qué hacer gimnasia a primera hora de la mañana? Bueno, por ser saludable, energizante, todos los demás topicazos que suelta la gente... O simple y llanamente porque no soportaba el contenido teórico de ningún tipo a primera hora de la mañana. Mi cerebro no disponía de capacidad de asimilación tan temprano.

El caso es que caminamos durante un rato entre el laberíntico anillo de jardines que rodeaban el edificio. En ellos fueron apareciendo más y más árboles hasta que, cuando quise darme cuenta, nos encontramos avanzando por un bosque. 

De todos modos, no era uno de esos bosques oscuros e intimidantes que salían en las películas. Era denso, pero no asfixiante, e incluso se podía intuir cierto orden en su disposición. En algún momento incluso dejó de haber camino de baldosas alguno bajo nuestros pies. Tampoco hacía mucha falta, el terreno era bastante regular y aunque mis deportivas pisaban sobre musgo y hierba húmedos por el rocío de la mañana, no veía probable el resbalar. 

Mientras miraba de reojo algunas rocas más grandes que yo emboscadas por aquí y por allá de forma nada natural, un único y potente tañido sonó a nuestras espaldas haciendo que me volviera.

—¿Y eso? —le pregunté a Drake, quien avanzaba unos pasos por delante de mí.

—La campana que marca las horas —contestó sin mirar atrás.

—¿Así que ya llego tarde a la primera clase del primer día? —reí con cierta sorna.

—No, tranquila. Suena dos veces durante los cambios de hora lectivos, para que dé tiempo a ir de una clase a otra. Con llegar antes del segundo toque no habrá problema y ya estamos aquí.

Conforme hablaba, la espesura se abrió, dando paso a un amplio claro del tamaño de un campo de fútbol (americano, no europeo). Media docena de personas se dispersaban en distintos puntos del mismo, realizando ejercicios o agrupándose antes de adentrarse de nuevo en el bosque. En el centro de la explanada destacaba un solitario melocotonero frondoso y cargado de fruta.

—Primero te presentaré al profesor, luego él te dirá lo que debes hacer —comentó Drake antes de señalar hacia el árbol con la cabeza— ¡Ah! Ahí está.

Pasamos entre algunos pares de ojos curiosos que miraron con respeto al dragón antes de dirigirse hacia mí con curiosidad y, en efecto, allí estaba. Allí estaba otra imagen digna de comentar en la consulta de un psicólogo:

Cuando alguien te pide visualizar mentalmente al típico profesor de gimnasia de instituto, es difícil no imaginarse al clásico mastodonte, silbato al cuello y uniformado con ropa deportiva. Pero de todas las palabras que formaban el tópico recién descrito, en el Palacio Cristalino habían ido a respetar la única metafórica.

Ante mí había un mastodonte... literal. Dos pisos de elefante glacial que no debería existir fuera de los museos. Una enorme mole de piel marrón cubierta de un grueso pelaje dorado, sentada sobre sus cuartos traseros mientras se rascaba la cabeza con una trompa flanqueada por un par de imponentes colmillos.

Le solté un disimulado codazo a Drake a la vez que susurraba:

— ¿Te estás quedando conmigo?

— ¿Quedarme contigo? —preguntó él, extrañado— Sí, claro. No me voy a ningún sitio.

Sabía que, como habitante de "otro mundo" (si se le podía llamar así) era razonable que no entendiera algunas de mis expresiones, pero comenzaba a resultar molesto. Aún así no perdí el tiempo en ello, pues fue entonces cuando reparé en algo...

—Veintisiete, veintiocho...

El cuerpo del paquidermo subía y bajaba al ritmo de la cuenta entonada por una voz grave y cavernosa.

—Veintinueve...

El sonido se originaba cerca, así que me incliné hacia un lado en un intento de localizar su fuente, quizá estaba detrás del animal. Pero no fue detrás, sino debajo donde la vi: Había una chica haciendo planchas mientras el enorme mastodonte permanecía sentado sobre su espalda.

—Treinta...

Era como presenciar un espectáculo circense de fenómenos elevado a la enésima potencia. Unos brazos pálidos poco más anchos que los míos levantaban a pulso todo el peso de la bestia en cada repetición. Algunos regueros de sudor comenzaban a pegar el cabello blanco como la nieve de la joven a su rostro enrojecido, evidenciando el esfuerzo que estaba realizando, aunque... ¡Qué menos si había alzado a aquel bicho treinta veces!

— *Ejem* —Carraspeó Drake para anunciar nuestra presencia— Sun, te traigo a la nueva alumna.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora