36. Cara a cara (I)

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La entrada de Marina constituía el primer movimiento del dominó que era nuestro plan. De haberlo seguido al pie de la letra, tendría que haberla enfrentado en cuanto pusiese un pie sobre el césped esmeralda del lugar, pero las palabras de cierto príncipe infernal me habían hecho pensar en algo: Si alguien a quien has estado avasallando de forma constante sin dar muestras de resistencia te ataca de improviso, es obvio que tiene algo preparado. Y Marina no era lo suficientemente estúpida para ignorar eso.

No sólo me movía el interés por el Juramento de Almas cuando había ido a hablar con Tessa, quería usarla como cebo para atraer las sospechas de la semidiosa. Esperaba que, al verme tontear con su juguete, cediese a sus impulsos de déspota ególatra hasta el punto de opacar su sentido de la lógica al menos por un instante. Con lo que no contaba era con desarrollar interés hacia el bienestar del cebo...

En todo caso, ya era tarde. Según la señal de Drake la Reina de las Sardinas acababa de pasar bajo el dintel del portón que daba acceso al lugar. Tomé aire procurando no girarme para mirarla; todavía nos separaba demasiada distancia, mi alcance era limitado y no habría segundas oportunidades.

«No te des la vuelta. No te des la vuelta» Tuve que repetirme a mí misma.

A partir de aquel momento cualquier gesto extraño, cualquier vacilación a destiempo o señal de debilidad podrían dar al traste con todo y cuanto más improvisada pareciesen mis acciones más impacto tendrían. Un gran riesgo a cambio de un beneficio mayor; así funcionaban los faroles.

Debía medir incluso mis propias palabras: En esta ocasión debía emplearlas con la precisión y habilidad de una surfista lanzándose al Cañón de Nazaré, un cambio complicado para alguien acostumbrada a lanzarlas de forma indiscriminada como si fuesen bombas de racimo.

Tessa Drachenblut seguía intentando comprender mi frase anterior, siendo aún inconsciente de su situación:

—¿Echarme un cable? ¿Qué quieres decir? —Fue entonces cuando reparó en mi mirada ausente y en la fuerza con que cerraba los puños sobre la mesa— ¿Te pasa algo?

Sin embargo, ya no había lugar en mi mente para ella o cualquier otro elemento dentro de mi campo de visión, todo mi interés estaba centrado en aquello que no podía ver:

«¿Por dónde va a venir, Drake?»

Dada mi posición, no me era posible observar a Marina, pero él me servía de segundo par de ojos desde la lejana mesa que compartía con Georg (unos mucho más fiables que los míos, he de añadir). Sólo debía olvidarme de lo demás y esperar sus indicaciones.

Ya no había más opciones, todos los puentes habían sido derruidos excepto el que separaba la victoria de la derrota. Una acogedora simplificación.

Procuré eliminar el ruido de mis pensamientos: Borré a Weissman, Luke, Nueva York, el Mar de Esferas, las palabras de unos, otros, lo acontecido con anterioridad y las posibilidades futuras... Sólo importaba el momento.

—Prepárate —me advirtió la voz de Drake. Así que Marina me había visto.

Sentí mi cuerpo clavarse en el sitio e incluso la sangre en mis venas fluir al son de un latido más lento y grave. Me olvidé hasta de respirar.

Mientras, una súbita oleada de gritos y maldiciones sorprendidas llenó el aire. Algo sumamente desagradable avanzaba a la velocidad de un tren bala entre la posición de la semidiosa y la mía, interrumpiendo el almuerzo de todos aquellos situados en medio.

«No te des la vuelta»

¿Cómo de grande sería su enfado esta vez?, ¿comparable al de nuestro primer encontronazo?, ¿algo más discreto, como en el segundo? Los ojos abiertos de par en par y el gesto descompuesto de Tessa al mirar por encima de mi hombro auguraban algo peor... quizá demasiado.

«¡Todavía no!» Me forcé a permanecer ignorante.

Al alcanzar el griterío la mesa contigua se me erizó el vello de la nuca. Cada fibra de mi ser amenazaba con rebelarse en contra de permanecer quieta ante el evidente peligro inminente cuando al fin la escuché:

—¡Ahora! —La orden de Drake me taladró el oído liberando las cadenas que restringían mis acciones.

En un acto practicado cien veces y visualizado otras mil, me di la vuelta al tiempo que lanzaba un manotazo capaz de matar al mosquito más molesto del más caluroso verano.

—¡Te falta imaginación, Reina de las Sardinas! —Canté victoria al hacerlo.

No, no abofeteé a Marina (al menos no de forma literal), ella estaba todavía a medio camino de donde me encontraba. Según mis ojos acababa de golpear una masa de aire extrañamente densa, pero, una vez más, eran incapaces de ver lo más importante: La magia.

Mi mano distorsionó el espacio dejando a su paso un rastro escarlata que se expandió hasta desvelar una descomunal ola del tamaño de un edificio a punto de cernirse sobre mí. La monstruosa masa iba a tragarme cuando se estremeció y desapareció sin causar daño alguno.

En su soberbia, la semidiosa había vuelto a recurrir al truco de lanzarme una torrente de maná en estado puro, invisible para alguien incapaz de dominar la existencia como yo, esperando hasta el último segundo antes de transformarlo en otra burbuja de agua salada donde ahogarme sin prisas.

Con lo que no había contado la semidiosa era con la pulsera que me había dado Georg, una pequeña maravilla alquímica capaz de almacenar la sangre de los herederos de San Jorge donde residía su capacidad para impedir manipulaciones existenciales y liberarla al activar las runas grabadas en ella.

Cumplida su función, pude notar como el accesorio de la Orden se deshacía bajo la manga de mi cazadora hasta quedar reducido a un polvo casi intangible. Para bien o para mal, un uso era todo lo que podía esperar de algo creado por un aprendiz como Georg y más le valía estar orgulloso de ello, pues había soportado una ira casi divina.

Habiendo ejercido mi escudo su función defensiva a las mil maravillas gracias a la dedicación de su creador y las instrucciones precisas de Drake, ahora me tocaba a mí rematar la faena creando la oportunidad adecuada para pasar al ataque empuñando la espada que todavía guardaba inadvertida en su funda.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora