22. Marketing demoníaco (I)

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Sin dar tiempo al perplejo dragón o a cualquier otro para reaccionar, abandoné el patio interior hecha una furia.

En un principio me había planteado emplear la parte final del receso de media mañana para hacer una fugaz visita a mi cuarto y cambiarme de ropa. El qipao que Sun había intercambiado por mi ropa habitual era cómodo, pero no iba mucho conmigo. Sin embargo eso había sido antes de que Drake me hiciese hervir la sangre con su inconsciencia reptiliana.

Cuando me alteraba, cualquier plan trazado con anterioridad se me escapaba entre los dedos como el humo y así lo hizo aquel. Vestida todavía con el llamativo traje oriental me adentré entre los laberínticos pasillos del Palacio Cristalino en pos de mi siguiente clase. Al fin y al cabo, ¿quién necesitaba un guía cuando los ascensores te llevaban a donde les pidieras por arte de magia?

Siguiendo mi lista de asignaturas a probar terminé llegando al aula de Sociología, una sala sorprendente por lo anodino de la misma: No era más que un hemiciclo de aspecto universitario, iluminado por la tenue luz procedente de varios ventanales y dividido en filas escalonadas orientadas hacia un atril de oradores sin pizarra alguna.

Aunque había ido directa desde el comedor, nada más entrar allí me esperaba ya el hombre vestido a lo años veinte que había visto en la mesa de los profesores. Su boina y gabardina de cuero descansaban sobre un perchero cercano, mientras él consultaba de reojo los muchos relojes en su brazo derecho.

En cierto sentido tuve suerte al escoger su clase, yo no estaba de humor para tonterías y a él no le gustaba malgastar ni un segundo, por lo cual su introducción fue breve:

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En cierto sentido tuve suerte al escoger su clase, yo no estaba de humor para tonterías y a él no le gustaba malgastar ni un segundo, por lo cual su introducción fue breve:

Se llamaba Damian Patek y era un cronomante o maestro del tiempo. A mí dicha definición me sonaba a cierta serie de televisión que solía ver mi antigua compañera de cuarto, incluso el propio Patek se daba un aire a alguno de los protagonistas de la misma, pero no comenté nada.

Él me invitó a preguntar sobre los cronomantes durante el transcurso de su clase si me interesaba el tema y, de paso, me explicó el funcionamiento de la misma:

Sociología giraba alrededor de compartir y fomentar el conocimiento de todas las especies y razas del Mar de Esferas, basándose en el mantra de que sólo conociéndose unas a otras aprenderían a convivir.

Era además, una clase teórica. En ella, los alumnos se turnaban para hacer preguntas sobre especies ajenas a la suya; si había algún representante de la misma podía responder personalmente, en caso contrario el propio profesor Patek lo hacía. Una vez satisfecha su curiosidad le tocaría preguntar al siguiente adolescente, repitiendo el proceso una y otra vez.

Todos los asistentes debían plantear una interrogante cuando les llegase el turno, era la única norma allí. Ni tan siquiera se pedía tomar apuntes, sólo atender si querías... o no, eso quedaba a elección de los interesados. 

Y con ese matiz dio por terminada su presentación, la cual no llegó a los dos minutos ¿Que por qué lo sabía? No, no era ninguna obsesa del tiempo ni lo había estado cronometrando. Él en cambio sí. Tras terminar de hablar observó uno de los muchos relojes en su brazo y se felicitó a si mismo entre dientes por haber logrado ahorrar doce segundos y treinta centésimas del tiempo reservado para nuestra conversación.

Dragon Mate ¡YA A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora