Edición 28/01/21
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—Ya están bastante lejos...tal vez a unos tres o cuatro kilómetros de aquí. Ya no escucho la voz de Kairi para nada.
Edward ¿Ya puedes escucharnos con claridad?, preguntó Alice mentalmente.
—Sí, es un alivio —le respondí.
Cuatro pares de ojos me miraron con una expresión a la que estaba acostumbrado. Querían saber qué conversación se habían perdido.
—Alice me preguntaba si ya podía leerles la mente con claridad.
—Ah —asintió Bella—. Dices entonces que no puedes leer su mente, ¿en absoluto?
—Así es, ni siquiera fragmentos como Alice —lo medité mejor—. Bueno, en realidad un poco —comencé—, escucho el murmullo de voz, te he dicho que es como estar en un enorme salón repleto de personas que hablan todas a la vez. Sé que uno de esos zumbidos es Kairi, sé que ahí está su voz mental, así que no tiene un escudo como tú, amor; apenas intento localizarla para aclarar lo que piensa...todas las voces se callan —esbocé una mueca—. Es como si...extrañamente todos decidieran dejar de hablar, como si repentinamente todos estuvieran bajo tu escudo mental. El enorme salón sigue ahí, sólo que es como si estuviera vacío... al menos hasta que dejo de intentar localizar su voz o encontrar su murmullo en el silencio del salón, entonces de golpe regresan todas las voces, todos vuelven a hablar —cuando lo puse en palabras y no sólo pensamientos, se ordenaron mis ideas.
—Al menos parece dispuesta a cooperar —comentó Rosalie—, si hubiera estado en plan exigente, yo no sé cómo hubiéramos podido controlarla.
—Bueno, tan sólo basta ver sus pertenencias para tener una idea de la clase de persona que es —razonó Alice—, es la clase de persona por las que aún se tiene esperanzas en la especie humana, tiene una buena posición económica pero es moderada.
—De la clase de persona que tenía una vida que extrañará —bufó Rosalie.
Rosalie era —de entre nuestra estrafalaria familia vampírica— la que más se negaba a aceptar su condición. Ella extrañaba las posibilidades que habíamos perdido a cambio de inmortalidad, belleza y fuerza, sobre todo porque las cosas a las que ella más aspiraba, eran exactamente lo que un vampiro perdía: la posibilidad de tener hijos y de envejecer. Era cierto que amaba a Emmett con toda intensidad y que era feliz con él, era correspondida y tenía toda la eternidad por delante para estar juntos. También estaba el hecho de que el —totalmente inesperado— embarazo poco común de Bella, mientras aún esta aun era humana, le había otorgado la posibilidad de experimentar la maternidad a través de una tercera, y que ahora tenía una sobrina adoptiva a la que había visto crecer y madurar (en el corto plazo de 7 años), y que era su máxima adoración, pero nunca sería suficiente.
Rosalie ahora era dulce y muy poco irritante, a comparación de cómo era antes del nacimiento de mi hija, y aceptaba con más facilidad y gusto, su nueva y eterna vida, pero aun añoraba su sueño imposible: envejecer al lado de Emmett rodeada de sus hijos y nietos.
Ver cómo la vida humana de Kairi y sus posibilidades habían quedado "prohibidas", en tan sólo unos minutos, por un giro inoportuno en su destino, era algo que no podía digerir. Sus pensamientos habían sido muy claros y dolorosos cuándo nos dimos cuenta de que había quienes buscaban a Kairi, gente a la que ella le importaba, que la echaría de menos, una vida a la que tendría que renunciar.
—Ojalá recuerde tan siquiera lo básico de su vida antigua, así será más fácil que arreglemos su historia inconclusa y detengamos su búsqueda. Igual ella podría esconderse durante algunas décadas para evadir todo este circo, después de todo, para un vampiro eso no es difícil —intentaba parecer indiferente, pero no quería para nada que ella pudiera recordar lo que debía dejar atrás, sabía cuánto sufriría, no recordar, hasta cierto punto, parecía mejor para ella.
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A Different Twilight
FanficKairi era una chica de 23 años con una vida feliz. Ese día se encontraba en Volterra estudiando y fotografiando la ciudad para la revista turística de su compañía, es ahí donde una chica muy hermosa se le aparece y la invita a un tour. Una llamada...