Capítulo 13. El Clan Denali

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Edición 31/01/21

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     Ante el silencio verbal que existía, me percaté de que había ignorado olímpicamente al resto de los Denali. Ellos me observaban con unos ojos hambrientos de curiosidad, unos ojos con el iris color dorado, fue ahí, cuando descubrí el lazo sanguíneo al que se referían los Cullen.

      —Pero, ¿dónde quedan mis modales? Estaba tan impaciente por escuchar lo que descubriera Eleazar, que ni me presenté ni los saludé —les ofrecí una sonrisa relajada y apenada en partes iguales—. Mi nombre es Kairi Salvin García, aunque presiento que eso ya lo sabían —me presenté mientras extendía mi mano. Empecé por la mujer cuyos rubios rizos, tenían una tonalidad rojiza tan extrañamente cautivamente, que decidí denominar rubio fresa por su matiz (me recordaba a las deliciosas bayas que caracterizan a la región zamorana de mi México).

     Ella estrechó mi mano, pero, antes de que pudiera decir su nombre, el hombre cuyo aspecto gritaba que alguna vez había sido nómada, intervino. Su cabello rubio arena tenía el característico arreglo despreocupado de un nómada, y llámenlo cliché, pero el largo de éste, siempre era un buen factor para identificarlo; su estilo, aunque en definitiva cuidado e impecable, tenía tatuado por todas partes las palabras explorador, viajero y comodidad —aunque no en el sentido literal—.

      —¿Percibo un acento británico? —preguntó mientras se acercaba a nosotras. Noté al instante que, para evitar alterar mi inestable estado emocional neófito, había reprimido su velocidad en el último momento.

      Escuché risitas detrás de mí.

      —Percibiste bien —declaré con una sonrisa.

      Hizo una mueca y negó con su cabeza.

      —No me agradan mucho los británicos, de hecho, apenas los tolero. Odié la primera invasión británica, odié aún más la segunda.

      Me dirigió una mueca que tanteaba el terreno.

     —Ya veo.

     Contemporáneo de las 13 colonias, eh.

      —¿Qué me dices de los mexicobritánicos? —le dije en español, a modo de juego.

      Me dedicó una sonrisa torcida que expresaba asombro y diversión.

      —Porque si a esas vamos, yo también odio la intervención estadounidense a México —continué en inglés.

      —Touché.

      —Digo, a nosotros si nos quitaron gran parte del territorio, aunque en ese trato mucho tuvo que ver la asombrosa inteligencia de un presidente mexicano; que no es que sean famosos por tenerla, o si la tienen, les falta patriotismo, ahora mismo tenemos un copetón especialmente inteligente en la silla presidencial.

      —Eso no lo discuto, pero...que gracioso, ¿no crees? Compartes nacionalidad de un país que ha sufrido mucho por las intervenciones extranjeras y uno que es famoso por querer mantener su poder colonialista sobre otros países.

      —Sin duda suena un poco contraproducente, pero no somos la historia de nuestros países, somos lo que decidimos hacer con eso. No se debería odiar a un británico por el poder colonialista de su país y las acciones de sus antepasados, o a un alemán por todo lo que hizo Hitler.

      —O a un estadounidense por la constante intervención de su país en asuntos que no le corresponden.

      —Exacto, y no me importa ser mexicobritánica, tal vez es esa mezcla, lo que impulso en un principio mi amor a la Historia. Así puedo estudiar el pasado, para comprender mi presente y mejorar el futuro.

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