Capítulo 16. Sin límites

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Edición 04/04/21

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     Justo habíamos terminado una práctica más.

     Todos estaban distribuidos por la gran Sala de los Denali. Yo no podía hacer más que mirar por los ventanales, cuya vista —desde mi posición— daba a las faldas de las nevadas montañas. Me acerqué y puse mi palma sobre el cristal: ni falta hacía mencionar que afuera hacía frío, pero no me causaba molestia; percibía el frío, pero esa era también mi temperatura. Observé la humedad del ambiente congelarse en el cristal al contacto de mi piel.

     Todo en un segundo.

     Y continué con mi objetivo de observar el paisaje. Más que en cualquier otro momento de esta etapa de mi vida, consideré todas las ventajas físicas que me otorgaba mi condición vampírica.

     Mi vista enfocó el reflejo de Carlisle, y me voltee al instante para encontrarme con su cálida sonrisa.

     —Te agrada la vista —ni siquiera se molestó en formularlo como pregunta, pues había sido más que obvio desde que llegamos a Denali.

     —Siempre me ha gustado la naturaleza. Solía quejarme de los inconvenientes humanos de pasar días enteros, sólo admirando los paisajes naturales —reí—. Ahora eso no es problema.

     Me dedicó una sonrisa que decía: ¿vas a pedirlo o tendré que adivinar?

     —¿Podría ir...? No, así no está bien formulado —me corregí en voz alta—. De que puedo, puedo, aquí la cuestión es: ¿les importaría si salgo a pasear por la montaña?

     —Por supuesto que no, cariño —contestó al instante Esme, tomándome de las manos y viéndome a los ojos, como una madre a su hija, lo cual me incomodó de una manera que no supe interpretar.

     —No estaría de más que alguien la acompañara —intervino Jasper.

     —Me decepcionaría si pensaras de forma contraria. Lo entiendo, después de lo que ha pasado, créeme que yo soy la primera interesada en ello —concordé.

     Fred cerró su ejemplar de "Del amor y otros demonios" y se puso de pie.

     —Yo la acompaño —se ofreció al instante.

     Le sonreí en agradecimiento.

     —Bien, sólo dame cuatro minutos.

     Él arqueó las cejas en respuesta, y se dispuso a leer nuevamente.

     Desaparecí escaleras arriba, en dirección a la habitación que fungía de mi cuarto temporal, tal como había previsto Alice.

     Hace unos días, cuando decidí quedarme una temporada entre el monte Denali y sus curiosos habitantes de ojos dorados, Alice, Esme y Tanya pusieron manos a la obra y compraron todo lo necesario para acondicionarme una de las habitaciones disponibles. Ese mismo día quedó lista.

     Todas las habitaciones en la mansión Denali eran enormes, más grandes incluso que mi habitación en Cheltenham, y eso que la consideraba grande. Igualmente eran acogedoras, conservando el estilo de la casa. Tenía bastantes estanterías, una cómoda al lado de la cama, un sofá cama, un sillón, un gran espejo de cuerpo completo y, por si fuera poco, un mini-cuarto dedicado para ser clóset, aunque llamarle mini, podría ofenderlo. La primera vez que entré, y vi lo que identifiqué como puertas del clóset, jamás me imaginé que al abrirlas, sentiría que abría el portal a otro mundo: dentro estaba el cuarto de baño, otro espejo, un tocador, y cajones, percheros y estantes por montón. Claramente no se me permitió entrar hasta que Alice compró lo suficiente para llenarlo, y la mejor manera de describir la acción, era diciendo que más que comprar, había arrasado con las tiendas de los poblados más cercanos. Agradecía que hubiera entendido mi estilo de vestir, pero aun así, había gastado más de lo necesario en ropa más lujosa de lo que yo acostumbraba usar.

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