Capítulo 8. Renunciar

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Edición 30/01/21

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     —Hoy no es mi día, definitivamente —se quejó Alice.

     Rebuscó en la bolsa de la ropa y extrajo de ella un cuadrado de metal tallado con bellas figuras.

     —Tendrás que disculparme, Kairi, había olvidado darte un espejo para que te vieras. De hecho —se detuvo— me sorprende que no vieras tu reflejo en el río.

     —Bueno, estaba más ensimismada en la naturaleza que en mí misma, lo cual para mí no es sorpresa —me justifiqué.

     Colocó el espejo frente a mí, de manera que yo seguía viendo la parte de metal. Se acercó lentamente, todos estaban a la expectativa y yo seguía sin entender porque estas cosas eran tan importantes. ¿No era comprender mi naturaleza más esencial?

     —¡Oh! —exclamé cuando la idea llegó a mi mente—. ¿Esto es por eso de los ojos rojos?

     —Algo así —se burló Fred.

     Me sentía muy incómoda, y parte de mí miraba ese espejo con cierto temor. Era cierto que yo me sentía bien, y sus miradas lo confirmaban, pero tanta expectativa ante mi solo reflejo...no tenía sentido. Cuando menos me di cuenta, mi rostro estaba en el espejo.

     Lo primero que vi —como de costumbre—, fueron mis ojos, y no comprendí porque tanto problema, seguían del mismo hermoso tono aguamarina que mi padre me había heredado, lo interesante es que parecían tener más brillo y que podía ver con claridad cada detalle de ellos. En seguida me enfoque en mi rostro, y entonces comprendí.

     Mis facciones eran perfectas, literalmente parecían simétricas, mi cutis debía ser en este momento la expectativa de todo adolescente. Mis labios se veían tan firmes y con más color de lo habitual, que no pude evitar la tentación de sentir su textura y dirigí mi mano derecha lentamente hacía ellos, ¿qué le había pasado a su suavidad? Estos labios eran casi como el granito, firmes, no se sentían como carne humana.

     Suspiré decepcionada.

     Alice fue alejando el espejo una vez que bajé mi mano, y vi mi reflejo de cuerpo completo. Para un humano la imagen estaría distorsionada, pero para mis sofisticados ojos, la imagen estaba perfecta, y de hecho lo era. Sin duda el conjunto que había elegido era acertado, pero en mi cuerpo se veía magnifico. Para mí eso de cuerpos perfectos y medidas apropiadas según la sociedad, vale un cacahuate inservible, pero esto de ser vampiresa...bueno, te hacía imposible ignorar el hecho de que había bellezas que no podían ser pasadas por alto.

     —No tienes la reacción que imaginé —comentó Alice insegura.

     La vi a los ojos.

     —¿Qué esperabas? —inquirí un tanto molesta.

     Jasper se puso alerta, e intenté moderar mi humor.

     —Bueno, que estuvieras encantada con tu reflejo.

     —No lo estoy. ¿Dónde está la suavidad y flacidez de la piel humana? Siento que mi belleza no se ve natural, amaba mi cuerpo antes de esto, lo que veo en el reflejo no es humano.

     —Eso es porque no eres humana. Ya no —dijo Rose amargamente. Sembrando un silencio sepulcral.

     Miré sus ojos, y una señal de alarma se activó en mí. Carlisle suspiró y mis temores aumentaron.

     —Creo que es momento de hablar, Kairi, hay muchas explicaciones que darte.

     De manera casi automática, los Cullen formaron una especie de círculo. Parecía que se habían sentado de esa manera más de cien veces, ya sabían al lado de quienes les tocaba.

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